El profesor Sergio Fernández Riquelme es un autor muy reconocido en el panorama del ensayo geopolítico, la historia social, el pensamiento español, etc. Uno de sus libros que más me han gustado es el extenso tratado El sueño de la democracia orgánica: Historia del corporativismo en España (SND Editores), una obra fundamental para conocer el pensamiento democrático conservador (no liberal) en la España del siglo XX, y especialmente durante el franquismo.
En el ámbito que aquí nos ocupa, el de la geopolítica actual, estudiada siempre con las necesarias consideraciones hacia una historia reciente, el autor ha destacado en el panorama editorial con sus obras dedicadas al mundo eslavo y Europa del Este. La editorial Letras Inquietas, a través de su colección Visegrado, ha servido de plataforma para la divulgación rigurosa de la situación de estos países que, pese a la política belicista y confrontadora de la OTAN, son también hermanos nuestros. Se trata de naciones europeas que comparten con España más de lo que se nos dice, y que, a veces, ofrecen modelos de democracia alternativos al paradigma pretendidamente único de partitocracia liberal y oligárquica, un nefasto sistema que es el que domina España desde 1978.
📚 La Bielorrusia de Lukashenko: El hermano menor ruso, nuevo libro de Sergio Fernández Riquelme @profserferi
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— Ediciones Ratzel (@edicionesratzel) December 15, 2023
Como número 1 del nuevo catálogo de Ediciones Ratzel, sello consagrado a los temas geopolíticos, don Sergio complementa su producción de textos sobre la Europa del Este, con La Bielorrusia de Lukashenko: El hermano menor ruso, que mira hacia un Estado muy desconocido en el público español. La Rusia Blanca, Belarús, es un país interior, sin mar, zona de paso entre estados, muy vinculado a Rusia desde siempre. Aunque posee una lengua propia, como acontece con la vecina Ucrania, la gran mayoría de la población habla ruso y se siente identificada culturalmente con la Gran Rusia.
La Belarús comandada por Lukashenko (nacido en 1954) es un país estable, que cuenta con un alto grado de protección social y una envidiable homogeneidad étnica. Su existencia independiente, paradójicamente, viene unida al «imperio soviético» el cual, formalmente, era una Federación. Como federación de repúblicas socialistas, la Unión Soviética fue madre de nuevos estados a raíz de su demolición en 1991. Los antecedentes de Lukashenko y de la propia Bielorrusia son soviéticos y unitaristas. El «padre» de este «hermano menor ruso» (como reza el subtítulo de la obra que comentamos) fue el único miembro del Soviet supremo que, en 1991, votó en contra de la desintegración de la URSS. Paradojas de la historia del imperio soviético: el único político de tan alta institución que se opuso a esa desintegración, se vio reconocido, cuatro años después (1994) como presidente de una joven y nueva nación.
El profesor Sergio Fernández Riquelme nos relata cómo los vínculos entre la Rusia Blanca y la Gran Rusia conocieron «sus más y sus menos». El equilibrio entre mantener una autonomía soberana ante el gigante de Moscú, y depender de dicho gigante (en la energía, el comercio, la seguridad, etc.) fue sabiamente gestionado por Aleksandr Lukashenko desde Minsk. La prueba de fuego para este tipo de regímenes postsoviéticos vino dada, como en Ucrania, con la injerencia de los Estados Unidos y sus agentes pro-occidentales. La injerencia que en Ucrania llevó a destituir a su legítimo presidente en 2014 (el conocido Euromaidán), también fue ensayada en Bielorrusia: manifestaciones, expresión de exacerbado nacionalismo rusófobo, incluso nazi, y «occidentalismo». Pero Lukashenko, al final, salió airoso de la guerra híbrida lanzada por Estados Unidos. Sus servicios secretos (KGB), su control férreo del aparato militar y policial, así como el mayor grado de satisfacción popular para con su régimen cuasi-socialista, le consagraron como padre indiscutible de la nación, así como selló el destino de Belarús como nación hermana de Rusia, integrada con ella en los más variados campos, por más que desde el punto de vista formal sea y seguirá siendo un estado soberano.
Lukashenko garantizó seguridad y crecimiento sostenido para su pueblo a lo largo de numerosos mandatos, lo cual no es decir poco en una zona de Europa en donde el Pentágono ha logrado aupar a payasos criminales como Zelenski, líderes sin escrúpulos que están dispuestos a ofrecer en la pira funeraria de la OTAN y de su calcinado prestigio «hasta el último ucraniano». Mientras Ucrania, probablemente, desaparezca para siempre como nación, tras una derrota de las fuerzas otanescas que algún día eclipsará para siempre la humillación yanqui en Vietnam, Lukashenko, en cambio, ya ha ofrecido hasta hoy acreditadas pruebas de labor constructiva.
Junto con el chino Xi y con su «hermano mayor» Putin, el presidente bielorruso está aportando su granito de arena hacia una gran Eurasia. La Eurasia que mandará en el corazón del mundo no será una democracia liberal, lo sabemos. Será una gran confederación de estados de tamaño imperial (Rusia, China, India) y de estados pequeños y medianos, como el que se dirige desde Minsk, que conservarán su identidad y autonomía, al tiempo que lograrán altas cuotas de cobertura social, desarrollo tecnológico y seguridad interna y externa.
Las «democracias liberales» se van hundiendo en el caos que Guillaume Faye denominaba «convergencia de catástrofes»: guerras civiles étnicas, delincuencia generalizada, guetos integristas, invasión masiva de emigrantes ilegales, colapso económico, tensiones centrífugas, droga y prostitución, envilecimiento institucional… Aquellos que la propaganda otanesca y pentagonal llaman “autócratas” del Este pasarán a la historia (en general) como los últimos «estadistas». Porque en Occidente ya no hay “estadistas”, buenos o malos (Franco, De Gaulle, Perón, Castro). En Occidente ahora hay monigotes ciegos de soberbia que suben como la espuma cuando la OTAN civil lo decide, y caerán en el fango cuando esa misma corrupta y criminal OTAN también lo decide. En España llevamos muchos años de monigotismo político, y el último que nos ha tocado, el tiranuelo que desea amnistiar a Puigdemont, es el peor hasta el momento. Pero, no se preocupen: hasta que no haya una tensa cadena broncínea que una Madrid con París, Berlín y Moscú, tendremos tiranuelos cada vez peores, más rastreros y deletéreos. Es difícil imaginárselos peores, pero los habrá hasta que Europa no se una de Lisboa a Vladivostok.
El libro de Sergio Fernández Riquelme es recomendable al cien por cien. En pocas páginas, el lector recibe una lección sobre un país y un líder los cuales es preciso conocer, más y mejor.
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Carlos X. Blanco nació en Gijón (1966). Doctor y profesor de Filosofía. Autor de varios ensayos y novelas, así como de recopilaciones y traducciones de David Engels, Ludwig Klages, Diego Fusaro, Costanzo Preve, entre otros. Es autor de numerosos libros. También colabora de manera habitual con diferentes medios de comunicación digitales.