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¿Poner en peligro la vida de otros?


Lionel Fleury | 14/04/2021

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

La semana pasada fueron detenidos dos sacerdotes por poner en peligro la vida de otras personas con el argumento de que los asistentes al oficio no usaban máscaras y estaban demasiado apretados. ¡Esto no tiene precedentes! Y todo por una enfermedad que mata solo al 0,2% de las personas infectadas, representando ellas mismas menos del 3% de las exposiciones.

¿A partir de qué porcentaje de muertes ponemos en peligro la vida de otros? Algún día, una jurisprudencia tendrá que determinar el valor de este motivo de acusación, que hoy no tiene base legal.

De lo contrario, al llevar este razonamiento de desempoderamiento al extremo, dado que hay unos pocos miles de muertes cada año en las carreteras, uno pone en peligro la vida de los demás cada vez que se pone al volante. Por lo tanto, podría ser detenido tan pronto como arranque el motor.

Admitamos que las autoridades judiciales, por falta de un motivo válido para recuperar multas en un recinto cerrado, buscan apoyarse en un pretexto. Proporcionado, además, por chivatos y denunciantes…

Pero solo nos puede sorprender que las autoridades eclesiásticas pretendan sumarse a la demagogia llevando a dos de sus propios sacerdotes ante sus órganos disciplinarios. ¡Ya basta con que sustituyamos las pilas de agua bendita de las entradas de las iglesias por frascos de gel desinfectante presentados con aire agonizante a los feligreses!

Los primeros cristianos realmente arriesgaron sus vidas por su fe en la arena, ¿deberían los de hoy tener miedo de un pequeño microbio? Habríamos entendido que Nero fue detenido por «poner en peligro la vida de otros»; es mucho menos obvio para las personas que han decidido en su alma y conciencia asistir a un servicio. Donde ni siquiera había leones…

Porque es, sobre todo, un bonito juego de responsabilidad individual. Los participantes en dicha misa fueron suficientemente informados en tiempo real de los riesgos involucrados. Si no usaron máscaras o no respetaron las medidas fue sabiendas. No podemos considerar indefinidamente a los individuos como niños rebeldes.

Esta pandemia nos está contagiando de culpa: «al hacer o no hacer esto o aquello, se pone en peligro la vida de los demás». Los modos de contaminación son lo suficientemente mal entendidos como para que podamos decir con certeza que se trata de tal o cual comportamiento, material, animal, ambiental… que está involucrado.

Vamos directo hacia las misas en las que tendremos que llevar mascarilla, antifaz y abrigo e incluso hacer una prueba a la entrada si queremos evitar ser encarcelados al salir.

Fuente: Boulevard Voltaire