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La Unión Europea se ha convertido en algo perjudicial para Europa


Stéphane Buffetaut | 11/09/2023

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Todo sistema político se basa en principios que guían su desarrollo. La Unión Europea no es una excepción. Si la Unión Europea ha llegado a ser perjudicial para Europa, no es por casualidad.

Desde el principio, Monnet concibió la «construcción de Europa» como la deconstrucción de las soberanías nacionales. En un memorándum dirigido a Roosevelt en 1943, escribió: «No habrá paz en Europa si los Estados se reconstituyen sobre la base de la soberanía nacional». Pero esto equivale a pretender construir la «casa» europea destruyendo sus cimientos históricos: las naciones.

El segundo defecto del sistema es que se construyó al margen de un proceso democrático claro. Jacques Delors no lo ocultaba: «Europa es una construcción tecnocrática, que avanza bajo la égida de una especie de despotismo blando e ilustrado». Su amigo Padoa Schioppa, uno de los padres del euro, estaba de acuerdo: «Europa se formó con plena legitimidad institucional. Pero no es el producto de un movimiento democrático». Peor aún, cuando los pueblos de los Países Bajos y Francia rechazaron en referéndum el proyecto de Constitución para Europa, se les impuso por vía parlamentaria. El objetivo es forzar o engañar a los pueblos para que acepten «una federación en la que, según los sueños de quienes la concibieron, los países perderían su personalidad nacional, y en la que, a falta de un federador […] serían gobernados por un Areópago tecnocrático, apátrida e irresponsable», como lo describió tan acertadamente De Gaulle.

El tercer vicio es el deseo de una Unión Europea que sea a la vez una «economía social de mercado» y un ejemplo de exigencia climática y medioambiental, y de abrir este ámbito a la competencia de países que no tienen ni las mismas exigencias sociales ni medioambientales y que, por tanto, producen a costes muy inferiores a los nuestros. Este énfasis en el comercio globalizado está destrozando las industrias europeas. Hay que tener en cuenta que China, India, Japón, Brasil y Estados Unidos no dudan en proteger y apoyar sus economías. La idea misma de un Estado estratégico es una herejía para la Comisión Europea, que todavía parece creer en las virtudes de la «mano invisible del mercado».

El cuarto defecto es que la Comisión ha adquirido la costumbre de interpretar de forma extensiva las competencias que le confieren los Estados miembros. Así, interviene, por la puerta de atrás, en ámbitos en los que no tiene competencias en virtud de los Tratados. Ha sido el caso de la energía a través de la política de competencia o de las normas financieras vinculadas a la política climática, o de cuestiones de organización de la justicia o de cuestiones sociales, como están experimentando Polonia y Hungría. Todo ello con la complicidad del Parlamento Europeo y la pasividad del Consejo, lo que muestra un detestable sistema de connivencia oligárquica.

El quinto defecto es que la Unión Europea nunca fue concebida como una fuerza independiente de Estados Unidos. De hecho, Monnet estaba muy estrechamente vinculado a los intereses estadounidenses. El resultado es que, al seguir a Estados Unidos, la Unión Europea ha perdido toda autonomía geopolítica y se ha visto desprestigiada a los ojos del «Sur» por los numerosos conflictos iniciados por Estados Unidos, que han desestabilizado regiones enteras de Oriente Próximo y África y han dejado a Europa ante situaciones inextricables, sobre todo en materia de migración.

A nueve meses de las elecciones europeas, ha llegado el momento de ilustrar a los electores y proponer vías para recuperar el control del sistema. Hay que atenerse a la aplicación estricta de los Tratados, recordar a la Comisión que sólo tiene poderes que se le pueden retirar, romper con el sistema de connivencia y no dudar en practicar la política de la silla vacía, y hacer de la Unión Europea una herramienta de proyectos estratégicos para las naciones de Europa. Para lograrlo, hay que enviar el mayor número posible de diputados que estén a favor de una Europa de las naciones, y formar un grupo único en el Parlamento Europeo.

(…)

Nota: Cortesía de Boulevard Voltaire