Decía Madariaga que «los naturales del Nuevo Mundo no habían pensado jamás unos en otros no ya como una unidad humana, sino ni siquiera como extraños. No se conocían mutuamente, no existían unos para otros antes de la conquista. A sus propios ojos, no fueron nunca un solo pueblo. Los indios puros no tenían solidaridad, ni siquiera dentro de los límites de sus territorios, y, por lo tanto, menos todavía en lo vasto del continente de cuya misma existencia apenas si tenían noción. Lo que llamamos ahora México, la Nueva España de entonces, era un núcleo de organización azteca, el Anahuac, rodeado de una nebulosa de tribus independientes o semiindependientes, de lenguajes distintos, dioses y costumbres de la mayor variedad. Los chibcha de la Nueva Granada eran grupos de tribus apenas organizadas, rodeados de hordas de salvajes, caníbales y sodomitas. Y en cuanto al Perú, sabemos que los incas lucharon siglos enteros por reducir a una obediencia de buen pasar a tribus de naturales de muy diferentes costumbres y grados de cultura, y que cuando llegaron los españoles, estaba este proceso a la vez en decadencia y por terminar. Ahora bien, éstos fueron los únicos tres centros de organización que los españoles encontraron. Allende aztecas, chibchas e incas, el continente era un mar de seres humanos en estado por demás primitivo para ni soñar con unidad de cualquier forma que fuese».
Una obra de la Iglesia y la monarquía española
La introducción de la formación cultural de los aborígenes amerindios fue desarrollada, como correspondería en los siglos XVI y XVII, también en Europa, por la Iglesia católica, y en especial por las órdenes religiosas, como los franciscanos, los dominicos, agustinos y los jesuitas. Recordemos que las universidades medievales tienen su origen en las escuelas catedralicias ya que religión y cultura estaban directamente entrelazadas. Por tanto, no ha de extrañar que las escuelas y universidades americanas nacieran de la obra civilizadora y evangelizadora de los religiosos allí desplazados. El resto del personal de la obra de colonización representaba a la Corona en el proceso de organización de las ciudades y la estructura organizativa del Imperio. Fue a esos misioneros a los que correspondió la grandiosa obra humanística y de avance en la evolución de las comunidades indígenas hacia un estadio de desarrollo humano.
Con la llegada de Carlos III, el rey ilustrado y la expulsión de los jesuitas se vivió una regresión, puesto que esa orden religiosa no fue sustituida en su acción por una acción cultural paralela o asimilable a la intervención jesuítica en las misiones en Nueva Granada, Perú, Chile y México. No había separación, hasta entonces, entre evangelización y cultura pero eso no fue en detrimento de la obra civilizadora sino todo lo contrario. No hay algo que se pueda calificar como homólogo, en lo que luego sería la América de los Estados Unidos, tras la ocupación de las tierras que abarcaban el Imperio español hasta Alaska, en todo el oeste de lo que ahora es Norteamérica.
Dice José María Iraburu en su obra Los hechos de los apóstoles en América que «los frailes edificaban junto a los monasterios unas grandes salas para escuela de niños indios. En 1523, apenas llegado, fray Pedro de Gante inició en Texcoco una primera escuela, y poco después pasó a enseñar a otra en México. Enseguida surgieron otras en Tlaxcala, en Huejotzingo, en Cuautitlán, el pueblo de Juan Diego, y en Teopzotlán, y más adelante en muchos sitios más. En cambio, los dominicos no fundaron en sus misiones de la Nueva España ningún colegio secundario, era hostiles a estas instituciones y, en particular, a que se enseñara latín a los indios. No compartían los agustinos esta desconfianza. Rápidamente se fue multiplicando el número de estos centros educativos, de modo que, en buena parte, la evangelización de México se hizo en las escuelas, a través de la educación de los indios. Los frailes recogían a los niños indios, como internos, en un régimen de vida educativa muy intenso, y «su doctrina era más de obra que por palabra. Allí, con la lectura y escritura y una enseñanza elemental, se enseñaba canto, instrumentos musicales y algunos oficios manuales, y también enseñaban a los niños a estar en oración A partir de 1530, bajo el impulso del obispo franciscano Zumárraga, se establecieron también centros de enseñanza para muchachas, confiados a religiosas, en Texcoco, Huehxotzingo, Cholula, Otumba y Coyoacán. La costumbre de las escuelas pasó a las parroquias del clero secular, e incluso el modelo mexicano se extendió a otros lugares de América hispana. Decía fray Martín de Valencia en una carta de 1531, que en estas escuelas tenemos más de quinientos niños, en unas poco menos y en otras mucho más. Se solía recibir en ellas sobre todo a los hijos de principales. Estos, al comienzo, recelosos, guardaban sus hijos y enviaban hijos de plebeyos. Pero cuando vieron los señores que éstos prosperaban y venían a ser maestros, alcaldes y gobernadores, muy pronto entregaron sus hijos a la enseñanza de los frailes. Y como bien dice Mendieta, por esta humildad que aquellos benditos siervos de Dios mostraron en hacerse niños con los niños, obró el Espíritu Santo para su consuelo y ayuda en su ministerio una inaudita maravilla en aquellos niños, que siéndoles tan nuevos y tan extraños a su natural aquellos frailes, negaron la afición natural de sus padres y madres, y pusiéronla de todo corazón en sus maestros, como si ellos fueran los que los habían engendrado. Por otra parte, los muchachos indios mostraron excelentes disposiciones para aprender cuanto se les enseñaba. El escribir se les dio con mucha facilidad, y comenzaron a escribir en su lengua y entenderse y tratarse por carta como nosotros, lo que antes tenía por maravilla que el papel hablase y dijese a cada uno lo que el ausente le quería dar a entender. En la escritura y en las cuentas, así como en el canto, en los oficios mecánicos y en todas las artes, pintura, escultura, construcción, muy pronto se hicieron expertos, hasta que no pocos llegaron a ser maestros de otros indios, y también de españoles».
Un Imperio creador, no depredador
Esa obra civilizatoria introdujo nuevos sistemas de vida que mejoraron la existencia de quienes los acogían. La comparación entre España y otros entes de poder colonizadores no resiste un análisis de historia comparada. España no fue simplemente una nación sino un imperio civilizador, creador de un nuevo espacio cuasi global sometido a las Leyes de Indias y de los dictados de Francisco de Vitoria, creador del primer derecho internacional público. No fue, por tanto, una nación depredadora o esquilmadora, sino, al contrario, creadora de una nueva forma de entender las relaciones en aquellos nuevos territorios descubiertos. Y, por cierto, los españoles fuimos los primeros en preservar las lenguas propias de aquellos indios, algo que no hicieron los demás países colonizadores.
Si sirve como pauta de la civilización generada, esta es la relación de universidades creadas en Hispanoamérica por España y la Iglesia católica durante el siglo XVI y siguientes:
- Real y Pontificia Universidad de San Marcos (Lima, Perú), fundada por Real Provisión del 12 de mayo de 1551.
- Real y Pontificia Universidad de México, fundada por Real Cédula de 21 de septiembre de 1551.
- Real Universidad de La Plata (Sucre, Bolivia), fundada por Real Cédula del 11 de julio de 1552.
- Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (Santo Domingo, República Dominicana), por bula del 28 de octubre de 1538.
- Real y Pontificia Universidad de Santiago de la Paz y de Gorjón (Santo Domingo, República Dominicana), por Real Cédula de 23 de febrero de 1558.
- Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Puebla, México). Fundada por los jesuitas el 14 de abril de 1578.
- Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (Bogotá, Colombia), fundada por bula de 1580.
- Universidad de San Fulgencio (Quito, Ecuador), fundada en 1586.
- Pontificia Universidad de San Ildefonso (Lima, Perú), fundada por bula del 13 de octubre de 1608.
- Pontificia Universidad de Córdoba (Argentina), fundada en 1613. Actual Universidad Nacional de Córdoba.
- Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (Santiago, Chile), fundadaa por bula papal de 1619.
- Real y Pontificia Universidad de Mérida (México). Fue cerrada en 1767.
Real Universidad de San Ignacio de Loyola del Cusco (Cuzco, Perú), fundada en 1621. - Universidad de San Miguel (Chile), fundada por bula de 1621.
- Pontificia Universidad de San Francisco Javier (Bogotá, Colombia), fundada el 9 de julio de 1621.
- Universidad de San Gregorio Magno (Quito, Ecuador), fundada en 1622.
- Real y Pontificia Universidad de San Francisco Xavier (Sucre, Bolivia), fundada el 27 de marzo de 1624.
- Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (Bogotá, Colombia), hoy Universidad del Rosario, fundada en 1653.
- Real Universidad de San Carlos Borromeo (Guatemala), fundada por Real Cédula de 31 de enero de 1676. Actual Universidad de San Carlos de Guatemala.
- Universidad de San Cristóbal (Huamanga, Perú), fundada en 1677. Fue cerrada durante la segunda mitad del siglo XIX. La actual Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga fue fundada en 1959.
- Real Universidad de San Antonio Abad (Cuzco, Perú), fundada el 1 marzo de 1692.
Real Universidad de Santa Rosa de Lima (Caracas, Venezuela), por Real Cédula de 22 de diciembre de 1721. Fue cerrada. La actual Universidad Central de Venezuela fue fundada en su lugar en 1827. - Universidad Pencopolitana (Concepción, Chile), fundada en 1724.
- Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo (La Habana, Cuba), fundada el 5 de enero de 1728. Actualmente, Universidad de La Habana.
- Real Universidad de San Felipe (Santiago, Chile), fundada en 1738.
- Universidad de Los Andes (Venezuela), fundada el 29 de marzo de 1785.
- Real Universidad de Santo Tomás de Aquino (Quito, Ecuador), fundada en 1786.
- Universidad de Guadalajara (México), fundada en 1792.
En la América colonizada por el mundo anglosajón o francés no se instauró ninguna universidad en el periodo de conquista y siguientes. Solo es necesario acceder a Wikipedia y comprobarlo. No hay mejor muestra que este dato de la misión civilizadora y cultural de los españoles en América: sumadas todas las universidades existentes en Europa, no alcanzaban en número las creadas por España en Hispanoamérica.
Ernesto Ladrón de Guevara: Nueva defensa de la Hispanidad. Letras Inquietas (Enero de 2020).
Ernesto Ladrón de Guevara López de Arbina es un alavés enamorado de su cuna natal. Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Autor de libros como Nueva defensa de la Hispanidad, Los nombres robados, Educación y Nacionalismo (Historia de un modelo), Educando: Alternativas a la farsa pedagógica, La configuración del sistema educativo en Álava: Centralización y foralismo y La conformación de las masas: Qué es educación y qué no es. Lleva años colaborando en diferentes medios de comunicación digitales con sus artículos críticos respecto al uso y el abuso de la educación como medio instrumental para el logro de objetivos políticos mediante el adoctrinamiento. En la actualidad, escribe en La Tribuna del País Vasco y El Correo de Madrid y colabora en Radio Ya.