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Artículos / Reportajes

Kaïs Saïed y Túnez contra el Gran Reemplazamiento


Georges Feltin-Tracol | 31/03/2023

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Creada en noviembre de 1942 y disuelta en mayo de 1943, la Falange Africana fue un movimiento efímero que defendió las conquistas de la Revolución Nacional en el norte de África francés.

Participó en la batalla de Túnez junto al Afrika Korps. Ocho décadas después, ¿su espectro recorre los pasillos del palacio presidencial de Cartago?

El 21 de febrero de 2023, durante una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, el presidente tunecino Kaïs Saïed provocó un susto mundial centrado en Occidente. Ordenó «medidas urgentes para hacer frente a la llegada a Túnez de un gran número de inmigrantes ilegales procedentes del África subsahariana». Por su posición geográfica, su país está cerca de la isla italiana de Lampedusa y de la llamada Unión Europea.

La combinación infernal de las políticas de austeridad económica del Fondo Monetario Internacional, el saqueo sistemático de los recursos naturales por parte de los occidentales (incluidos los franceses) y la cleptocracia de larga data están desestabilizando las sociedades africanas, que ya están plagadas de sobrealimentación y violencia etno-tribal en el marco de absurdas fronteras artificiales. Todas estas fechorías estructurales incitan a los africanos a intentar llegar a Europa y, en consecuencia, a pasar por Túnez, más seguro que Libia en plena guerra civil.

El presidente Kaïs Saïed considera que estos flujos migratorios clandestinos «quieren cambiar la composición de la demografía tunecina. Es un complot para atacar al Estado, al pueblo y a la identidad tunecina». Añade que se trata de «una empresa criminal urdida en los albores de este siglo». Así, considera que una grave amenaza se cierne sobre el «carácter árabe y musulmán de Túnez». Renaud Camus, ¡sal de ese cuerpo!

Las declaraciones presidenciales provocaron la indignación de los medios de comunicación santurrones, que hablaron de «conspiración» y «racismo». El Banco Mundial, conocida institución depredadora, rompió las negociaciones con el gobierno de Túnez el 7 de marzo. Víctimas de los años de negligencia de Ben Ali (1987-2011) y de diez años de indecente connivencia parlamentaria, los tunecinos sufren ahora una terrible crisis económica. Afectado por una elevada inflación, el país de unos doce millones de habitantes tendría entre 21.000 y 57.000 inmigrantes ilegales africanos.

El líder tunecino ve en ello una fuente preocupante de delincuencia y enfrentamientos. Centro neurálgico de la inmigración ilegal, Sfax ha sido testigo de violentos incidentes entre indocumentados y locales, preocupados también por la proliferación de iglesias en su suelo, con muchos africanos profesando el cristianismo. Al día siguiente del discurso presidencial, las embajadas de Burkina Faso y Congo comenzaron a repatriar lo antes posible a cuantos de sus respectivos nacionales se encontraban en Túnez de forma ilegal. El 4 de marzo, dos aviones fletados respectivamente por Malí y Costa de Marfil llevaron de vuelta a Bamako a 133 malienses y a Abiyán a 145 marfileños. Las ONG de defensa de los derechos humanos se indignaron. Sus vehementes críticas no impresionan al jefe de Estado que se atreve a poner en práctica la repatriación.

A continuación, los comentaristas sustitucionistas insisten sin reparos en el índice de abstención del 69,50% para el referéndum constitucional del 25 de julio de 2022. Siempre señalan con rara malignidad que las elecciones legislativas del 17 de diciembre de 2022 y del 19 de enero de 2023 se celebraron con una participación media del 11,31%. Este elevado índice de abstención es un signo de la despolitización general de la sociedad tunecina. Los juegos políticos y los plazos electorales cansan a los electores que se dirigen a su presidente. Éste también tiene muchos defectos para el pensamiento de derechas. Este fiel defensor del nacionalismo panárabe y de la tradición musulmana paga sus constantes posiciones antisionistas. Occidente le reprocha su alineamiento con Argelia en una guerra fría con Marruecos. En agosto de 2022, el gobierno argelino pagó a su vecino oriental 450 millones de dólares. Unas semanas más tarde, Túnez recibió a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario.

El 5 de marzo, tras las fuertes protestas de la Unión Africana, que asiste al desmoronamiento de su ideal panafricanista, el gobierno tunecino adoptó algunas medidas destinadas a controlar mejor la inmigración incontrolada procedente del África subsahariana. Concede un permiso de residencia de un año, simplifica los procedimientos de repatriación voluntaria dentro de un marco jurídico acordado con las embajadas y exime del pago de multas por presencia ilegal. Es probable que estas opciones exasperen a una población de la que una minoría es negra y que nunca ha mirado a su pasado de esclavitud.

Registrado como partido 214 en diciembre de 2018, el Partido Nacionalista Tunecino no debe confundirse con la formación progresista del empresario Faouzi Elloumi, el Partido Nacional Tunecino. Dirigido por Sofien Ben Sghaïr, el Partido Nacionalista Tunecino denuncia «un plan europeo anunciado para instalar a los migrantes subsaharianos en Túnez e impedirles ir a Europa». De hecho, Bruselas está dando varios millones de euros a Túnez para impedir cualquier salida hacia la península italiana. Este verano, este movimiento lanzó una petición en Facebook exigiendo la expulsión inmediata de los migrantes ilegales y de los inmigrantes delincuentes, la imposición de visados obligatorios para los africanos y la derogación de la ley liberticida del 23 de octubre de 2018, que penaliza los actos, comentarios y discriminaciones vinculados a la raza. No obstante, este texto ha recogido más de un millón de firmas.

Abogando por la preferencia tunecina, el Partido Nacionalista Tunecino ha estado comprobando en las tiendas y otros restaurantes de las principales ciudades durante las últimas semanas si los empleados negros son legales. Estas acciones pueden entenderse en el contexto de una competencia con un heredero muy lejano de la Brigada Norteafricana que luchó contra los resistentes en Lemosín, un tal Partido Nacionalsocialista Obrero de Túnez, cuyo secretario general, Mohamed Al-Kahlawi, recibió en octubre de 2022 a un alto responsable del Frente Polisario.

En la cuarta columna del 5 de octubre de 2021, titulada «La toma de decisiones tunecina», su servidor mencionaba el carácter atípico del presidente Kaïs Saïed, definido en L’Actualité à la hache (Éditions du Lore, 2021) como «el exitoso cruce político de los ‘Chalecos Amarillos’ franceses y el Movimiento Cinco Estrellas italiano». Se podría añadir que es primo lejano de Éric Zemmour y Henry de Lesquen. Su hostilidad a la cháchara parlamentaria, su evidente rechazo al sistema de partidos, su inmensa preocupación por preservar la identidad nacional árabe y mahometana del pueblo tunecino y sus jabs contra los dogmas de lo «políticamente correcto» hacen de él, a pesar de las graves contingencias económicas, un grandísimo servidor de su país.