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Golpe global de Diego Fusaro: capitalismo terapéutico y Gran Reinicio


Denis Collin | 29/12/2021

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Golpe global: este es el diagnóstico que el filósofo italiano Diego Fusaro hace de las políticas de la mayoría de los gobiernos en su último libro, que acaba de publicar en la editorial Piemme.

Estos gobiernos están siguiendo políticas similares no porque hayan acordado previamente el complot, sino porque todos son expresiones de la clase capitalista global, dominada por el capital financiero, y por lo tanto todos aprovechan la oportunidad dada por la pandemia de coronavirus SARS-2 (conocida como Covid-19). Fusaro considera que se trata de una aplicación de la «estrategia de choque», analizada hace unos años por Naomi Klein. La «contraportada» lo anuncia: «El poder utiliza hábilmente Covid-19 en su propio beneficio para fortalecer su estructura, para romper las limitaciones que quedan a la globalización y para neutralizar la creciente disidencia hacia las élites».

Hay que leer el libro. Y debería traducirse al francés… ¡No faltan traductores y editores dispuestos a dar el paso! Porque Fusaro no hace el papel de los virólogos, los epidemiólogos y los médicos mediáticos que en todos los países han dominado las noticias, tomándose por los amos del mundo. Fusaro es todo él política. El Great Reseat o Gran Reinicio no es una de sus invenciones. Se trata de un programa anunciado públicamente por los representantes de las «élites» mundiales, incluidos los organizadores del Foro de Davos. Entre los numerosos artículos que hemos dedicado en La Sociale a las políticas «sanitarias» y a sus desastrosas consecuencias, uno encontrará aquí y allá artículos específicamente dedicados al «gran reseteo«.

Diego estudia con precisión los grandes ejes que persiguen «los amos del mundo» o los que creen serlo. Y para llevar a cabo este estudio, sugiere que «pensemos de forma diferente» (que es el título de otro de sus libros): «Con la expresión pensar de otra manera me refiero a un ejercicio de reflexión crítica (de pensamiento meditativo, en términos heideggerianos) destinado a limpiar nuestra mirada de los automatismos irreflexivos de la narrativa dominante que, bajo la bandera del nuevo dogmatismo científico, pretende ser la única forma posible de delimitar los conceptos y narrar la realidad a través del discurso. En concreto, pensar de otra manera significa en este caso aventurarse más allá del discurso médico-científico, que desde el principio se ha erigido monopólicamente en el único régimen de la verdad, en un intento de elaborar un marco conceptual filosófico-político diferente; un marco que intente explicar el orden de la realidad y, al mismo tiempo, el del discurso que hasta ahora la ha expresado y configurado lingüísticamente».

Muestra la coherencia de un discurso que pretende prohibir todo pensamiento disidente, la coherencia de un discurso que invierte sistemáticamente el léxico y las experiencias del pasado. Así, señala que en el pasado se hablaba de «portadores sanos» para lo que ahora se llama «pacientes asintomáticos». La referencia es la misma, pero el cambio de una expresión a otra, otra que es un oxímoron, deja claro en qué tipo de mundo hemos entrado, un mundo dominado por una «neolengua» muy orwelliana.

«El resultado ha sido un Gran Reinicio, como se ha llamado desde el principio: es decir, una reorganización global del modo de producción que, lejos de marcar una crisis (como algunos han argumentado), representa un fortalecimiento de la misma. Este refuerzo está vinculado tanto a la revitalización de las estructuras ya existentes (clasismo, desintegración de las clases medias y trabajadoras) como a la aceleración de los procesos ya en marcha (transición a la sociedad digital, marginación de los procedimientos parlamentarios, individualización de las masas, deconstrucción de los vestigios de la soberanía popular). Básicamente, ante la epifanía de la emergencia epidémica, el bloque oligárquico neoliberal se propuso inmediatamente convertirla en su beneficio y, en sinergia, impedir que las clases dominantes se organizaran para hacer valer sus reivindicaciones y, eventualmente, cambiar el orden general del modo de producción en su beneficio».

Fusaro utiliza el concepto gramsciano de «revolución pasiva» para designar la reorganización global del modo de producción capitalista. Gramsci había definido así la introducción del fordismo y los nuevos modos de gestión del capital. La reutilización de este concepto en la actualidad parece especialmente pertinente (por cierto, a diferencia de los charlatanes de los medios de comunicación que citan a Gramsci a cada paso sin haberlo leído), Fusaro lo ha leído e incluso le ha dedicado dos libros.

Esta «revolución pasiva» conduce a un nuevo totalitarismo que desgarra las naciones, las tradiciones y todo lo que constituye las comunidades humanas. El «distanciamiento social» es un asunto muy serio: indica que, parafraseando a Plauto, retomado por Hobbes, a partir de ahora el homo homini virus (el hombre es un virus para el hombre) ya no es un asociado, un ser social, tal como lo define la tradición de Aristóteles y los estoicos. Siguiendo las propuestas de Giorgio Agamben, Fusaro muestra que el totalitarismo siempre reduce la vida humana, una vida rica en sentimientos y significados, a la vida desnuda, la vida animal, que debe ser salvada a toda costa, al precio de nuestra humanidad.

Fusaro ofrece todo tipo de vías de análisis que atañen tanto a la política actual (por ejemplo, el papel de Mario Draghi, actual jefe del gobierno italiano) como a las cuestiones filosóficas más esenciales. Pero los análisis conducen a una práctica: «Sobre estas bases de impugnación teórica debe injertarse, pues, una práctica de resistencia-oposición que opera en una triple dimensión: a) el rechazo de los símbolos y prácticas del nuevo capitalismo infeccioso, desde la máscara que se lleva siempre y en todos los casos, como un uniforme, hasta el autoaislamiento depresivo, desde la expulsión del otro, entendido como agresor y enemigo, hasta la aceptación pasiva del teletrabajo, la tele-educación y otros dictados de la nueva barbarie tecnológica ; b) la reconquista de espacios sociales reales que, en forma de asambleas y encuentros de miradas y cuerpos, hagan prevalecer el deseo de libertad y de vida de cada individuo sobre el miedo a la muerte; c) la creación de un movimiento o, si se prefiere, de un sujeto revolucionario que luche por la reconquista de la soberanía popular como base de una democracia socialista hasta ahora ausente y que, por tanto, rechace incondicionalmente las prácticas y los discursos del polo imperante, incluso en su variante terapéutica-sanitaria».

Todo esto es brillante y educado. Hay que leer a Fusaro y es una pena que su obra sea tan difícil de encontrar en la lengua de Molière.

Diego Fusaro: Golpe globale: Capitalismo terapeutico e grande reset. Piemme (Septiembre de 2021)

Fuente: La Sociale

Traductor: Carlos X. Blanco