Marx puso al descubierto la lógica de la mercancía como «célula» de la sociedad burguesa. Ha mostrado su desarrollo y uno puede ver fácilmente cuán acertado estaba. El capital rompe todas las barreras morales y disuelve todas las comunidades humanas.
La «mejora del valor» es un proceso despiadado que amenaza con hundir al mundo. Pero son las consecuencias políticas que extrajo Marx las que se invalidan. La clase obrera como la vieja clase burguesa fue aplastada por este mecanismo, como todas las demás comunidades humanas. Es la marcha misma del capital la que «suprime el trabajo asalariado y los patrones». Y todo esto aleja de nuestro horizonte el socialismo (utópico) de Marx: los productores asociados que se hacen cargo de la producción. Los productores asociados trabajan en pequeñas unidades, pero no más allá.
No me gusta rendirme. «¿Para qué ?» dicen los decepcionados, los desilusionados y los desesperados. Todavía tenemos, sea cual sea nuestra edad, la carga del futuro. «Somos responsables de la humanidad», como dijo Sartre, algo pomposamente. Solo tienes que aceptar confiar en el pasado para preservar un futuro posible. La gran mayoría de la humanidad vive en comunidades nacionales, en determinadas culturas y costumbres y no en el espacio abstracto del capital globalizado.
Las naciones son el único lugar donde los humanos pueden tratar de mantener el control de su propio destino, tanto como podamos. Las lenguas y culturas nacionales son la sustancia misma de nuestro espíritu y nuestra relación con el mundo. De la escuela a las instituciones de la república soberana, esto es lo que hay que defender paso a paso. Admitiendo que los demás pueblos tienen, en este punto, un derecho igual al nuestro y absteniéndose de querer dar lecciones a toda la tierra. Los «mestizadores» son partidarios de la globalización capitalista, participan de este deseo de la clase capitalista transnacional de crear una masa de trabajo globalizada, nómada, explotable a su antojo.
Es aquí, sin duda, donde se encuentra uno de los clivajes esenciales de las luchas políticas por venir. Hay otro que también debe desarrollarse: preservar el carácter sagrado de la persona humana frente a quienes han entrado alegremente en el camino de lo «trans», del transgénero al transhumanismo. Me parece que estas divisiones nos obligan a barajar de nuevo las cartas. En definitiva, dejar de vivir mirando hacia atrás.
Denis Collin (Rouen, Francia, 1952), después de ocupar diversos empleos, obtuvo el grado en filosofía (1994) y el título de Doctor (1995) y profesor agregado, enseñó filosofía en un Liceo en Évreux e impartió clases en la Universidad de Rouen hasta 2018. Actualmente está retirado. Fundó y presidió hasta 2019 la Universidad Popular de Évreux. Lleva la pagina web de información política La Sociale. Su filosofía se sitúa en continuidad con pensamiento de Karl Marx, mientras rechaza el marxismo ortodoxo en sus diversas variantes, aproximándose en sus posturas a las de otros pensadores transversales como Alan de Benoist, líder de la llamada Nueva Derecha o los marxistas heterodoxos Costanzo Preve y Diego Fusaro, de quienes ha llevado a cabo traducciones y con quienes comparte muchos planteamientos.