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La modernidad ha abandonado a Aristóteles: ¡ahí radica el problema!


Aleksandr Duguin | 26/08/2024

La pseudociencia de la era moderna comenzó eliminando tres de las cuatro causas de Aristóteles. Sólo se ha conservado una, la causa efficiens, la causa del movimiento. Como resultado, el objeto perdió sus tres dimensiones: laeidética, lahylística y, sobre todo, laentelequéctica.

El objeto ha dejado de estar determinado por su significado espiritual, su vínculo maleable con los elementos, y ha perdido la finalidad del movimiento, que sintetizaba las tres causas anteriores. El objeto se ha convertido en un objeto en movimiento irrelevante (desconocido). Esto significa que sólo existe en movimiento, desconectado de la identidad eterna (causa formalis), de la maleabilidad/elasticidad caótica (causa materialis) y, sobre todo, sin finalidad (causa finalis). Tal movimiento no tiene punto final; es fundamentalmente sin propósito. «Estos son los átomos y remolinos de Demócrito y el fundamento de la enseñanza de Epicuro», dice cualquiera que esté familiarizado con la filosofía griega. Y tiene razón.

Al eliminar la causa final, eliminamos el eje en torno al cual gira el mundo y privamos al tiempo de su orientación. En el fondo, la física del Renacimiento (Galileo, Newton) sentó desde el principio las bases del posmodernismo: reciclaje, poshistoria, cita, disolución del sentido, ironía nihilista.

Lo más falso de la cultura de la era moderna no es su filosofía, sino su ciencia. Es la fuente del declive de la civilización. El premio Nobel Werner Karl Heisenberg, un físico realmente brillante que trabajó en la teoría cuántica, dijo en una ocasión: «La ciencia antigua unió el mundo, lo hizo entero, mientras que nosotros, los científicos modernos, lo estamos desmontando en fragmentos sin sentido; en nuestros esfuerzos por conquistarlo, lo estamos destruyendo». La ciencia moderna es destructiva. Es la ideología destructiva más peligrosa. Lo priva todo de sentido, tratando de someter la ontología sutil del mundo a sus cálculos ilusorios.

Si eliminamos la causa finalis, la realidad se vuelve isomórfica: nada ni nadie tiene el camino correcto. Un camino no es mejor que otro. Al mismo tiempo, la insignificancia global está sujeta a un fatalismo mecánico irreversible. Es un universo totalitario, donde cada cadena de causa y efecto es más fuerte que el acero. Una verdadera tiranía. Así es exactamente como Newton construyó sus comentarios sobre el Apocalipsis: conociendo las causas, deducimos firmemente los efectos. Es el calvinismo aplicado a la ciencia. Pero, ¿cuáles son exactamente las causas? Causa efficiens.

Esta lógica sustenta las dos ideologías occidentales más totalitarias: el liberalismo (que es sin duda el campeón de la degeneración mental) y el comunismo. Conducen, por la fuerza de las circunstancias, a una absoluta pesadilla planetaria. Pero el nazismo no es mejor. Sólo menos dogmático y «científico». Pero sigue la misma lógica, sólo que aplicada no al individuo y a la clase (dos falsos megaconceptos de liberales y comunistas) sino a la raza.
Debemos empezar por reevaluar el concepto de causalidad y volver a una interpretación verdadera y auténtica del mismo.

Nota: Cortesía de Euro-Synergies