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Entrevistas

Robert Steuckers: «Si Trump gana las elecciones, el belicismo de Biden no podrá desplegarse a tiempo»


Redacción | 24/04/2024

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En una entrevista concedida para Hafsa Rahmouni de Al Jazzera, Robert Steuckers analizó, entre otras cuestiones, el conflicto de Oriente Próximo y la guerra en Ucrania.

En opinión del analista y ensayista belga, uno de los referentes intelectuales para la Nueva Derecha europea, el ataque de Israel contra Irán, la réplica de estos últimos y las posibles acciones israelíes, se engloba «en un contexto histórico muy amplio y muy antiguo». «Las potencias marítimas británicas y luego estadounidenses tienen una estrategia recurrente: ocupar las tierras situadas en los extremos interiores de los mares interiores. Kuwait a partir de 1910 para impedir que el Imperio Otomano explotara su ventana sobre el Golfo y el Océano Índico (coto británico en aquella época). Israel recibió el encargo de vigilar la costa más oriental del Mediterráneo, en beneficio primero de Londres y luego de Washington. Irán, y tras él Rusia y China, se disputan esta función y preferirían ver la zona de Antioquía a Gaza (e incluso Suez) como un trampolín hacia el Mediterráneo», explica.

Con respecto al papel de Estados Unidos en general y de la administración presidida por Joe Biden en particular, Robert Steuckers considera que Washington teme «una hipertrofia imperial, ya sea porque sabe que la próxima presidencia estadounidense será trumpista y, por tanto, aislacionista, y que el belicismo de Biden no podrá desplegarse a tiempo, ya sea porque quiere ganar tiempo para consolidar su frente antirruso desde el Ártico hasta el Mar Negro, ya sea porque sabe que Irán dispone ahora de los medios para convertirse en un santuario. En este escenario tan preocupante, Europa será el blanco del conflicto».

En cuanto a la situación en Ucrania, Steuckers considera que este conflicto «fue diseñado para crear el caos en Europa y arruinar el motor industrial de Alemania. También fue diseñada para bloquear la dinámica euroasiática en un punto crucial, donde convergen las rutas multimilenarias de la gran masa terrestre euroasiática». «La cultura militar de las talasocracias favorece actualmente las guerras cortas, de un año o menos de duración. La guerra en Ucrania ha entrado en su tercer año. El impulso se ha estancado. El pueblo ucraniano está siendo desangrado. Sobre el terreno, la situación está congelada, como lo estuvo durante muchos años durante la Primera Guerra Mundial. Rusia ha resistido y, al parecer, permanecerá en las regiones rusoparlantes del este y el sur de la antigua Ucrania soviética. El escenario previsible es el siguiente los oblasts conquistados por el ejército ruso pasarán a formar parte de la Federación Rusa; Occidente impedirá la conquista de Odesa (ahora se habla de la entrada de unidades francesas en la ciudad o sus alrededores, información por verificar); Occidente intentará ganar terreno en el Mar Negro (un viejo objetivo bélico británico), tratando de satelizar Georgia y Armenia; la OTAN aprovechó el conflicto ucraniano para convertir el Báltico en un lago de la OTAN, con lo que Europa perdió la oportunidad de ampliar una zona no alineada en todo el continente a partir de dos Estados neutrales (Suecia y Finlandia) y, por último, el conflicto ucraniano ha abierto un vasto frente que se extiende desde el Ártico hasta el Mar Negro, amenazando los puertos rusos de Murmansk y Arkhangelsk (vitales durante la Segunda Guerra Mundial) y la ciudad de San Petersburgo, próxima a la frontera finlandesa», explica.

Por último, «Desde un punto de vista estratégico, el Occidente estadounidense, que ha eliminado el no alineamiento sueco y finlandés en el norte de Europa y ha permitido a la OTAN presionar a Rusia desde Murmansk hasta San Petersburgo y Kaliningrado/Königsberg, debería estar satisfecho con estos avances tan ventajosos. Sobre el terreno, en el Donbass, Luhansk, Crimea, etc., es previsible que Occidente acepte una solución coreana con un nuevo Telón de Acero al este del Dniéper. El putinismo no habrá sido derrotado ni eliminado como algunos esperaban. En cuanto a la era post-Putin, que inevitablemente llegará, no se sabe. La pelota está en el tejado de los europeos: ¿cuánto tiempo más aceptarán las políticas suicidas propugnadas por los servicios estadounidenses y cuánto tiempo más tolerarán los errores de los «jóvenes líderes globales» que los están arruinando?», concluye Steuckers.