Fue en junio de 2019. Justo antes de las primarias demócratas, Joe Biden centró sus ataques contra Donald Trump en el tema de la inmigración. Joe Biden pidió entonces «la regularización de los soñadores», esos inmigrantes ilegales que llegaron siendo menores de edad a suelo estadounidense con la esperanza de un futuro mejor.
Y, con respecto, a las medidas tomadas por Donald Trump en el asunto (incluido el famoso «muro» que, en realidad, nunca se completó) la antigua mano derecha de Obama criticó «una estrategia de reelección que se basa en la denigración de los inmigrantes (…) mientras deben aplicarse políticas que garanticen que los solicitantes de asilo y refugiados continúen llegando a nuestras fronteras». Y añadió: «Es imperativo que aseguremos nuestras fronteras, pero construir el muro es un lema fuera de contacto con la realidad».
Posteriormente, en diciembre de 2020, Joe Biden y el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador afirmaron su deseo común de establecer «un nuevo enfoque de la migración regional que pueda ofrecer una alternativa a los viajes peligrosos a Estados Unidos».
Atrás quedaron los días de la contienda electoral, la vuelta a la cruda realidad de Joe Biden y la dureza del ejercicio del poder cuando se está «desconectado de la realidad».
Joe Biden, relata Adrien Jaulmes, corresponsal de Le Figaro en Washington, inauguró su presidencia con una serie de medidas emblemáticas de una ruptura desplegada con la presidencia de Trump.
Eliminó, desde el día de su toma de posesión, el estado de emergencia federal establecido en la frontera sur por Donald Trump durante la pandemia a la vez de una moratoria de cien días a las expulsiones que, bajo su antecesor, eran inmediatas.
Condena planetaria, también, a la política migratoria anterior que, con el fin de disuadir a los migrantes y traficantes, separó a los menores de edad de sus padres a su llegada.
Eliminada esta disposición hecha por Trump para que se examinen las solicitudes de asilo político en los países de salida, los candidatos a El Dorado estadounidense podrán hacerlo en cuanto entren (ilegalmente) en suelo de Estados Unidos y podrán permanecer allí hasta decisión administrativa.
Toda la política migratoria de Donald Trump, cuyo objetivo era organizar lo que se había convertido en un caos, limitar la inmigración ilegal y privilegiar, por un efecto mecánico, el empleo estadounidense. «¡Trabajo!, ¡trabajo!, ¡trabajo!» era el lema de la presidencia trumpiana antes del coronavirus y que desapareció en unos días. Y todo ello bajo un gran derroche de generosidad, humanismo y progresismo, en el contexto de la lucha Black Lives Matter y la ideología indígenista.
Sí pero… lo real, este fascista, llegó a ser recordado como un bumerán en buena memoria de la nueva administración. Como era de esperar, las nuevas medidas crearon un llamado al aire en el lado mexicano… y han llevado a a una increíble crisis humanitaria en curso en la frontera de México. Más de 100.000 inmigrantes ilegales fueron arrestados en febrero por los guardias fronterizos, un 28% más que en enero, antes de que Joe Biden asumiera el cargo.
Giro de 180 grados de Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Interior y deliberadamente elegido por su origen cubano: «Estamos expulsando familias, estamos expulsando a adultos solteros. La frontera está cerrada».
«Restauraremos lo que existía antes, es decir, que puedan quedarse en casa y hacer su solicitud desde su país de origen», decretó Joe Biden, según Free. «Puedo decirlo claramente: ¡no vengas, quédate en tu comunidad!», aseguró en el canal ABC.
En cuanto a los menores no acompañados separados de sus padres, que fueron una «vergüenza moral y nacional», más de 15.000 se encuentran hoy bajo la responsabilidad del gobierno federal, que no anticipó las peligrosas consecuencias de las decisiones del presidente estadounidense.
Concretamente, Joe Biden, criticado por esta crisis incluso en las filas demócratas, se ve obligado a retomar, presa del pánico y el caos, las medidas, universalmente denunciadas desde hace cuatro años, tomadas por Donald Trump.
Trump no ha dudado en denunciar este fiasco democrático: «Lo único que tenían que hacer era mantener en piloto automático un sistema que funcionaba bien».
Fuente: Boulevard Voltaire
Marie dArmagnac es periodista y ensayista.