Denis Collin es uno de esos pensadores incómodos para el espectro político homologado: esa actualización del eje izquierda-derecha según la cual la izquierda abanderaría el multiculturalismo cosmopolita, mientras que la derecha se atribuiría la defensa folclórica de la tradición nacional; pero en ambos casos los intereses económicos de las clases trabajadoras se encontrarían ausentes.
Ese no es el sistema de coordenadas políticas sobre el que se mueve Collin. Docente en la Universidad de Rouen hasta retirarse en 2018, este filósofo francés «se esfuerza por conciliar socialismo y republicanismo» a la vez que «defiende el Estado-nación frente a las tendencias disolventes, mundialistas y globalistas de nuestro tiempo». Y esa audacia, que actualmente se estigmatiza con el sambenito del rojipardismo, caracteriza a varios de sus escritos, en los que se adentra en lo que algunos han considerado que es el punto ciego del marxismo: la nación.
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A su criterio, el marxismo estandarizado equivocaría sus análisis al considerar que los conflictos nacionales son la mera expresión de conflictos entre grupos capitalistas. Collin considera que las naciones cuentan con su propia densidad cultural y religiosa, y ésta no sería un simple epifenómeno del ámbito económico. Cierto es que en el modo de producción capitalista la economía adquiere una dimensión preponderante en la vida social, pero lo hace sobre la base ideológica de cada país o región, la cual también debe tenerse en cuenta como un factor activo en los procesos históricos. Partiendo de estos presupuestos, ¿cuál es el planteamiento central del libro?
A saber, ante la unipolaridad surgida tras la desaparición de la Unión Soviética, se supondría que la lucha de clases se expresaría por medio de una lucha de pueblos oprimidos por el imperialismo estadounidense. Por eso muchos izquierdistas considerarían que el islamismo es algo así como un movimiento antiimperialista capaz de expresar la voz de los oprimidos. No obstante, esa es una tesis que Collin niega: esos otros pueblos o naciones no-occidentales no constituyen, por lo general, ninguna alternativa al capitalismo, pues en su propia realidad ya ha penetrado la lógica del capital.
De hecho, el desarrollo del capitalismo por el mundo comporta la absorción de la cultura y la religión de cada país o región, haciendo viable la plena compatibilidad del capitalismo con diversas formas de Estado, desde teocracias como las arábigas hasta sistemas parlamentarios de repúblicas consolidadas. Así pues, «las contradicciones y los conflictos entre las distintas partes del sistema capitalista mundial» no deben comprenderse bajo una supuesta pugna entre, por un lado, el capitalismo imperialista norteamericano y, por otro lado, el antiimperialismo de los pueblos oprimidos. Antes bien, resulta necesario observar «la articulación entre el modo de producción capitalista y la herencia histórica propia de cada país».
🔎 Genís Plana ha reseñado en el número 420 de El Viejo Topo @Viejo_Topo el libro de Denis Collin Oriente contra Occidente, publicado por Letras Inquietas @let_inquietas en colaboración con Facta @FactaESP https://t.co/svLKZNIcmc pic.twitter.com/tWfAm1i5Sl
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De hecho, el autor niega que exista un conflicto entre el occidente cristiano y el oriente musulmán; siendo ésta una tesis que presentan aquellos autores como Samuel P. Huntington que pretenden legitimar el Nuevo Orden Mundial estadounidense ante la amenaza que supondría el fundamentalismo islámico. Collin argumenta que Oriente y Occidente son categorías que operan ideológicamente para encubrir la influencia que tiene el poder estadounidense sobre el wahabismo, el cual ha sido instrumentalizado en múltiples ocasiones por el imperialismo yanqui. Y, aunque a raíz del ataque de las Torres Gemelas el fundamentalismo islámico haya sido presentado como la némesis del mundo anglosajón, ambos se encuentran en la misma trinchera frente a un enemigo en común: el comunismo. Así de contundente se muestra el autor: «el fundamentalismo islámico es un enemigo mortal para la democracia, el movimiento obrero y la emancipación de la humanidad. Y como tal debería ser tratado por todos los defensores del socialismo, del comunismo o incluso del simple ideal republicano».
La lectura de este ensayo de brevísima extensión contribuye a evidenciar que la simplona oposición entre occidente y oriente oculta aquellos aspectos que verdaderamente operan en los conflictos actuales, donde se entremezclan lógicas culturales y, por supuesto, intereses económicos. Letras Inquietas acierta al atreverse a publicar en castellano un autor que, pese a ser bastante desconocido, resulta ampliamente interesante.
Nota: Publicado originalmente en el número 420 de la revista El Viejo Topo