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Las ciudades de 15 minutos: una distopía desvelada por José Antonio Bielsa Arbiol


Carlos X. Blanco | 01/06/2024

 Nuevo libro de José Antonio Bielsa Arbiol: Masonería vaticana

Las ideas y proyectos de la ingeniería social son, en su totalidad, inquietantes. Siempre se presentan con aires, halos y púrpuras de buena intención: reformar al hombre, mejorar su vida, sembrar paz y felicidad en el orbe. Pero tras las bellas palabras, bajo los altisonantes valores proclamados y oculto más allá del futuro rosáceo y regalado se esconden siempre dos diablos: la tiranía y la opresión.

José Antonio Bielsa Arbiol posee la rara virtud de escribir con claridad solar, agilidad de gacela y profundidad de sabio verdadero, dotado del don de la prospectiva. El lector hará bien en seguirle en todo párrafo y en cada recodo, pues Bielsa anuncia un futuro que, al igual que acontece con la filfa de la Agenda 2030, ni será oro ni será rosa; en él no habrá paz ni vida digna para el sano y el justo.

Las ciudades de 15 minutos son una construcción teórica de la nefanda Agenda, no tan utópica, pues ya están en marcha en nuestro país proyectos municipales que aúnan los diseños urbanísticos y la planificación de ingeniería social. Son ciudades en principio cómodas y amables, que permitirán tener a mano, en un radio de cuarto de hora andando desde casa, todo cuanto el ganado humano estabulado pueda necesitar: consumo, formación, trabajo, ocio y cultura, deporte y atención administrativa, médica, geriátrica. Suena muy bien, sobre todo a los oídos de quienes han de vivir en grandes urbes y anhelan, utópicamente, la proximidad de todas las cosas propia de los pueblos y villas semirrurales.

Pero Bielsa advierte: este modelo, que pretende «hacer la revolución en bicicleta», que aboga por «un mundo sostenible y de cero emisiones», amén de otros delirios de la izquierda verde otanista y sistémica, no esconde otra cosa que un inmenso proyecto concentracionario, ya ensayado mundialmente durante la pandemia del coronavirus. En lugar de dejar a la gente tranquila y en paz, acorde con sus hábitos más inveterados, los poderes mundiales se esfuerzan por crear para el pueblo unas condiciones de existencia en las cuales la dominación sobre él sea absoluta y rentable. Si confinamos a la gente en compartimentos aparentemente confortables, en donde se pueda controlar experimentalmente el mínimum de bienes y servicios que un individuo pueda requerir para poder convertirse en mercancía humana sumisa, ya tenemos, pues, la llamada «jaula resiliente» de las ciudades de quince minutos.

¿En qué dirección vamos? Vamos hacia una combinación perfeccionada de las tres mayores distopías escritas en el siglo XX. Nos encaminamos hacia el «munfo feliz» de Huxley, en donde la sexualidad y la procreación han sido perfectamente separadas por las técnicas biológicas, y la «liberación de la mujer» muestra su verdadera y descarnada faz: la creación mercantil de objetos humanos en granjas, como los pollos producidos en serie. También nos dirigimos hacia la distopía orwelliana de 1984, en la cual la cibervigilancia no se ciñe a nuestras interacciones con pantallas y teclados, sino que se extiende a los propios parámetros somáticos y a nuestra dinámica emocional y cognitiva. Nos condicionan como a los perros de Pavlov, pero a todos los niveles. A mi alrededor ya no paro de ver a todo tipo de ciudadanos, en principio honestos y biempensantes, docentes y artistas incluidos, salivando cada vez que sale en pantalla Pedro Sánchez o Santiago Alba Rico diciendo «la guerra es la paz» o «la paz es la guerra». La baba propia de un condicionamiento respondiente, bajando desde las comisuras del honrado españolito del siglo XXI, aceptando las fechorías ucranianas o, simultáneamente, aplaudiendo las matanzas sionistas de Israel, me conmueve profundamente.

Queda una tercera distopía que se combina con las dos anteriores, y con la nueva de las ciudades de 15 minutos: Farenheit 451, ese mundo horrendo imaginado por Ray Bradbury y que es, en rigor, nuestro propio mundo. Llevo décadas oyendo a profesores, muy a menudo profesores de una cosa que ellos llaman «tecnología», diciendo que las mochilas con libros pesan mucho y que la era de los libros escolares ya ha cesado. Cuando escucho tal cosa, y me hablan también de incorporar tabletas digitales y «aulas virtuales» en la enseñanza de los muchachos, no puedo evitar pensar en los horribles orcos de J.R.R. Tolkien, cuyo capitán, después de pasar por la espada a un bello y noble guerrero gondoriano exclama, entre babas fétidas: «la era del Hombre ha terminado; llega el tiempo del orco». Bradbury previó la llegada de un nuevo tipo de orco, enemigo del hombre, y ese orco es el tecnólogo ávido de prender fuego a los libros, presuroso por enchufar el chupete digital al bebé de la más corta edad, para así entontecerlo, volverle bruto, adicto y siervo.

La ciudad del cuarto de hora puede ser el universo concentracionario perfecto en donde asesinar moral y ontológicamente a la persona, a la criatura hija de Dios, libre y espiritual, convirtiéndola en mero cuerpo mercantilizado y transparente, de frágil vidrio en un mundo panóptico, ultradigital, sin libros pero con bicicleta y shorts, donde todos y todas se prostituyen con tal de seguir gozando de conexión gratuita a internet, percibiendo renta básica universal. Los nuevos establos humanos de la Agenda 2030, a base de erotizarlo todo, son burbujas habitacionales que destierran y matan el amor, arrancan la belleza de cuajo y fabrican tristes seres estériles, eunucos sin cerebro, capados e impotentes, que ya no desean y cuya energía libidinal depende de asistencia externa constante, como sus celulares que se conectan a la wifi.

Es un buen libro el de Bielsa. Esta sí es una vacuna de las verdaderas y buenas.

José Antonio Bielsa Arbiol: Ciudades de 15 minutos: Objetivo: La jaula resiliente. Letras Inquietas (Enero de 2024)

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