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¿Pasaporte sanitario y servidumbre voluntaria?


Adnan Valibhay | 19/07/2021

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El 12 de mayo, cuando la Asamblea Nacional francesa aprobó el pasaporte sanitario, hubo un clamor por lo que retrataba nada menos que una discriminación entre los ciudadanos según hubieran sido vacunados o no. Como Cassandra durante la Guerra de Troya, estas diferentes voces no fueron escuchadas, incluso fueron ignoradas masivamente por la población.

El 12 de julio, el presidente de la República francesa anunció toda una serie de medidas que entrarán en vigor paulatinamente para obligar a los franceses a vacunarse. A partir de agosto, el pasaporte sanitario será obligatorio no solo para los clientes sino también para los empleados en cafeterías, bares, restaurantes, trenes, aviones, autocares para largas distancias, centros comerciales, residencias de ancianos y establecimientos sociales. Concretamente, los no vacunados ya no tendrán acceso a la misma vida social que sus homólogos vacunados. El lenguaje de Molière incluye un término que describe con precisión tales procesos: chantaje.

Más grave aún: a partir del 15 de septiembre se harán controles y se sancionarán a los cuidadores no vacunados. Por tanto, las vacunas que aún no hayan superado la fase 3, cuyos efectos secundarios desconocemos en absoluto, se impondrán sin ninguna otra forma de ensayo al personal sanitario. Atrás quedaron los días en que estos eran elogiados y aplaudidos por todos los franceses; ahora, como todos los demás, están sujetos a lo que es nada menos que una dictadura de la salud.

Lo más lamentable no es tanto estas medidas liberticidas como su dócil aceptación por parte de la población que inmediatamente, tras estos anuncios, hizo cita para vacunarse. Los franceses acuerdan así renunciar al primer bien común, la libertad, para esperar escapar de los encierros y toques de queda que, hay que recordar, también imponen el mismo poder ejecutivo que, hoy, presenta cínicamente esta ampliación del régimen. La salud pasa como un mal menor para encontrar una vida normal.

Étienne de La Boétie escribió, a los 16 años, en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria, que «hay en el hombre una preferencia por la servidumbre voluntaria, porque la servidumbre es cómoda y hace irresponsable». Esto es exactamente lo que está en juego con esta histeria de la salud, que es aún más injustificada dado que la abrumadora mayoría de las personas en riesgo se han vacunado. En lugar de correr el riesgo de enfermarse, aunque los casos graves son inmensamente raros, los franceses aceptan que deben distinguir entre sus pares en función de si se les ha inyectado una dosis de la vacuna o no. En efecto, es el miedo y la cobardía lo que caracteriza esta insana necesidad de autoconservación, que preside tal servilismo tanto menos justificable cuanto que la realidad de la epidemia en Francia es mucho menos dramática de lo que, sin embargo, se insinúa constantemente urbi et orbi.

Francia ya no puede presumir de ser el país de la libertad y menos de ser la nación de los derechos humanos cuando, al unísono, la población y el poder político dan al sometimiento la fuerza de la ley. La Boétie concluye su discurso así: «Decídete a no servir más y serás libre», pero ¿los franceses todavía lo quieren?

Fuente: Boulevard Voltairere.