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Metaverso, multiverso, pluriverso: tres conceptos que no hay que confundir


Georges Feltin-Tracol | 31/12/2022

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Un año después de que el holding de Facebook pasara a llamarse Meta, cada vez oímos hablar más del metaverso.

Incluso vemos anuncios pagados por la empresa de Mark Zuckerberg en varios canales de televisión explicando este ambicioso logro digital en el que los estudiantes de filosofía serán testigos de una justa verbal entre Sócrates y Platón. La realidad es menos optimista, ya que el entusiasmo generado en torno a este proyecto está decayendo debido a las dificultades técnicas y financieras encontradas. El metaverso no es para mañana. Al mismo tiempo, los adolescentes ven superproducciones estadounidenses ambientadas en el multiverso. Y, por último, los círculos de izquierda se están haciendo con el pluriverso. Tenga cuidado de no confundir estos tres términos.

Inspirado en la obra del escritor estadounidense de ciencia ficción Philip K. Dick, autor de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, adaptada al cine en 1982 por Ridley Scott con el mítico nombre de Blade Runner, el metaverso es un conjunto de universos virtuales conectados a internet que ofrece al usuario la percepción de una pseudorealidad aumentada. En los años setenta, el escritor francés Philippe Curval evocaba en su trilogía de anticipación, L’Europe après la pluie, un continente europeo cerrado al mundo cuyos saciados habitantes se refugiaban en cajas que ralentizaban el tiempo, luego en cabañas que ampliaban el espacio, convirtiendo sus hogares en verdaderos continentes interiores.

Los inicios del metaverso comenzaron en 2003 con Second Life, un mundo virtual tridimensional. El programa permitía a los usuarios crear entornos originales y encarnar personajes mediante avatares, es decir, representaciones virtuales con la forma humanoide de su elección. Estos avatares formaban parte de un mundo aventurero dividido en cinco regiones y numerosas islas, porque Second Life, cuyo éxito mediático duró desde 2004 hasta 2008 aproximadamente, se concibió originalmente como un enorme juego en línea permanente constituido como una red informática multijugador, ¡se estuviera o no conectado! Second Life preparó así la mente de la gente para los deportes electrónicos. El Frente Nacional francés fue el primer partido que invirtió en este campo, que entonces estaba en pañales.

Una idea más precisa del metaverso se puede obtener viendo la película de Steven Spielberg estrenada en 2018 y adaptación de la novela de Ernest Cline publicada en 2011 bajo el título Ready Player One. La película hace numerosas referencias musicales, cinematográficas y pictóricas a la cultura pop occidental americanomórfica. Los personajes de esta película viven a través de un mundo donde todo está permitido y donde el juego de roles se convierte en una segunda naturaleza, tanto más cuanto que las condiciones de vida en el mundo real son penosas (contaminación masiva, pobreza generalizada, viviendas estrechas y ruinosas).

La aceptación del metaverso puede lograrse acostumbrando al público a series de televisión como La Casa del Dragón, Los Anillos del Poder, El Mandaloriano, etc., producidas por Netflix, Prime Video y Disney. Además de la innegable influencia wokista, estos seriales preparan la entrada en la virtualidad con, a la larga, la posibilidad dada a los espectadores más asiduos de participar en las siguientes películas como grandes actores aficionados.

El metaverso se concibe como una estructura global abierta y ordenada, que requiere un enorme gasto de energía. ¿Sigue siendo deseable en tiempos de posibles cortes de electricidad? Sin electricidad, esta huida industrial hacia quimeras, espejismos y otras ilusiones podría quedarse en un vano sueño. Sin embargo, esta empresa de alta tecnología podría constituir un condicionamiento de las masas al ofrecerles diversiones psicológicas. Los cenáculos pensantes de la hiperclase global (Trilateral, Bilderberg, etc.) parten de la base de que la desmaterialización de las actividades económicas sumirá en el paro de por vida a entre el 80% y el 90% de la población. El uso de metavers en combinación con la legalización de las drogas, especialmente el cannabis, o incluso su uso obligatorio, el «soma» de Brave New World, sería un excelente método recreativo e indoloro para romper cualquier riesgo de tensiones sociales.

El multiverso no es el metaverso. Popularizado por el Universo Cinematográfico Marvel (MCU) con, por ejemplo, la reciente película de Sam Raimi Doctor Strange in the Multiverse of Madness, o, fuera del MCU, la película de Daniel Kwan y Daniel Scheinert Everything Everywhere All at Once, o incluso The One de James Wong, el multiverso se define como un haz de universos presentes al mismo tiempo, formado por mundos paralelos, realidades alternativas o ucrónicas e intervalos espacio-temporales que sirven de posibles puentes entre estos universos. Ya en los años sesenta, el escritor británico de ciencia ficción Michael Moorcock desarrollaba un multiverso con un «campeón eterno» que se presentaba en varias sagas como entrañables antihéroes (Elric el Nigromante, el emperador supremo de Melniboné, el duque de Colonia Dorian Hawkmoon, Corum y Erekosë).

Pero el concepto de multiverso no es sólo una ficción literaria. Se basa en consideraciones cosmológicas, físicas cuánticas y astrofísicas. En pocas palabras, el multiverso se basa en las escalas macroscópica, molecular, atómica, subatómica y de «cuerdas», en referencia a las complejas teorías del mismo nombre.

El planteamiento científico (no filosófico) del multiverso surgió en la década de 1950, cuando el físico estadounidense Hugh Everett asumió la existencia de miles de millones de universos disímiles, que compiten entre sí y se entrelazan sin contacto alguno debido a la separación dimensional y/o a la variación de la longitud de onda. En su ensayo Antes del Big Bang: El origen de nuestro universo a partir del multiverso, la cosmóloga cuántica de la Universidad de Carolina del Norte Laura Mersini-Houghton examina estas sorprendentes teorías. Además, en su número de julio de 2022, New Scientist presentaba la investigación conjunta de Venkatesh Vilasini, del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zúrich, y Roger Colbeck, de la Universidad de York (Reino Unido).

Estos dos investigadores modelan series de universos teóricos, estudian posibles bucles temporales y analizan el flujo de cierta información entre dos agentes vinculados entre sí en el mismo continuo espacio-tiempo (es decir, situados en el pasado, el presente o el futuro) a pesar de la distancia material que los separa, si la hay. Al concluir sus observaciones, Venkatesh Vilasini afirma que estos «bucles causales no conducirían sistemáticamente a paradojas considerables, pero es una prueba teórica de que el pasado y el futuro pueden estar vinculados de forma contraintuitiva». Los trabajos de Mersini-Houghton, Vilasini y Colbeck confirman las intuiciones visionarias de Giorgio Locchi sobre la interpretación dinámica de la historia. Aquí nos acercamos a las fronteras de la metafísica y la especulación ontológica.

El multiverso no tiene nada que ver con el metaverso, a menos que este último lo recupere como entretenimiento de masas. En Libération del 14 de octubre de 2022, Céline Minard no dudaba en contraponer el metaverso al pluriverso, definido como la «construcción caleidoscópica de un mundo compartido sostenible». A finales de los noventa, los zapatistas mexicanos del tristemente célebre subcomandante Marcos ya lo veían como una posibilidad de formar un mundo en el que coexistieran mundos diferentes. No es baladí conocer la reciente publicación de la obra colectiva Plurivers: Un dictionnaire du post-développement.

Sin embargo, es lamentable que la extrema izquierda y la ultraizquierda adopten este estimulante concepto ya expuesto por Carl Schmitt en 1932. Para el gran jurista alemán, «el carácter específico de la política implica un pluralismo de Estados. Toda unidad política implica la posible existencia de un enemigo y, por tanto, la coexistencia de otra unidad política. Por lo tanto, mientras el estado como tal exista en esta tierra, habrá varios estados y no podrá haber un estado universal que abarque a toda la humanidad y a toda la tierra. El mundo político no es un universum, sino, si se puede decir así, un pluriversum».

La visión pluriversal del mundo corresponde en materia diplomática al «mundo multipolar» o a una organización en «mosaico» de las relaciones internacionales. El condominio Estadosa Unidos-Unión Soviética durante la Guerra Fría y la hegemonía mundial de Estados Unidos desde 1991 deben ser sustituidos por formas radicales y a veces incluso contradictorias de pensar en un espacio global finito común poblado por diferentes humanidades o, si se prefiere, por varias civilizaciones, porque Carl Schmitt siempre subraya en su libro El mundo de Estados Unidos que «el mundo de la Unión Soviética es el mundo de Estados Unidos», de las diferentes civilizaciones porque Carl Schmitt siempre señala en La noción de política que «el concepto de humanidad es un instrumento ideológico particularmente útil para las expansiones imperialistas, y en su forma ética y humanitaria es el vehículo específico del imperialismo económico». En resumen, el nomos de la Tierra futura se organizará en torno a grandes espacios civilizacionales y/o continentales caracterizados por la divergencia intrínseca de sus respectivos principios fundadores.

Si el metaverso es la última invención de la técnica mental y apunta a la formación sociológica del imaginario en una perspectiva de dominación del mercado, el multiverso y el pluriverso reintroducen en las ciencias llamadas duras y en la geopolítica planteamientos audaces que se inscriben bajo el epígrafe de politeísmos de los valores. Expulsado del ámbito espiritual y excluido de las ceremonias públicas, el paganismo vuelve por fin con fuerza en formas innovadoras y pertinentes. Por tanto, ¡trabajemos por la pluralidad inherente a la Vida y actuemos a favor de cosmovisiones multiversales surgidas del fértil terreno del etnodiferencialismo!

Nota: Cortesía de Euro-Synergies