Ser católico no significa ser oveja de un rebaño manso. Como ha dicho el otro día de forma suave y firme monseñor Schneider, ser católico es ser «soldado de Cristo». Significa resistir al mundo, no adaptarse a él.
¿Dónde ancló sus raíces el catolicismo? En Europa. La universalidad (inherente al propio significado de la palabra «católico») no significa disolución de la patria donde la planta brotó para entregar sus dones al mundo. La universalidad significa echarse al mundo, como lo hizo España, que evangelizó a medio orbe. Que la patria propia, solar bañado con la sangre de nuestros mayores, sirva para extender verdades universales, eso es universalidad: nada que ver con el mestizaje impuesto.
Pero mucho me temo que Bergoglio no sabe de identidades. Y poco hemos de esperar de encíclicas tutti fruti donde se dilapida el saber de la Iglesia, el de los Santos Padres, o el del tomismo, sustituyéndose por manifiestos en la línea de Greta Thunberg, apelaciones a la «inteligencia emocional» y refritos de la UNESCO y Paulo Coelho.
Langella nos habla ahora en español, gracias al buen hacer de Ediciones La Tribuna del País Vasco. Es un lujo leer en nuestro idioma la llamada del autor francés a este rebaño, que ahora se vuelve rebelde: ¿rebaño? Solo admitirán a Cristo como verdadero pastor, de rodillas sólo ante Dios; reactivos soldados de Cristo que se niegan a ser minoría en su propia patria, que apelan con fuerza a la Reconquista frente a la nueva invasión de infieles, que recuerdan que la Iglesia no es propiedad de Bergoglio ni de unos cuantos burócratas mundialistas con sotana.

Carlos X. Blanco nació en Gijón (1966). Doctor y profesor de Filosofía. Autor de varios ensayos y novelas, así como de recopilaciones y traducciones de David Engels, Ludwig Klages, Diego Fusaro, Costanzo Preve, entre otros. Es autor de numerosos libros. También colabora de manera habitual con diferentes medios de comunicación digitales.
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