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Envío masivo de migrantes: ¿una nueva forma de gestionar los conflictos entre Estados?


Marie Delarue | 23/05/2021

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Miles de puntos negros en el mar y las concurridas playas por donde avanzan los tanques y la Guardia Civil… Es en Ceuta, un enclave español en la costa norte de Marruecos, donde desembarcaron el pasado lunes cerca de 8.000 marroquíes que llegaron nadando o caminando por el diques que bordean las playas. La mitad de los adultos ya han sido devueltos a Marruecos, pero es imposible deportar a los 2.000 menores. Al mismo tiempo, más de 300 también intentaron el paso a Melilla, el otro enclave español, a 400 km de distancia.

Ceuta y Melilla son las fronteras meridionales de Europa, el último muro antes de África. Entonces Pedro Sánchez, el jefe del gobierno socialista español, le aseguró: «La integridad territorial de España, de sus fronteras, que son también las fronteras exteriores de la Unión Europea, y especialmente la seguridad de nuestros compatriotas y su paz, será defendida por el gobierno español, en todo momento, ante cualquier desafío, con todos los medios necesarios y conjuntamente con sus socios europeos». Si Europa está tan ansiosa como está por defender la costa italiana, los habitantes de Ceuta no están dispuestos a encontrar la paz de nuevo…

¿Cómo nadaron o navegaron en canoa estos miles de marroquíes sin la intervención de la policía marroquí? Estaba mirando hacia otro lado, cuando en realidad no facilitó el paso.

Para resumir en una palabra: nos hemos «soltado» a sabiendas de estas inundaciones de inmigrantes para asaltar España, luego Europa.

Esto no es más que una llamada de atención de las autoridades marroquíes. Una nueva forma de ejercer presión en un conflicto entre ellos y el gobierno español. En efecto, como dice Juan Jesús Vivas, presidente de Ceuta: «Nuestra ciudad ha sufrido una invasión, sería un error tratar el tema como un problema migratorio».

Es un problema político. Marruecos acusa a España de haber acogido al líder de los separatistas del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño. Según Jeune Afrique, «un equipo de médicos argelinos acompañó al líder saharaui a Zaragoza a bordo de un avión médico fletado por la presidencia argelina».

Marruecos exige respeto por la palabra dada. La situación del Sáhara Occidental, una ex colonia española, ha estado en el centro del conflicto durante 45 años. El Frente Polisario reclama su autonomía; Marruecos, que controla más de dos tercios del territorio, propone un plan de autonomía bajo su soberanía. Como hace Francia con Nueva Caledonia. Sin embargo, recuerda Le Monde, «dado que, el 10 de diciembre de 2020, el expresidente estadounidense Donald Trump decidió reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, Rabat espera de España – y si es posible de Europa – que ella haga lo mismo. Sin éxito. Sin embargo, a cambio, Marruecos había restablecido sus relaciones con Israel, una decisión ya difícil en ese momento, que corre el riesgo, en el contexto actual de los bombardeos sobre Gaza, de enardecer a la opinión pública».

Agregue a eso la cuestión financiera. France Inter lo resume: «Rabat vio cómo, en 2016, Turquía obtuvo 6.000 millones de euros de Europa para detener la afluencia masiva de inmigrantes». ¡Incluso Libia se sirvió al obtener, en 2015, más de 350 millones de euros! Sin embargo, «retener a los inmigrantes le ha costado a Rabat 3.500 millones de euros en cinco años. Europa dio 140 millones y España sumó 30 pequeños millones al año. El recuento no está ahí y la pandemia ha hecho que el dinero sea muy urgente».

Fuente: Boulevard Voltaire