La práctica de la agresión llevada a cabo por el señor financiero contra el siervo replegado encuentra su momento fundamental en la reconfiguración de los derechos como mercancías disponibles según el valor de cambio.
Si antes los derechos se garantizaban incondicionalmente a todo miembro de la comunidad como tal (es decir, como portador libre e igual de derechos y deberes ligados a la ciudadanía), hoy tienden cada vez más a convertirse, como las demás mercancías de la esfera de la circulación, en bienes adquiribles y, por tanto, dependientes del equivalente general y abstracto que es el dinero.
Se eclipsan las figuras interconectadas de la ciudadanía y del ciudadano, articuladas con la ética del Estado nacional soberano. Y, en consonancia con la redefinición de la sociedad en su conjunto como «sistema de necesidades», tienden a ser sustituidos por los nuevos perfiles del cliente y del consumo, con la centralidad de la «mercantilización de la ciudadanía», de la forma mercancía y del valor de cambio distribuido de forma diferente.
Con la terminologíadel ensayo marxiano Sobre la cuestión judía (1843), se ha globalizado no el perfil del citoyen, que se eclipsa, sino el del bourgeois, del individuo privatizado que construye sus relaciones a partir del teorema de la sociabilidad insufrible (o, en términos hegelianos, de la «dependencia omnilateral»). En palabras de Das Kapital, «la independencia de las personas entre sí se integra en un sistema de dependencia omnilateral impuesto a las cosas», en la cúspide de la cosificación.
Se trata, como sabemos, >de la socialidad competitiva que, desde la «mano invisible» de Adam Smith hasta la «insufrible sociabilidad» de Kant, pasando por las Dieciocho lecciones sobre la sociedad industrial (1955-1956) de Raymond Aron, el sistema planetarizado de necesidades promueve en el acto mismo de deslegitimar a los demás.
En palabras de la cuarta tesis de la Idea de una historia universal desde un punto de vista cosmopolita de Kant (1784), «el medio que utiliza la naturaleza para llevar a cabo el desarrollo de todas sus disposiciones es su antagonismo en la sociedad, en la medida en que este antagonismo es, en última instancia, la causa de un orden civil de la propia sociedad».
La armonía social del «orden civil» es, de este modo, admitida y reconocida como la última telos: y, al mismo tiempo, se celebra el camino que debería conducir (y que históricamente ha conducido) al resultado contrario, a ese nuevo bellum omnium contra omnes, planetario, que es la antítesis de la armonía social.
Esto conduce a lo que Hegel llama la «pérdida de la eticidad»: en este nivel, la sociedad civil se presenta como el «mundo fenomenal de lo ético». De hecho, el universal ético existe sólo en forma aparente, prevaleciendo el particularismo del interés individual des-ético y relacionándose con todos los demás intereses en forma de dependencia omnilateral del sistema de intercambio del mercado.
La conectividad total de la insociable sociabilidad es tal que todos, para no sucumbir, deben someterse a la lex del libre comercio, independientemente de que estén o no motivados por el ánimo de lucro.
Celebrados a golpe de talonario por la misma clase que trabaja con celo en el desmantelamiento de los derechos sociales y laborales, los llamados «derechos civiles» coinciden hoy casi en su totalidad con los derechos del burgués o, mejor dicho, del consumidor: son derechos en forma de mercancías, disponibles en abstracto para todos y en la práctica para quienes pueden pagarlos.
Imagen: Michael Gaida: Carritos de supermercado
Traducción: Carlos X. Blanco
Diego Fusaro (Turín, 1983) es profesor de Historia de la Filosofía en el IASSP de Milán (Instituto de Altos Estudios Estratégicos y Políticos) donde también es director científico. Consiguió el doctorado en filosofía de la historia en la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Milán. Fusaro es discípulo del pensador marxista italiano Costanzo Preve y del renombrado Gianni Vattimo. Es un estudioso de la filosofía de la historia especializado en el pensamiento de Fichte, Hegel y Marx. Su interés se orienta hacia el idealismo alemán, sus precursores (Spinoza) y sus seguidores (Marx), con un énfasis particular en el pensamiento italiano (Gramsci o Gentile entre otros). Es editorialista de La Stampa e Il Fatto Quotidiano. Se define a sí mismo «discípulo independiente de Hegel y Marx».