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Astérix y Tintín, quemados: ¡están locos estos izquierdistas!


Arnaud Florac | 10/09/2021

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

«Los fascistas del mañana serán llamados antifascistas», frase atribuida erróneamente, al parecer, a Winston Churchill, sin duda por su habitual talento profético. Últimas noticias sobre el continente de la libertad y el progreso: una universidad católica en Canadá acaba de llevar a cabo la destrucción a fuego («purificación», dicen) de libros de Tintín y Astérix con el pretexto de que transmiten una mala imagen de los nativos americanos. Progreso, por tanto.

Es divertido que la mejor manera, según los defensores del campo del bien, de combatir el odio y el oscurantismo sea precisamente utilizar el odio y el oscurantismo para promover «la verdad». Una nueva forma de homeopatía, en cierto modo. Los nazis, y antes que ellos la Inquisición, no tuvieron tal modestia. Bajo el régimen de Hitler, las obras «degeneradas» fueron quemadas en la hoguera. Bajo la Inquisición, estos eran los libros impíos. Se llamaba autodafé, es decir, un acto de fe.

Todo contribuye decididamente a traer el pensamiento despierto (la palabra pensamiento no es realmente adecuada, pero la uso a falta de una mejor) a una religión. Los izquierdistas del otro lado del Atlántico tienen sus dogmas, sus mártires, sus sacerdotes, su cielo y su infierno. Sobre el tema del infierno, una diferencia de tamaño los separa de otras religiones: preparan los hornos del mismo aquí abajo, por muerte social, acoso, humillación pública o incluso simple cancelación (la famosa cultura de la cancelación, nuevo rostro de la damnatio romana memoriae o el franco Sippenhaft, actualizado… por los nazis, de nuevo ellos).

Una idea digna de estos imbéciles espumosos de odio impotente sería quizás escribir nuevos álbumes de Tintín o Asterix para hacer aceptable la serie: «Tintín y el privilegio blanco», «Los derechos de la Castafiore», «Feminicidio en Syldavia», «El Congo en Tintín» o «Astérix en Patriarcado», «Astérix y Obelix se casan», «Falbala en Crack Hill»… nunca terminaríamos.

Tenga la seguridad de que esto no sucederá, y la causa es simple: esta locura se apodera de los «progresistas» precisamente porque simplemente quieren destruir lo que siempre serán incapaces de producir. Por tanto, van a lo más simple. Sin embargo, es más fácil quemar libros que escribirlos, más fácil «deconstruir» la cultura clásica que demostrar el interés de las culturas «invisibles», más fácil reclamar cuotas que merecer un lugar, más simple cortar cabezas que usar la propia, más fácil quejarse de las minorías que soldarlas en una mayoría que llamamos sociedad, más fácil feminizar el ejército que masculinizar la justicia, más fácil criticar que actuar, aullar que pensar, reclamar derechos que hacer los propios deberes.

«Huye del enemigo si te susurra al oído: ¿por qué complicarte la vida?», escribió, en Caminos, san Josemaría Escrivá de Balaguer. ¿No oímos, en todo este gorgoteo informe, no vemos, en todas estas piras estúpidas, no reconocemos, en la voluntad pervertida de esta masa débil y sin educación, la marca del Enemigo eterno?

¡Están locos estos izquierdistas!

Fuente: Boulevard Voltaire