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Nueva defensa de la Hispanidad: un dulce regusto patriota


Alba Lobera | 20/11/2020

Ernesto Ladrón de Guevara es doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Autor de numerosos libros publicados en varias editoriales, destaca principalmente por la profesionalidad de sus colaboraciones en diferentes medios de comunicación digitales, volcándose sobre todo en artículos críticos respecto al uso y el abuso de la educación como medio instrumental para el logro de objetivos políticos mediante el adoctrinamiento.

La obra aquí presentada está orientada a un público concreto con cierto nivel de instrucción en los términos históricos acorde a las palabras del autor, ya que hay referencias «inequívocas» (como las realizadas por Sánchez Albornoz, citando partes de su discurso representando la coherencia oral y manteniéndose fiel a una actualidad de superficie perenne, o por Ramiro de Maeztu, asesinado «con nocturnidad y alevosía» por «la izquierda cainita, guerracivilista y chequista») amén de que, este libro, no podría aprovecharse del todo si cae en las manos de alguien con unos conocimientos más limitados.

Ernesto rescata todo ápice que cumpla con esa línea, abarcando los matices más pertinentes: «La pregunta que debemos hacernos es cuándo España empieza a ser una nación en el sentido histórico y cuándo empieza a ser nación en el sentido político. La Hispania romana era una provincia del Imperio romano». Este comentario funciona como otro primer paso en el preludio del pasado español, abreviando sin dejar de lado la exactitud de las palabras elegidas.

Igualmente, el resto de publicaciones de Ernesto Ladrón de Guevara exponen una serie de conceptos o denuncias con los suficientes hipervínculos para ampliar o complementar conocimientos, sin faltar a un estilo discursivo de corte elevado. Podemos encontrar todo esto y más en el preámbulo del libro, encajado antes de la introducción, advirtiendo un detalle poco esperado en la reservada atmósfera que gira en torno a él: la apelación al lector desde un comentario en primera persona. También queda aparente, sin pudor alguno, una falsa orden que dota de modestia y mayor cercanía a esta publicación: la recomendación en imperativo de leer las fuentes mencionadas ya que «son las que merecen la pena». Repetidamente, esa apelación a la atención del receptor puede encontrarse en páginas posteriores, adquiriendo una postura más cercana, que no coloquial, otorgando mayor transparencia a la obra.

El motivo de Nueva defensa de la Hispanidad, en respuesta a las preguntas principales que podrían surgir sobre su elaboración, no es otra que la necesidad de responder ante la suposición de cómo sería hoy Hispanoamérica, y la unión de ésta con España, si no se hubiera producido la intervención de Inglaterra en los procesos de independencia de naciones fraccionarias en América. A su vez, y a partir de tal cuestión, se plantean otra serie de puntos que giran en torno al resto de los países hispanoamericanos formados de manera no filogenética, sino artificial, lo que nos lleva a intuir que un aspecto a destacar en la obra es la frágil unidad de España:« Este libro trata de dar respuesta a quienes quieren romper la nación española y hacer tabla rasa de su historia, a los manipuladores de turno, a los políticos de tres al cuarto que no les da mucho su inteligencia para sumergirse en ideas sistemáticas profundas, a los nacionalistas que manipulan a los niños y los pervierten (…) a los adoctrinadores de uno u otro signo que no tienen ningún respeto a la dignidad de la infancia y a los derechos que el Reino de España se comprometió a velar, para que los niños no se conviertan en una propiedad del Estado a los que se les pueda colocar en el cerebro moldes cognitivos, como quien pone un chip a un can».

Como ya podemos vaticinar, esta obra de Ladrón de Guevara se fragmenta en bloques: el preámbulo (desde donde arrancas sus recomendaciones literarias), la introducción, una primera parte con cuatro capítulos, una segunda parte formada por cinco pilares y una copiosa conclusión.

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El autor subraya que los libros de historia distan mucho de ser realmente objetivos, poniendo en duda la originalidad de los hechos que tratan, así como discrepar de la actitud generacional: «Los pueblos, al igual que las personas, sólo aprenden de las situaciones límites. Lo aprendieron nuestros padres (…) que lo pasaron muy mal en la Guerra Civil y postguerra, pero desgraciadamente no supieron transmitirlo a los de mi generación para no remover los rastrojos de la guerra. Y los de nuestra generación quisieron poner sobre algodones a sus hijos, para que no vivieran las épocas de blanco y negro, con lo cual los que ahora son padres desconocen la realidad de la II República, la guerra, la llamada dictadura y los esfuerzos para abrir nuevos tiempos de democracia y libertad».

El intríngulis de tales declaraciones toma fuerza cuando el autor no teme en recalcar que su obra promete una visión más amplia y fiel a la investigación: «Allí donde ha habido algún momento de inestabilidad hay un poder externo que interviene para descomponer ese gran poder que era la Hispanidad, fragmentándola, dividiéndola y creando una situación de descomposición y, por tanto, de debilidad».

Ernesto tampoco duda en especificar si el contexto lo exige: «Hay un plan de poderes centroeuropeos y anglosajones para dar el último empuje para derrumbar los restos del imperio español e impedir el proceso de expansión del idioma español por el mundo, creando crisis políticas y derrumbes económicos en todo el cono sur y centro de América, en lo que es Hispanoamérica. Y eso también está programado. Y lo que ocurre en España también. Con la implicación directa de traidores y bandoleros de la política en España».

La primera parte del libro comienza con un episodio breve, directo y anfitrión de afirmaciones de tono indiscutible como que «la nación española existe», ramificando su temática en un desarrollo sintetizado en hasta cinco puntos más. Asimismo, se da cabida para más conceptos: «¿Qué diferencia hay entre nación étnica y nación política?». El debate inicial comienza con la pregunta cerrada de si España es una nación generadora o depredadora, respondiendo Ernesto Ladrón de Guevara sin titubear a la opción número uno. Posteriormente, dedica varias páginas a explicar y ejemplificar el motivo de sus trazas, preparando el terreno para exponer qué pasó con las lenguas, en qué desembocó la creación de universidades o la actitud que tomó Isabel La Católica (en su condición de propiciadora), citando su correspondiente testamento: «No se consientan que los indios de las tierras ganadas y por ganar reciban en sus personas y bienes agravio, sino que sean tratados bien».

No en vano el autor del libro plantea deliberaciones y datos que acarrean, más concretamente, a la España musulmana y la conquista de las Américas. La leyenda negra tiene su alusión por estos capítulos: «Elvira Roca Varea desarrolla esta idea con importante documentación y fuentes resolutivas para hallar la verdad histórica, combatiendo la idea de la imperiofobia que los españoles desde el afrancesamiento y tras la revolución francesa estuvimos alimentando de forma cómplice con Francia o Inglaterra».

En los dos últimos capítulos de esta primera parte se trata en mayor profundidad qué es la Hispanidad y sus elementos constitutivos, haciendo hincapié en el idioma: «La lengua es el elemento vertebrador de las naciones, junto a la escuela, la instrucción, la educación, y también el pilar en el que se sostienen. Bien lo saben los separatismos».
Por último, y respetando el final de la primera parte del libro, no hay que olvidar mencionar el peso de la cristiandad vigente en España y que tanto habría influido en los territorios coloniales por la evangelización, citando los hechos eclesiásticos, desarrollando detalles como que entre ambas razas debía haber un vínculo de amor.

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Dicho esto, y entrando en el segundo bloque de Nueva defensa de la Hispanidad, el pilar inicial no sólo nos indica que va a enfocarse de lleno en la más estricta definición de Hispanidad y todo lo que ésta conlleva, amén de regir un orden para los acontecimientos plasmados, encabezando la idea del refuerzo de la Hispanidad con la insistencia de que la clave para consolidarla es la unión real.

Diseccionando los anales de la historia, Ernesto Ladrón de Guevara presenta esos tiempos «convulsos y amenazadores» que rodean a la Hispanidad; notificando los aspectos reseñables con un tono de reproche más que necesario, pues el peso del tema (el núcleo gestante de una nación y lo que le compone) es más que evidente. No puede ignorarse el paso de la globalización, un arma de doble filo que, si bien se difunde con espíritu propagandístico, don Ernesto lanza una interpretación más incisiva y profunda (y posteriormente una sugerencia), rescatando con ese fragmento la mención a la existencia de grandes entidades elitistas como ejecutores de los aspectos reinantes del día a día: «Debemos estar preparados para un mundo diseñado bajo el signo de la globalización, encaminado a un nuevo orden mundial bajo control de poderes no muy explícitos. No se trata de estar contra una globalización que abra las puertas y las fronteras a un nuevo entendimiento más allá de las naciones (…) Más bien es conveniente para nuestros intereses en una trayectoria humana caracterizada por la rivalidad y la depredación no caer en la ingenuidad. Aquí se aplica el dicho juntos pero no revueltos».

El último capítulo del libro finiquita su exposición sobre la destrucción de la Hispanidad dedicando unas páginas a la ingeniería social: «el enemigo lo tenemos dentro». Aquí, Ernesto refresca la memoria desde ese nuevo punto sobre la evolución del proceso de desunión con el separatismo en España, yendo más allá de la verdadera causa de este proyecto de tintes destructivos: «Todo este magma está perfectamente orientado y teledirigido por el mundo protestante y masónico por intereses de grandes corporaciones económicas que quieren subyugar todo lo hispanohablante para convertirlo en ámbito sometido y colonizado y para favorecer la industria multinacional en su control y dominio de los recursos naturales y patrimonial de esas acciones, configurando todo un ataque a nuestros intereses y proyectos vitales».

La conclusión, aunque a priori podría parecernos algo pecaminoso por la carencia de síntesis, refuerza los conceptos tratados al repasarlos, adjuntados con la estudio de otros aspectos ya introducidos anteriormente. Deja un mensaje de esperanza, con un dulce regusto patriota que inspira fuerza y positividad, y a lo largo de sus líneas ofrece sugerencias o posibles soluciones para no empañar el aura constructiva de la obra.

Podríamos catalogar Nueva defensa de la Hispanidad como un libro como personalidad, pues a la par que tajante resulta amigable. Pese a que al principio de su redacción solicita un tipo de lectores específico, más instruidos en las materias presentes, su fácil lectura ayuda a comprenderlo gracias a sus referencias y citas bibliográficas. Convendría dosificarlo para favorecer su asimilación, especialmente si hay usuarios que están introduciéndose en la contrapartida oficialista. De hecho, la información vertida no es caduca: gracias a los resquicios históricos que comparte con tanto detalle podemos comparar cualquier situación de la actualidad con los episodios narrados.

Ernesto Ladrón de Guevara: Nueva defensa de la Hispanidad. Letras Inquietas (Enero de 2020).