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Francia: las elecciones municipales de la discordia


Davy Rodriguez | 06/07/2020

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La primera vuelta de las elecciones municipales se celebró el día 15 de marzo, en un momento en el que el gobierno aun no había entendido el peligro que representaba el coronavirus para el país galo. Finalmente, ante la muy baja participación en estos comicios (55% de participación, 20 puntos menos que en las elecciones municipales de 2014), el gobierno decidió aplazar la segunda vuelta para que se celebrase el día 28 de junio.

El contexto político y social

Para el gobierno de Édouard Philippe estas municipales eran una prueba de credibilidad a nivel nacional. Ésta interviene tras la crisis de los chalecos amarillos durante la cual los franceses de clase media y de clase obrera han demostrado su clara oposición al proyecto globalista de Emmanuel Macron basado en el neoliberalismo, la destrucción de los servicios públicos y la sumisión a los dogmas de la Unión Europea.

El movimiento presidencial La République en Marche presentó candidatos donde pudo y en el resto de las ciudades dio su apoyo a los candidatos del centroderecha (Les Républicains). Esta estrategia es la de siempre: busca unir el centro contra el resto del arco político, lo que significa en concreto la unión de las burguesías urbanas y de las clases media-altas periféricas, éstas ultimas siendo las que apoyan al centroderecha.

Lo que funcionó en el 2017 podría perfectamente volver a funcionar en las próximas elecciones presidenciales en el 2022. Eso es lo que está preparando Macron, éste es su único objetivo. Las elecciones regionales del 2021, ya las da por perdidas; lo que quiere es preparar el terreno presidencial y organizarlo todo para estar de nuevo enfrentado a Marine Le Pen en la segunda vuelta, lo que le favorecería.

Dicho esto, estas elecciones municipales nos dan algunas claves para entender las dinámicas de fondo de la sociedad francesa a nivel electoral, pero sobretodo las rupturas, las discordias e incluso las particiones que podrían existir en los próximos años o próximas décadas.

La burguesía elige el vestido verde

Las burguesías de los grandes centros urbanos ya han elegido el color de su vestido de clase: será verde. Un verde con algunos matices de rojo. Como bien lo decía Jean-Marie Le Pen: «Los ecologistas son como las sandías: van de verde por fuera, pero por dentro son auténticos rojos».

Los verdes ganaron siete grandes ciudades con más de 100.000 habitantes: Annecy, Besançon, Burdeos, Grenoble, Lyon, Estrasburgo, Tours. En muchas otras grandes ciudades, los ecologistas participan en la coalición de izquierdas (Lille, Paris, Marsella…).

El caso de Burdeos es el más llamativo: la capital de la región Nueva Aquitania no había tenido un alcalde de izquierda desde el 1947. Siempre se consideró que Burdeos era la ciudad de una élite privilegiada con ciertos rasgos aristocráticos; pero la lógica demográfica de los últimos años transformó esta ciudad en una pequeña París. El desarrollo del AVE (TGV en Francia) hizo que decenas de miles de parisinos se instalaron en Burdeos y cambiaron la identidad profunda de esta ciudad. Finalmente, Burdeos tiene un nuevo alcalde ecologista con un programa muy parecido al de la parisina Anne Hidalgo.

Islamistas y abertzales logran alcaldías

Más allá de la cuestión social, sigue existiendo el tema identitario. El islamismo también ha podido avanzar a nivel electoral y muy particularmente cerca de París donde la sustitución demográfica ya casi no tiene remedio.

En Goussainville (Val d’Oise), un militante islamista «fichado S», es decir identificado como un peligro para la seguridad del Estado francés por los propios servicios interiores, ha conseguido ser elegido alcalde. No es nada anecdótico: se trata de una ciudad que tiene más de 35.000 habitantes y que está muy cerca del principal aeropuerto francés, Roissy-Charles-de-Gaulle.

Abdelaziz Hamida es un ex-militante del movimiento islamista del Tabligh, muy parecido al salafismo pietista, y responsable de la mezquita islamista de Goussainville.

Un fenómeno que no solo ocurrió en Goussainville, sino también en Garges-lès-Gonesse, en el mismo departamento del Val d’Oise. En Garges no ganaron los islamistas, pero el candidato Samy Debah obtuvo el 49,15% de los votos. Un resultado escalofriante ya que Debah es conocido por ser un islamista ex-militante del Tabligh y muy cercano a los Hermanos Musulmanes.

La fragmentación del país también se puede observar con los resultados de los grupos abertzales en el País Vasco francés. Ganaron tres alcaldías en Ciboure, en Itxassou y también en Urrugne, una ciudad de más de 10.000 habitantes.

El ex-Frente Nacional mejora sus resultados

Los patriotas del ex-Frente Nacional, hoy Agrupación Nacional, siguen mejorando sus resultados. Conservaron casi todas sus alcaldías (Frejus, Hénin-Beaumont, Cogolin, Villers-Cotterêts…) salvo Mantes-la-Ville, y ganaron otras nuevas.

En Bruay-la-Buissière, ganó el diputado Ludovic Pajot, mientras que otro diputado venció a la derecha pro-Puigdemont en Perpiñán. Ahí Louis Aliot, ex-vicepresidente del antiguo Frente Nacional consiguió más del 50% de los votos cuando todo el resto de los partidos se habían aliado contra su candidatura.

Donde el antiguo Frente Nacional no estaba en capacidad de ganar solo, éste propuso una alianza a la derecha (Les Républicains). Así fue en Marsella donde el senador frotista Stéphane Ravier propuso una alianza al candidato de derecha. Esta no quiso y provocó la victoria de la izquierda más radical y más pro-inmigración que haya en la zona. La derecha clásica eligió su bando: el de la izquierda, una vez más, y muy probablemente el de Macron para los próximos comicios presidenciales.