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Los topónimos vascos: manipular, falsificar y rediseñar


Ernesto Ladrón de Guevara | 08/04/2020

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Normalmente nos suele dar igual que cambien los nombres de los pueblos, enclaves, provincias, ciudades. Sin embargo, tras un topónimo se encuentran siglos de historia del lugar, de formas de vida tradicionales, de una antropogenia que procede de los ancestros comunes. ¿Tenemos derecho a modificarlo? ¿Por qué se hace?

La razón que suele motivar esa modificación tiene como finalidad transformar cognitivamente a la población que vive en ese espacio cultural, geográfico e histórico. Persigue cambiar la cosmovisión cultural de las gentes, hacerlas ignorantes, impedir y cortocircuitar la transmisión de un legado que da personalidad propia a ese ethos colectivo.

¿Y para qué hacerlo?

Al cambiar esa cosmovisión heredada se hace tabla rasa del acervo común para transformarlo. El nacionalismo o cierta izquierda pretende con ello una hegemonía cultural que permita el cambio mediante la modificación cognitiva de las masas. Solamente un poder es capaz de guiar a las gentes de forma ovejuna si éstas son ignorantes y pueden ser pastoreadas hacia un objetivo. El legado cultural es un estorbo para que el nacionalismo logre una sociedad homogénea, clónica de su proyecto de supremacía. Si éste es un estorbo para sus fines lo modifican a su gusto y forman un mito cognitivo o una realidad paralela que nada tiene que ver con el pasado de nuestro ser y existir.

Hay diferentes maneras de «trucar» lo que es la toponimia

1. Modificar la grafía del topónimo introduciendo caracteres que corresponden al batua o euskera oficial que aglutina a los diferentes dialectos del vasco. Con lo cual se vulnera el principio del respeto al origen del topónimo y a su tradicional escritura.

2. Compatibilizar en doble denominación un topónimo con un asentamiento anterior a la fundación de la villa o puebla de origen medieval, remontándose a los antecedentes al hecho fundacional de esa población. De tal manera que también se modifica ex novo la forma tradicional de denominar el enclave o la villa o población fundada por un rey sea navarro o castellano.

3. Traducir al euskera el término castellano, modificando el origen del topónimo y su uso tradicional a lo largo de siglos, mientras que, paradójicamente, no se hace lo propio con los topónimos de origen éuscaro.

4. Eliminar uno de los dos términos del sintagma nominal con el que se nombra el topónimo, de tal manera que se desfigura su origen medieval y su fundación real.

5. Inventarse, sin más otra denominación que no tiene ninguna raigambre ni uso en los tiempos pretéritos hasta hoy, entendiendo por hoy los últimos 40 años.

Una conclusión breve

La ingeniería social y cultural de los nacionalistas implica modificar la historia y adaptarla al servicio de su estrategia de hegemonía cultural, siguiendo la estela ideológica de Gramsci, que en la cárcel diseñó una vía para lograr lo que por la razón no se conseguía, es decir, avanzar en la revolución comunista modificando cognitivamente a la masa. Es decir, cambiando los ejes del esquema cognitivo que se construyen con conocimientos antropológicos ciertos y verificados, y sustituyéndolos por mitos, falsos tópicos, y frases hechas de naturaleza simbólica y sofística.

Una de esas herramientas para borrar del imaginario colectivo su pasado es liquidar toda huella del mismo, y sustituirlo por una señalética específica que de la idea del pasado nacionalista desde que Tubal llegara a nuestra tierra, es decir, laminando todo signo que de reflejo de la verdadera naturaleza histórica y cultural de nuestra tierra.

Ernesto Ladrón de Guevara: Los nombres robados: Manipulación, falsificación y rediseño de los topónimos vascos. Letras Inquietas (Noviembre de 2019).

Nota: Este artículo es un extracto del citado libro.