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Dos libros para repensar Europa y la tradición


Carlos X. Blanco | 07/12/2021

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Desde 1968, una parte de la juventud, significativa pero olvidada por la corrección política, reaccionó contra la ingeniería social que en París se desató durante su famoso mes de mayo.

Las transformaciones sufridas por Europa, su progresiva e imparable pérdida de identidad y conciencia habían comenzado mucho antes, en 1945, pero en el mayo francés se aceleraron y agravaron. Las conversaciones con los protagonistas de esa juventud entonces inquieta e inconformista, son documentos de valor inestimable. Es un verdadero lujo contar con varias de ellas, traducidas al español para Letras Inquietas. Se trata de un par de libros hechos de entrevistas y recuerdos de algunos de los nombres que son clave en la historia del movimiento europeo identitario, neoderechista. Son libros en los que los herederos (en parte aún vivos y activos, por fortuna) del tradicionalismo revolucionario y de la Revolución conservadora nos interpelan por una labor que siempre queda por hacer.

La figura de Daniel Cologne ya había sido recuperada por esta editorial en su obra Elementos para un nuevo nacionalismo, que incluye su ponencia La Ilusión marxista. Cologne, veterano autor vinculado a los círculos evolianos y a la Nueva Derecha, aunque muy distanciado de la línea impuesta por Alain de Benoist casi desde los inicios, es entrevistado por Robert Steuckers en un volumen recién editado por Letras Inquietas: Daniel Cologne y los inconsformistas de los años 70. Dos figuras clave, Cologne y Steuckers, en la recepción del tradicionalismo revolucionario y del pensamiento identitario europeo, tipo de pensar situado en las antípodas del progresismo oficial puesto de largo con las ñoñerías pseudomarxistas del mayo francés.

De naturaleza similar, es el texto de Steuckers, Logghe e Ilmas que lleva por título El peregrino absoluto: Marc Eemans y los evolianos de Bruselas. En un libro de conversaciones en el que sorprende, y a veces abruma, la cantidad de personajes (muchos de ellos inquietos, brillantes y polifacéticos) que se movieron por Bruselas y, en general, por las Provincias Perdidas. Así me gusta llamar a ese complejo y riquísimo mosaico étnico europeo formado por la Valonia, Flandes, Países Bajos, etc., que un día pertenecieron a la Corona Imperial Hispana y en el que, al igual que sucede en la propia España, la herencia romance y la germana se juntaron codo con codo, si acaso sin tantas fusiones como aquí en el sur, hecha allí de manera más similar a los mosaicos, en donde las comunidades etnolingüísticas diferentes se amontonan unas muy cerca de otras sin fundirse del todo y reconociendo en ellas sus recortes territoriales.

Gracias a este último texto, podemos conocer un poco más en nuestro país a Marc Eemans, destacado artista surrealista y teórico del arte, pero también un destacado activista y pensador sobre la identidad europea, identidad ésta que, como suelen poner mil y un memes de internet ya es «todo lo diversa que puede ser», sin necesidad de nuevas incrustaciones venidas de África o de países del desierto muslim. En los pequeños países europeos, como Bélgica (poco más de 30.000 kilómetros cuadrados), que es sólo tres veces la extensión del actual Principado de Asturias (algo más de 10.000 kilómetros cuadrados) tenemos ese puente entre la latinidad (Francia, Valonia) y la Germanidad (en sí misma y en su variante flamenca). Creación artificial es Bélgica a partir de entidades histórico-políticas de las que todos venimos, aunque nos las quieran borrar de la memoria: Casa de Borgoña, Monarquía Hispánica, Sacro Imperio Romano Germánico…); en los intelectuales y artistas aquí citados, oriundos de ese país belga se halla el verdadero europeísmo que no encontraremos en los voceros del chovinismo de las naciones llamadas «canónicas» (Inglaterra, Francia, España), como le gustaba decir a uno de ellos, Gustavo Bueno. El verdadero europeísmo, que no el de la Unión Europea se vive en las naciones pequeñas y no canónicas, llámese Flandes, Asturias o Escocia.

Quienes nos sentimos antes que nada hijos de una pequeña patria (en mi caso, Asturias), sin perjuicio de ni vergüenza de formar parte de patrias mayores, antes al contrario, entendemos bien las preocupaciones de estos «belgas» que llevan en su apellido y en su primera lengua nativa, ora la marca de la romanidad ora la de la germanidad, muchas veces endulzadas las fronteras con el común sustrato celta, tan extendido en toda la parte occidental de Europa. Sus buceos, sus inmersiones y afanes arqueológicos en tradiciones primordiales (que se remontan a los indoeuropeos) o en momentos históricamente cruciales en la espiritualidad europea (como es la mística flamenco-renana”o germano-flamenca), se entienden bien desde esa «carnalidad» de las patrias locales, cimiento y célula de la Gran Europa por reconstruir con y a pesar de las naciones canónicas” y sus chovinismos habituales. Que disfruten de la buena lectura.

Robert Steuckers: Daniel Cologne y los inconformistas de los años 70. Letras Inquietas (Octubre de 2021)

Robert Steuckers, Koenraad Logghe y Denis Ilmas: El peregrino absoluto: Marc Eemans y los evolianos de Bruselas. Letras Inquietas (Octubre de 2021)