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Masonería, política y poder


Fernando José Vaquero Oroquieta | 28/01/2021

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Una dimensión particularmente polémica de la masonería es la de sus implicaciones políticas y su papel como motor impulsor de determinadas corrientes filosóficas nutrientes del «espíritu de los tiempos modernos» y de sus realizaciones mundanas.

No existe política masónica, sino masones metidos en política, a juicio de los propios masones. Y, en ese sentido, no dejan de contrastar las convicciones monárquicas (más o menos liberales o conservadoras, según los casos) de los masones británicos, frente al republicanismo radical-socialista, anarquista e incluso comunista de sus hermanos mediterráneos. Pero tal característica inglesa no deja de ser una anécdota, explicable por las concretas circunstancias históricas de aquella nación, pues la masonería inglesa nació y se desarrolló en buena medida para consolidar la Casa Real de los Hannover, hoy Windsor, frente a los católicos Estuardo. Una vez asentado su poder, moderaron sus apetitos políticos, alejándose de cualquier pretensión utópico-revolucionaria.

Lo cierto es que no pocos escritores masones se jactan de que sus ideas (a través de la acción de muchos de sus hermanos) han influido decisivamente en una serie de acontecimientos históricos y culturales de indudable trascendencia; primero en Europa y Estados Unidos y, a resultas de su preponderancia durante estos dos, siglos, en el resto del devenir mundial.

Así, el profesor Francisco Espinar Lafuente, señala como acontecimientos determinados por el impulso de los masones con una impronta fundamental, los siguientes que pasaremos, meramente, a enunciar: la Ilustración en el período de los Estados absolutos (entre 1750 y 1800), la Revolución norteamericana cuyo símbolo sería, a su juicio, el gran masón George Washington, la Revolución francesa y su expansión a través de Napoleón, la independencia de Iberoamérica (1810-1825), la lucha contra los Imperios, Monarquías y Estados absolutistas (siglos XIX y XX), la abolición de la esclavitud, la unificación de Italia con la supresión de los Estados Pontificios, la secularización de las Universidades y de las ciencias, el laicismo en la enseñanza (189-1918), la Sociedad de Naciones (1919-1939), la Organización de las Naciones Unidas (desde 1945), la descolonización en Asia y en África desde 1950 (fecha de independencia de la India) y una influencia benévola en la evolución del socialismo.

Este autor, sin duda, atribuye todos estos acontecimientos al influjo, en mayor o menor medida, de la masonería, partiendo de que (el aquí citado) se trata de un libro de carácter filosófico, sin entrar en un estudio de los aspectos históricos aludidos que pudiera avalar la tesis. Por ello, el listado hay que acogerlo con algunas reservas; más cuando los historiadores tienden a limitar, desmitificando (desde sus estudios académicos), el alcance real de la participación directa de la masonería en buena parte de tales acontecimientos. Pero hay que señalar que, en efecto, todos ellos, de enorme trascendencia en la configuración de nuestro mundo, parecen acordes, a priori, con los principios subyacentes en el espíritu masónico.

Desde tales premisas, vamos a dedicar un breve espacio a la relación de la masonería con la Revolución Francesa, y lo haremos dando voz al propio Gran Oriente de Francia: «En 1789 el Gran Oriente de Francia contaba con 30.000 miembros y 1.000 Talleres. Constituía una entidad potente imbuida de luces filosóficas y diferentes culturas especulativas. Hoy sabemos que no existió un complot masónico que originara la Revolución, pero en cambio se reconoce la influencia de numerosos francmasones en los hechos revolucionarios y que los debates en las logias fueron determinantes. La huella masónica en la Revolución francesa puede percibirse en las modalidades de funcionamiento y en muchos signos simbólicos adoptados por las nuevas instituciones. Recordemos además que la composición musical creada por el hermano Rouget de Lisle se convirtió en himno nacional. Sin embargo, entre 1793 y 1796, el Gran Oriente de Francia tuvo que ponerse casi totalmente en suspenso. En general, ello obligó a los francmasones a retractarse o a sufrir este régimen del Terror».

Por su parte, de manera sintética, el nada sospechoso de antimasonismo José Antonio Ferrer Benimelli, afirma, remitiéndose a la influencia de la masonería en el mundo contemporáneo: «Al igual que la obra cumbre de Henri Dunant, la Cruz Roja, otras instituciones supranacionales, como los Boy-Scouts, los Juegos Olímpicos, la Conferencia de Paz de La Haya, la Sociedad de Naciones, la Primera Internacional, la ONU, etc. tradicionalmente se vienen vinculando a la masonería en unos casos con más acierto y fidelidad histórica que en otros. Así, por ejemplo, consta de la activa participación de masones, y masones cualificados, en el apoyo a las Conferencias de Paz de La Haya, a la Sociedad de Naciones y Primera Internacional, siendo menos claro (al menos en su fundación) el caso de los Boy-Scouts, los Juegos Olímpicos y la ONU, si bien en todos los casos el ideario que impregna todas estas instituciones está basado en el mismo que desde sus orígenes defiende la masonería universal, es decir, en la fraternidad entre los pueblos por encima de razas, naciones y creencias religiosas, el pacifismo a ultranza, la universalidad y defensa de los derechos del hombre, del ciudadano y de los pueblos; la igualdad social y defensa del oprimido, perseguido y encarcelado; la libertad, base indispensable de la convivencia fraternal; la justicia sin paliativos; la formación integral del hombre; y finalmente el antibelicismo que permita llegar a través del desarme y el arbitraje internacional a esa Paz».

Más recientemente, el prestigioso investigador masón Iván Herrera Michel, ha afirmado que «a pesar de que los masones siempre hemos sostenido que se puede ejercer la política pero sin implicar a la Orden, lo cierto es que lo que conocemos como la Masonería reviste unas características políticas innegables». Para avalar esta afirmación, el autor se remite al papel de los masones en el desarrollo de los derechos humanos en todo el mundo, en la defensa del individuo frente al absolutismo, para independizar naciones, en la creación de Naciones Unidas y la Unión Europea, en la erradicación de la esclavitud; su enemistad con las confesiones de corte integrista, apostando por la laicidad y la separación del poder religioso del civil; el papel de las logias inglesas en el Imperio británico para captar colaboracionistas y formar una élite dirigente; el innegable papel político del Gran Oriente de Francia y su apoyo al Mayo del 68; la presencia decisiva de masones de origen español en las Juntas de gobierno, Supremas, Revolucionarias, y en las propias Cortes de Cádiz que siguieron a las abdicaciones de Bayona y a la insurrección contra José Bonaparte; la participación de masones en diversas conspiraciones contra Fernando VII; los numerosos comunicados emitidos hoy por la Gran Logia Simbólica Española con motivo de diversos acontecimientos políticos y económicos; su vinculación a partidos liberales y a las luchas por la independencia en toda América. De tal modo, concluye: «Entonces, no es extraño que no nos crean mucho cuando sostenemos que los masones no nos ocupamos de temas políticos. La verdad es que sí nos ocupamos de ellos. Esta dicotomía aparente (evidencia y negación) ayuda a soportar el imaginario conspirativo de que la Orden representa un mundo de poder subterráneo y secreto que tras las bambalinas quita y pone reyes, presidentes y ministros, que los masones estarían obligados a negar sistemáticamente».

Sin embargo, a pesar de tan clamoroso como significativo balance histórico, difícilmente objetable, tal y como señala José Antonio Ullate «puede que la masonería como organización haya perdido gran parte de su vitalidad y que incluso languidezca en casi todos los países, pero indiscutiblemente los principios de la masonería se han impuesto integrándose en la vida cotidiana de la gran mayoría de los habitantes del mundo occidental». Y, más adelante, sintetiza: «La masonería es un vehículo para transmitir un sistema ético y doctrinal. Es innegable que ha cumplido su misión, una tarea en la que no ha estado sola, pues esos principios, que se originaron fuera de la masonería, han sido defendidos por muchos otros. Una vez más, nos damos cuenta de cómo una excesiva obsesión con la organización masónica, un exagerado interés por la hipotética condición masónica de algunos personajes claves de la historia, han traído como consecuencia una inflación de la importancia de la institución en sí misma».

De modo que aunque la institución, en sí, a lo largo de la historia, o ahora mismo, no alcanzara nunca los volúmenes reales atribuidos tanto por masones apologetas como por antimasones furibundos, bien puede decirse que la masonería ha sido una de las «punta de lanza» más incisivas en el triunfo de la Modernidad frente a la sociedad tradicional de la Cristiandad europea.

Fernando José Vaquero Oroquieta: La constelación masónica. La Tribuna del País Vasco (OCtubre de 2020)

Nota: Este artículo es un extracto del citado libro