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La perversión del feminismo


Lidia Falcón | 22/01/2023

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

El vídeo del alegre encuentro de la secretaria de estado de igualdad, Ángela Rodríguez (conocida como Pam) con otras de sus correligionarias, con las que se divertía mucho burlándose de la aplicación de la ley «del sí es sí» que ha permitido la rebaja de penas a más 140 hombres condenados por violaciones y agresiones varias, ha causado el previsible escándalo.Esta señora es una de las más cercanas ayudantes de la ministra Irene Montero y entusiasta defensora de la ley trans. Pero de esta anécdota hay que extraer diversas conclusiones.

La primera y más amarga es que en el transcurso de estos últimos años, y ya irán por más de dos décadas, el movimiento feminista se ha adormecido cuando no corrompido. No tiene otra explicación que una analfabeta funcional, con ínfulas de dirigente política, como esa Pam haya llegado a secretaria de estado. En poco se estima el Estado, el partido Podemos que la ha nombrado, el propio PSOE y su secretario general Pedro Sánchez, que ha consentido y ratificado que una mujer sin preparación política alguna y sin educación social se haya situado en el segundo lugar de un ministerio. Y que siga detentando el puesto sin visos de ser destituida. Ese presidente que no duda en despedir a Carmen Calvo, vicepresidenta primera, después de años de lealtad y servicios reconocidos.

Pero es que la degradación del movimiento feminista se ha gestado durante muchos años. Comenzó al convertirse en funcionarias de partido o y del Estado, aquellas que durante un tiempo dirigieron y engrosaron las filas de las mujeres en lucha. La sumisión a las consignas de los partidos gobernantes (en el Estado o en las autonomías) para obtener dinero y prebendas, la concesión de subvenciones a asociaciones irrelevantes, domesticó definitivamente al movimiento que comenzaba a formarse y prepararse después de la dictadura.

Así han entrado en puestos de dirección mujeres que poco tiempo atrás no habían oído nunca hablar de feminismo, o si sí, era para mal. Mujeres que sin experiencia ni preparación ni por supuesto el ímpetu para llevar adelante la dura lucha de cambiar el mundo. Y partidos que jamás serán revolucionarios ni transformadores las han incorporado para dar la imagen de avance y posmoderrnidad. Podemos ha sido el más exitoso (de momento) en esta operación publicitaria de una imagen progresista. El fenómeno populista ya está estudiado largamente, desde que en tiempos modernos (no hay que olvidar que ya existía en el Imperio Romano) se hizo famoso el peronismo.

Pero el fenómeno no se reduce a Podemos. Diversas protagonistas de la política actual, de Rosa Díez a Teresa Rodríguez, se han postulado como feministas para tener una imagen más progresista, y así han sido encumbradas por su partido hasta que las ha defenestrado o ellas mismas se han suicidado políticamente. Esos casos no son pocos ni aislados, su ejemplo ha cundido en el seno del movimiento. Las redes sociales dan testimonio de la degradación de aquel que fue movimiento de lucha innovador y valiente que se construyó sobre el erial social que dejó el franquismo. Las polémicas que se reflejan en Twitter y en Facebook, sin más contenido que las manifestaciones de rencores, despechos, impotencias y hostilidades que se publican en un lenguaje tabernero, que ignora las reglas sintácticas y que no contiene nada, son un retrato de la pobreza de pensamiento y de la mala educación de una sociedad que no se ha recuperado en la democracia del destrozo que ocasionó la dictadura.

No hay que limitarse a Pam ni a otras como ella. Ahí tenemos a la ministra Irene Montero, a la ayudanta Sofía Castañón, y a las colaboradoras de las que se rodea, ardientes defensoras de la ley trans, otra pléyade de las que se han hecho momentáneamente famosas y disponen de buenos presupuestos. En sitios más modestos y en grupos feministas sin poder ni dinero se ha instalado la misma cultura de la injuria y la calumnia, de los infundios que se hacen grandes gracias a la transmisión de otras tan ignorantes y envidiosas como aquellas.

En 1986 el Partido Feminista de España publicó su número 8 de la revista Poder y Libertad dedicado a la «ética feminista». Quisimos hacer un retrato del estado de la moral del feminismo de aquel momento y una denuncia de los ataques que estábamos ya recibiendo de nuestras «compañeras», cuya bilis envidiosa se manifestaba contra nuestro Partido continuamente. ¡Y entonces no existía Twiter! Lo que publicamos aquel año es completamente actual, aumentado y corregido por la difusión que le prestan las redes sociales.

Las redes sociales han magnificado y multiplicado el lastimoso estado del movimiento feminista. Todo cabe en los tuits y en los demás sistemas de difusión: insultos, maledicencias, mentiras, bulos, fingimientos, victimización falsa, y siempre hay seguidoras aún más ignorantes que las siguen. En esta escuela es en la que se está forjando una buena parte de las componentes de ese que fue heroico y digno movimiento feminista. Con un criterio machista y reaccionario además, incidiendo en aspectos de las relaciones personales, como sus relaciones sentimentales, que me retrotraen a los tiempos moralistas de la dictadura. La involución que ha sufrido el criterio moral de este sector social asombra, después de medio siglo de lucha por desmontar los prejuicios que atenazaban a las mujeres¸ que creíamos haber vencido para siempre.

Esta degeneración del movimiento feminista es similar y paralela a la que está sufriendo la izquierda, y por los mismos motivos. Es evidente que el capitalismo y el patriarcado, saben manipular y difundir exitosamente falsedades e infundios que enfrentan a los trabajadores y a las mujeres entre sí. Las polémicas destructivas que han conducido al declive de Podemos, con la dimisión de su secretario general Pablo Iglesias en una espantada indigna de un dirigente político, los conflictos personales de miembros de ese partido aireados públicamente en Madrid, en Galicia, en Andalucía, con la persecución judicial del robo de un móvil de una amiga de Iglesias y la retención del mismo por este.

La división en múltiples grupos que se reclaman todos de izquierda sin que se comprenda por qué no forman solo una organización cohesionada y fuerte. El extraño proyecto de Yolanda Díaz de escuchar a la gente en un interminable proceso que no se sabe a qué conduce y que la enfrenta a su antes amigo Iglesias y está poniendo nerviosos a sus socios de Podemos, todo ello muestra un paisaje desolador para que la opción de transformación del mundo, que reclamaba Marx pueda hacerse realidad.

Quienes, como yo, hemos apostado la vida a la lucha por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, y por un reparto de la riqueza justo, lamentamos el penoso espectáculo que dan las tuiteras, recién llegadas al feminismo, del que nada saben y de todo opinan y pretenden pontificar, dedicando su tiempo y sus esfuerzos a descalificarnos y despreciarnos. No diré que resulta una sorpresa para mí, que a lo largo de la vida he comprobado como los enemigos no eran solo los fascistas. Podría parafrasear el dicho de Mark Twain «hay, mentiras, grandes mentiras y estadísticas» diciendo que «hay enemigos, grandes enemigos y feministas».

Denis Collin: Transgénero: Un posthumanismo al alcance de todos los presupuestos. Letras Inquietas (Noviembre de 2021)