Tras anunciar (entre abucheos y gritos a favor de la independencia) Pedro Sánchez en Barcelona la concesión del indulto a Oriol Junqueras et alia, las reacciones de indignación no se han hecho esperar. Sin embargo, la mayoría de las críticas se han quedado, como siempre, en lo superficial responsabilizando en exclusiva al ejecutivo social-comunista. Por ello, es necesario realizar una análisis de la situación.
El problema no son los indultos
El problema es el sistema, es decir, el Régimen del 78 en particular y los sistemas democráticos occidentales en general. Como es de dominio público, en España y en otros países de Europa es posible fundar un partido netamente separatista y concurrir a las diferentes convocatorias electorales que se celebran con un programa que abogue por la secesión. En el caso catalán, Junts per Catalunya, ERC, la CUP, etc. lo han hecho sin ningún problema y con el beneplácito de las juntas electorales desde hace décadas. Obviamente, cuando han llegado al poder, han aplicado su programa político separatista y han sido detenidos, juzgados y encarcelados por ello. Es decir, han sido condenados por cumplir lo que prometieron a su electorado. Lo fundamental es exigir la ilegalización del separatismo y los partidos que lo defienden ya que los indultos no son más que una consecuencia. Muerto el perro, se acabó la rabia.
El Régimen del 78
Es imposible que España sobreviva al Régimen del 78 y también es inevitable el derrumbe del Régimen del 78. Cuando los cimientos de un edificio están mal construidos, el hundimiento del mismo es cuestión de tiempo. El Régimen del 78 está basado en una serie de errores conceptuales absolutos: travestir al patriotismo en constitucionalismo, conceder la autonomía con la esperanza de que los separatistas dejasen de serlo, considerar los votos como la medición de todo (cuando un voto no es más que un papel arrojado a una urna de plástico), aceptar que cualquier idea es válida y defendible, negar la identidad española en pro de un mundialismo teledirigido por poderes discretos y foráneos y un largo etcétera. De aquellos polvos, estos lodos. La salvación de España, si todavía es posible, pasa por liquidar con urgencia al Régimen del 78, e instaurar un sistema soberano, nacional y de pluralismo limitado. La cada vez más vigorosa Europa de Visegrado puede ser un ejemplo y fuente de inspiración en este sentido. Si no eliminamos ipso facto el Régimen del 78, este nos devorará cual Saturno.
El papel del rey
Son muchos los que piden a Felipe VI que no firme los indultos y los que afean a Pedro Sánchez y a su ejecutivo la complicada tesitura en la que han puesto al monarca. Es cierto que los social-comunistas han aprovechado la coyuntura para poner, una vez más, en cuestión a la monarquía, no tanto por lo que es sino por lo que representa (según la Constitución, la unidad de España). Pero no es menos cierto recalcar que la Casa Real lleva años cediendo ante cuestiones capitales para España considerando (erróneamente) que así no se solivianta a la izquierda. Asi, los sucesivos monarcas han sancionado, sin la menor indigestión, decenas de leyes repugnantes en lo moral y perniciosas en lo nacional o nombrando gobiernos ilegítimos como el actual. La firma de Felipe VI en los indultos será, simplemente, otra muesca más en su debe contra España y los españoles. Con los indultos, el rey de España tiene, pues, una magnífica oportunidad de ejercer como tal y negarse a firmar.
Adenda
La concesión del indulto a los separatistas catalanes supone un problema adicional para España ya que es una forma de admitir que no deberían haber sido detenidos, juzgados, condenados y encarcelados por sus actos. Cuando se vuelva a celebrar un referéndum, legal o ilegal, en Cataluña o en el País Vasco, ¿con qué cara podrá pedir el gobierno el apoyo de sus socios europeos o de la comunidad internacional si el Estado español mismo ha decidido claudicar ante el separatismo? En definitiva, los secesionistas de todo pelaje ya saben en qué terminará su próxima intentona: en el peor de los casos, en un indulto colectivo. Y es que, a partir de este momento, los separatistas disponen de una «barra libre» para poner en jaque la unidad nacional.
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