Si crees que la salvación será un camino fácil y que Dios es un señor con barba blanca que independientemente de los pecados que cometas te perdonará como un tonto aunque no te confieses con arrepentimiento…no sigas leyendo si no quieres convertirte, tomar tu cruz y seguirle.
La Salvación no es un camino fácil, de hecho, las Escrituras avisa: «entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mt. 7, 13-14).
Esto se ha acrecentado en los dos últimos siglos como ya nos lo advirtió León XIII en su visión, S. Pío X en su condena al modernismo y la Virgen de Fátima en su aparición: se acercan tiempos de oscuridad y tinieblas, en los que la modernidad y lo mundano dominarán la Iglesia y en los que muchísimos fieles se condenarán.
Nada más que hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de dicha realidad: liberalismo, perversión, relativismo, materialismo, pornografía, consumismo…
Si hay una misión por la que todos los católicos debemos luchar diariamente es por nuestra conversión. Convertirnos al catolicismo no solo es el acto de bautizarnos. La conversión supone el abandono de nuestros pecados, dejarlos atrás y entablar una nueva vida. Esto es algo difícil, pues el diablo mediante la tentación, intentará hacernos pecar y nos manipulará para que tengamos una visión errónea de lo que es seguir a Jesús.
No debemos olvidar que «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb. 13,8), por lo que no debemos pretender transformar la Iglesia al mundo y a lo mundano (pues es aquí donde gobierna Satán, el «rey de este mundo» (2 Cor. 4,4)) sino de transformar el mundo a la Iglesia. La visión de querer adaptar la Iglesia al mundo es pecado y luciferina, pues este (quién gobierna el mundo) fue expulsado de los cielos al grito de non serviam (no te serviré), por no querer ser un esclavo del Señor y por querer ser «libre». Los católicos debemos darnos cuenta de que vivir la fe «a nuestra manera» y no a la manera que Dios ordena en las Sagradas Escrituras es estar del lado del maligno. Querer ser «libre» es condenarnos de por vida. Es nuestro deber (al igual que la Virgen María) ser esclavos del Señor, pues solo en él está la verdad eterna y la Salvación. Todo lo que se sale de Cristo, son caminos hacia el infierno.
El Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María están siempre abiertos a nosotros, por lo que en estos tiempos oscuros y de tinieblas, no sigamos al mundo sino a Cristo, portador de la Verdad eterna y el único camino de salvación.
Así que, joven católico, tú decides si te conviertes, tomas tu cruz y le sigues, o si cedes a las tentaciones del diablo y te condenas eternamente.
José Ortega es ensayista.