Existe otro punto al que debemos prestarle bastante atención: el liberalismo 1.0 y el liberalismo 2.0, como ideologías son diferentes y «conciben» de modo muy distinto al individuo.
El liberalismo clásico consideraba que el individuo era el centro de la sociedad. La física social creada por el liberalismo consideraba que el individuo es análogo a como la ciencia física piensa al átomo. La sociedad está formada por átomos/individuos los cuales son el único fundamento real y empírico de todas las construcciones sociales, políticas y económicas. Todo se reduce al individuo. Es una ley.
Una vez que se entiende esto, es supremamente fácil comprender la ética que plantea el liberalismo y que es finalmente el fundamento de las leyes y el progreso. Si es cierto que el individuo es el sujeto principal de la teoría política, entonces es necesario liberarlo de todo vínculo que tenga con las entidades colectivas que simplemente limitan su libertad y lo privan de sus derechos naturales. Históricamente, todas las instituciones y leyes existentes han sido creadas por los individuos (Thomas Hobbes), pero los individuos han terminado por ser aplastados por ellas y el Estado es el ejemplo más claro de todo ello (el «Leviatán»).
Pero todas las estructuras sociales (como las comunidades, las sectas, las Iglesias, los estamentos, las profesiones y, últimamente, las clases, las nacionalidades y el género) han usurpado la libertad del individuo al imponerle el falso mito de que existe una forma de «identidad colectiva». Por lo que podemos decir que la lucha en contra de cualquier forma de identidad colectiva es el deber moral del liberalismo y el progreso debe ser medido en el sentido de que hayamos sido liberados o no de estas identidades.
Ese es el camino lógico que ha seguido el liberalismo. Por lo tanto, este camino de liberar al individuo de toda identidad colectiva se cumplió a finales del siglo XX. El antiguo orden tradicional y pre-moderno de Europa fue por fin derrotado y totalmente destruido a principios del siglo XX. La victoria que logró el liberalismo sobre el fascismo en 1945 y luego sobre el comunismo en 1991 marcaron los dos momentos simbólicos en que el individuo fue finalmente liberado de todo tipo de identidad nacional y clasista («estatista») (que no eran otra cosa que identidades artificiales que fueron inventadas por ideologías antiliberales modernas). La Unión Europea fue instaurada como un monumento para celebrar esta histórica victoria sobre ambas ideologías. El liberalismo se convirtió en la ideología implícita y, a veces, explícita de la Unión Europea.
Este fue el momento donde culminó la victoria histórica del liberalismo 1.0. El individuo ha sido por fin totalmente liberado. El fin de la historia había llegado y ya no queda ningún enemigo real que pueda combatir al liberalismo. La ideología de los derechos humanos, la cual reconoce la existencia de una igualdad casi absoluta para los seres humanos mucho más allá de las jurisdicciones nacionales (siendo este el principal sustento ideológico de la migración masiva), por fin a triunfado.
Pero es a partir de este punto, y después de haber alcanzado su victoria final, que el liberalismo se da cuenta de que todavía existe una identidad colectiva que destruir: esta identidad colectiva, que había sido dejada de lado, también debía de ser eliminada. Fue entonces cuando surgió la ideología de género. El ser hombre o mujer significa que se tiene una identidad colectiva que prescribe prácticas sociales y culturales rígidamente establecidas. El liberalismo concibió este problema como un desafío nuevo que debía ser superado. El individuo debe ser liberado del sexo, ya que este último es considerado como algo objetivo. El género debe ser opcional y por lo tanto debe ser una elección de carácter individual.
Y es así como por fin comienza a imponerse la ideología de género y cambia poco a poco la naturaleza misma del concepto de individuo. Los posmodernistas fueron los primeros en decir que el concepto liberal del individuo era una construcción racionalista de origen masculino. Con tal de «humanizar» este concepto (y aquí todavía seguimos existiendo dentro del mundo humano), se necesita no solo que las nuevas prácticas emancipatorias ayuden a alcanzar la igualdad entre los géneros, sino que lleven a la sustitución de esa vieja concepción del individuo por una nueva concepción, muy extraña e incluso pervertida (al parecer)
Este problema no se resuelve simplemente con igualar las condiciones y las funciones sociales que los hombres y mujeres llevan a cabo en la sociedad: ni siquiera el hecho de que las personas tengan el derecho de cambiar libre y voluntariamente de sexo parece resolver el problema. Todavía prevalece el patriarcado «tradicional» en toda clase de definiciones que tienen que ver con la racionalidad, las leyes, etc.
Posmodernos como Deleuze, Guattari y otros llegaron a la conclusión de que no era suficiente simplemente liberar al individuo. Se debía ir más allá y ese más allá era liberar al ser humano o, mejor dicho, liberar la “entidad viviente” que existía aplastada por el individuo.
Ha llegado el momento de que el individuo sean reemplazado por una entidad de carácter rizomático y cuyo género sea opcional, es decir, una especie de identidad en red. El último paso será reemplazar a la humanidad con toda clase de seres pos-humanos extraños: máquinas, quimeras, robots, la inteligencia artificial y otras especies producidas por la ingeniería genética.
Sin duda este fue el tema de reflexión por excelencia de una gran cantidad de filósofos franceses bastante extravagantes que teorizaron estas ideas durante las décadas de 1970 y 1980. Y partir de 1990 está tendencia se fue haciendo cada vez más importante en todos los ámbitos sociales y culturales que existen dentro de los países occidentales. Durante la campaña de Biden fuimos testigos de la existencia de una ideología completa y coherente que ya no glorifica al individuo (como lo hacía el liberalismo 1.0), sino que ahora defiende el nacimiento de una nueva entidad post-humana: tecnocéntrica, que tiene un género opcional, un ser pos-individual, una especie de dividuo. Este proceso ha sido preparado en el terreno intelectual por los conceptos desarrollados por autores de izquierda como lo son Antonio Negri y Michael Hardt (quienes han sido patrocinados y promovidos por George Soros). Sin embargo, y a pesar de que en un principio estaban dirigidos en su contra, estos conceptos son ahora mismo aceptadas por el Gran Capital.
Este paso del individuo al dividuo, o de lo humano a lo pos-humano, se ha convertido en el cambio de paradigma que nos lleva a pasar del liberalismo 1.0 al liberalismo 2.0.
Trump es un individuo humano que todavía defiende el individualismo siguiendo el viejo paradigma humanista. Y quizás él es el último de sus defensores. Biden será más bien quien le dé la bienvenida a la pos-humanidad y al dividuo.
Liberalismo 2.0
1. La nueva transformación del liberalismo
2. La victoria del liberalismo
3. El nacional-bolchevismo como concepto surgido de la victoria del liberalismo
4. El enemigo interno
5. Friedrich von Hayek, el comienzo
6. Karl Popper, el intermediario
7. George Soros, la culminación
8. Individuo y dividuo
9. El liberalismo 2.0 y la Cuarta Teoría Política
Fuente: La Cuarta Teoría Política
Aleksandr Dugin es un ensayista, filósofo, analista y estratega político ruso.