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Guerra en Ucrania: elementos para la civilización euroasiática


Henri Feng | 09/03/2022

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La invasión que sufre Ucrania desde el 24 de febrero marca un punto de inflexión en la historia de las relaciones internacionales. De hecho, la Rusia de Vladimir Putin ya no tiene la intención de apoyar los intentos de la OTAN en un territorio que considera su punto de anclaje. Solo que los ucranianos venden su piel cara y los rusos ya no esperarían detenerse en un camino tan bueno. ¿Quizás invadir Moldavia y también Georgia? ¿Por qué? Para reconstituir el bloque euroasiático.

Su mirada está definitivamente vuelta hacia el Este, especialmente desde la anexión de Crimea en 2014. Hacia el vecino chino, no sin escalada con los occidentales, en palabras y en hechos. En definitiva, ciberataques y amenazas de ataques nucleares. Sin embargo, es esta Asia la que está rodeada, atacada. Ella tiene la obligación de fortalecerse a sí misma. Se trata, por tanto, de una nueva crisis de los misiles, después de la de Cuba en 1962. Sobre todo, un retorno a viejos antagonismos que datan del siglo XVIII. La venganza del viejo mundo sobre el llamado nuevo. Pero el precio ya es demasiado alto para el Kremlin. A partir de ahora, se enfrenta a una prohibición a todos los niveles: financiero, comercial, digital, mediático, deportivo y geopolítico. Como si la Rusia de hoy no valiera más que la Alemania de los nazis. Más peligroso, por tanto, que los actuales Catar e Irán…

Frente a la bestia, el filósofo tiene presente que nunca podremos deshacernos de las estructuras ancestrales, la tierra y los muertos. Quiere entender el imperio, el del bien, este mundo protestantismo que nunca deja de inventar una guerra contra un mal radical. Es cierto que dos civilizaciones están al borde de un enfrentamiento duradero: el campo anglosajón, con sus trucos, sus trucos sucios, siempre tendientes a golpear la billetera en nombre de los reinados del individuo y del capital, contra el campo eslavo, incluso el Lejano Oriente, que demuestra su fuerza y ​​su visión del cosmos, entre partidas de ajedrez y partidas de go. El arte de la división (medios de comunicación, alcohol, drogas…) versus el arte de la guerra. La vida individual contra la muerte perpetua.

Debe ignorarse que «venimos de Asia», como había afirmado Schopenhauer en 1840. En virtud de una concepción no racionalista del mundo, el más pesimista de los filósofos había dicho, como un Buda, que «la voluntad es la sustancia del hombre, el intelecto es su accidente». Porque «la muerte es un sueño donde se olvida la individualidad; todo el resto del ser tendrá su despertar, o mejor dicho, no ha dejado de estar despierto». Necesariamente, la taza que se rompe no aniquila su té. Hablando metafísicamente, la muerte tendría prioridad sobre la vida.

Un punto fundamental de acuerdo con Joseph de Maistre, para quien «la guerra es divina», contra la Ilustración, contra las revoluciones democráticas y liberales. Como diplomático en Rusia, de 1802 a 1817, que había escrito precisamente Les Soirées de Saint-Petersburg: «Dios, que es el autor de la soberanía, es por tanto también el autor del castigo. Había percibido, también entre los eslavos, que el hombre, que sólo vale porque cree, no vale nada si no cree en nada». Pero, ahora, todo es al revés: los rusos serían ilustrados… en la trampa del «círculo de la razón». O realismo y materialismo contra idealismo y espiritualismo. Alimentos terrestres contra entes celestes y marinos, por no decir espaciales. Centro extremo contra límite extremo.

Fuente: Boulevard Voltaire