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Hay que elegir entre soberanía o constitución: el régimen del 78 ha caído


Carlos X. Blanco | 13/03/2024

No se puede seguir haciendo caso de ese papel: constitución de 1978. Con él se han sonado los mocos todos los bandidos que afloraron en España tras la muerte de Franco. El régimen del 78 hace tiempo que ha caído, esto es un interregno, y el grado de envilecimiento de la vida pública no puede ser soportado por ninguna persona de bien.

El hecho es que se nos quiere imponer un estado mental de resignación e impotencia. A través de la lengua del imperio, que es la de los anglos, nos hablan de la necesidad de «resiliencia» cuando en puridad te señalan tu verdadera condición: esclavitud. Esclavitud es la palabra, y en el diccionario del español no hay otra.

A golpe de bombazos, marcos germanos y dólares, la «democracia» española ha estado teledirigida. Los investigadores ya saben que en vida del propio Caudillo, acercándose éste a su vejez, abundaron los cenáculos y las conspiraciones para encauzar a España hacia los rediles de un sistema corrupto, liberal o «democrático-formal». Léanse como sinónimas estas tres expresiones. Lo más probable es que el propio almirante Carrero Blanco era del todo sabedor de las mismas, y los servicios secretos españoles junto con la diplomacia trataban de caminar por la cuerda floja: a un lado se caía al abismo de la enemistad con los americanos, impensable para un país que había prosperado mucho (España era, al menos, la duodécima potencia industrial del mundo y la novena potencia económica), anti-comunista declarado, pero subordinado a la ayuda y alianza con el Tío Sam, a fin de cuentas. El otro lado, de gran riesgo también, era activar un soberanismo al estilo del practicado por el general de Gaulle, mucho más difícil para España sin la bomba atómica y sin un mayor desarrollo de la riqueza endógena. Carrero debió ir por esa cuerda floja, y estudió esta segunda vía con prudencia, pero la bomba de los americanos truncó toda posibilidad de mezcla entre soberanismo franquista y contemporización liberaloide con el Gendarme de Occidente.

Desde entonces, vivimos en una «democracia» absolutamente falsa. La diseñada por Carrero no sabemos cómo habría sido, pero la que diseñaron los yanquis y sus franquicias franco-alemanas, de sobra es conocida. La basura esta. Es el saqueo más absoluto y desmelenado. Saqueo al pueblo, expolio y escarnio de quien produce y empuja. Burla de quien hace que todo funcione y de quien paga «religiosamente» sus impuestos. La ETA, primero, los «yihadistas», después, y pronto se sacarán de la manga a los «rusófilos» y a los «putinejos».

El problema de España es muy profundo: es el problema de una absoluta falta de soberanía. El asesinato de Carrero preludiaba el asesinato de casi doscientas personas el 11-M de 2004. Los primeros culpables son los ejecutores directos, a qué dudarlo. Siempre habrá alucinados y dementes que maten en nombre de la raza vasca, de Alá o de la madre que en mal día los parió. Pero el análisis político y geopolítico más elemental siempre debe rascar bajo la costra y preguntarse: ¿quién paga? ¿Quién deja hacer? ¿A quién beneficia?

Que una nación soberana, una de las más antiguas y estables en cuanto a fronteras y composición étnica, hasta ahora, una de las más grandes de las que hoy pueblan Europa, esté de rodillas de tal manera, una manera indigna y escandalosa, y en manos de bandas organizadas de delincuentes que se llaman «partidos políticos», y en manos de minorías exiguas protegidas el «europeísmo», no habla muy bien de su pueblo, que todo lo permite. El pueblo español, salvo en reductos cada día más acosados y difamados, esta echándose la siesta. No se atreve a parar el virus troyano que va paralizando nuestra nación, eviscerándola. La tumefacción y el hedor llegan a extremos insoportables. Todos los separatistas vascos y catalanes caben en un presidio bien dotado: con habitación gratis para unas docenas el problema estaría resuelto. Todos los corruptos… esos son más. En cada «parlamentillo» regional, en cada ayuntamiento, en cada asociación subvencionada, y no sólo en Madrid y Bruselas, tenemos golfos y golfas para exportar durante años.

Muchos hemos asumido el dato frío: que la corrupción es imparable, y que los enemigos de España son los que la gobiernan. Pero me resulta estremecedor que esta gentuza con despacho, coche oficial, jubilación millonaria blindada y «defensora de Occidente» nos meta en una guerra mundial mientras el pueblo siga durmiendo la siesta. Eso sí que no lo tengo todavía asumido. Y puede venir.