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Política migratoria alemana: las puertas están abiertas de par en par


Marie d'Armagnac | 18/01/2023

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El Gobierno de Olaf Scholz imprime cada vez más su sello al país con un ecologismo de izquierdas fuerte y asertivo.

A finales de noviembre de 2022, el ministro de Trabajo, Hubertus Heil, presentó, según informa L’Express, las nuevas disposiciones en materia de inmigración que se votarán este año.

En Alemania hay dos millones de puestos de trabajo vacantes, y el Gobierno afirma que necesita incorporar 400.000 trabajadores extranjeros al año para garantizar el buen funcionamiento de la economía alemana. La competencia en el mercado laboral europeo por personal cualificado es tan feroz que el Gobierno de Scholz se propone flexibilizar considerablemente las condiciones de inmigración laboral y revisar el Código de la Nacionalidad Alemana. «Queremos implantar la legislación más moderna de Europa para competir con otros países que también buscan talentos en el extranjero», explica Hubertus Heil.

Barra libre en todas las plantas. Uno de los objetivos es traer trabajadores cualificados a toda costa. Olaf Scholz sigue el camino exactamente opuesto al de los socialdemócratas daneses: fin de la preferencia nacional en la contratación, rebaja de los criterios de selección, simplificación administrativa. A los solicitantes de inmigración laboral ya no se les exigirá el conocimiento de la lengua alemana ni un contrato de trabajo. Un sistema de puntos facilitará y acelerará el proceso: se obtendrán puntos en función de los títulos, la edad, la experiencia profesional y los vínculos con Alemania.

También se simplificará enormemente el acceso a la nacionalidad alemana. Se levantará definitivamente la prohibición de la doble nacionalidad, aunque ya estaba viciada por numerosas excepciones, ya que el 69% de las personas recientemente naturalizadas tienen doble nacionalidad. Todo el gobierno alemán se moviliza en este suicidio identitario a escala nacional. El Ministro del Interior explica que la naturalización será posible al cabo de cinco años en lugar de ocho, plazo que se reducirá a tres en caso de buena conducta por parte del solicitante: dominio de la lengua, compromiso con la sociedad civil. De los nueve millones de extranjeros que viven hoy en Alemania, cinco llevan ya más de diez años en el país. Ya podemos prever un auge de las naturalizaciones.

¿Por qué semejante suicidio civilizatorio? ¿Cuál es la fuerza motriz, más poderosa que todas las demás, más fuerte que el amor a un pueblo, a su historia, a sus raíces, a sus costumbres y a sus tradiciones, que empuja a un gobierno a acelerar, como un piloto de Fórmula 1, la sustitución de un pueblo por un mosaico de individuos procedentes de todo el mundo, mucho más allá de Europa? La desastrosa experiencia de la política de puertas abiertas de Angela Merkel, que encontró su episodio más llamativo y violento en la noche de Nochevieja de 2015 en Colonia, no ha servido de lección.

Todo lo contrario. Partiendo de la constatación de que, con una tasa de fertilidad de 1,53 en 2020, Alemania no sólo agravará su escasez de mano de obra, sino que ya no podrá mantener su régimen de pensiones de reparto, la industria alemana lleva tiempo presionando a las autoridades para que flexibilicen las políticas migratorias. La única manera, según ellos, es facilitar la inmigración laboral, pero también reforzar el atractivo del país ampliando considerablemente las vías de acceso a la nacionalidad alemana. Según L’Express, «el presidente de la Cámara de Artes y Oficios, Hans Peter Wollseifer, desea incluso que la administración de extranjeros se transforme en un centro de acogida» (sic).

Olaf Scholz cree que dos tercios del fuerte crecimiento del mercado laboral alemán (45 millones de personas con trabajo para 83,2 millones de habitantes) se deben a «inmigrantes sin pasaporte alemán». Continúa: «Quien viva y trabaje aquí permanentemente debe poder votar y ser elegido».

Se trata, pues, de una inmigración y, por tanto, de un asentamiento a largo plazo, o incluso permanente, que se está estableciendo en Alemania, bajo la fuerte presión conjunta de la izquierda ideológica en el poder y de la patronal alemana de la industria. También influye el desarrollo de la economía verde: el Ministro de Ecología quiere triplicar las inversiones en este campo, por lo que hay que importar mano de obra.

Esta reforma de la política migratoria alemana sólo tiene un mérito: revela el cinismo de la socialdemocracia alemana y europea, su desprecio por las identidades nacionales, su afiliación al capitalismo más desenfrenado, que pretende considerar a los trabajadores como unidades intercambiables, desarraigadas y sometidas a servidumbre a voluntad. No podemos imaginar las repercusiones que tendrá este tsunami migratorio que se avecina.

Fuente: Boulevard Voltaire