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¿Una nueva Guerra Fría? La era del postconflicto de Ucrania: el nuevo libro de Pierre-Emmanuel Thomann


Carlos X. Blanco | 12/12/2022

En el momento presente, en el cual la Federación Rusa lleva largos meses desplegando una operación militar especial en territorio ucraniano, tras incumplimientos reiterados de acuerdos internacionales por parte del gobierno de Kiev, la situación de Europa (y en ella, España) no puede calificarse de otro modo que de triste, desesperada y suicida.

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Libros como el de Pierre-Emmanuel Thomann ¿Una nueva Guerra Fría? La era del postconflicto de Ucrania publicado por Letras Inquietas se presentan como instrumentos útiles para orientarse en el presente. Útiles y, diré sin dudarlo, imprescindibles en medio de la propaganda «occidental» en las que nos vemos inmersos. Ésta propaganda nos presenta, las más de las veces, a un Putin «autócrata», «imperialista» e incluso «loco». Nos presenta, en correspondencia, a un Zelensky «heroico» y decididamente «demócrata». Una gran mayoría de ciudadanos de Occidente ha comprado el producto: se vende la idea un imperialismo renacido (zarista y soviético, antes, putiniano, ahora) que agrede a una república soberana, democrática y deseosa de ser «de los nuestros», como la ultracionalista Ucrania.

El libro del geopolitólogo francés Thomann, lejos de ser una exaltación del poder ruso , o una justificación de las acciones del gobierno de Putin, nos enseña las verdades descarnadas que el «Occidente colectivo» (donde está el muy otanista ejecutivo de Sánchez) oculta a sus propias poblaciones. Verdades ajenas a esa propaganda. Las verdades nos la recuerda este experto prestigioso: «Desde el punto de vista geopolítico, la Unión Europea se conforma con ser un Rimland, un subconjunto de la gran estrategia anglosajona para rodear Eurasia contra Rusia y China. Esta situación le distrae de la verdadera amenaza yihadista en el Sur, y en su propio suelo, con una inmigración masiva que fragmenta las naciones. En este escenario, más allá de la Unión Europea, se trata de una tutela de las naciones europeas en una entidad exclusiva euro-atlantista dependiente de los flujos hacia Estados Unido».

El muy otanista Sánchez, al igual que gran parte de la «izquierda» española (léanse los artículos del que fue gurú del partido Podemos, Santiago Alba Rico) se ha alineado con una Europa americanizada, enviando armas destructivas ofensivas (y no ayuda humanitaria o defensiva) para un conflicto ajeno y a un país extranjero, con lo que supuestamente incurre en delito, por mucho que la OTAN abra los paraguas para estas acciones. Estamos recibiendo militares ucranianos para ser entrenados aquí, y apostamos fuertemente por un bando en conflicto ajeno, bando el cual no está claro que vaya a ser el ganador. Las relaciones de España con Rusia podrían ser perfectamente amistosas y colaboradoras: somos, españoles y rusos, dos pueblos que poseen mucho más en común de lo que se supone, incluyendo el ser herederos de dos imperios, uno al Oeste y otro al Este, que en su día llegaron a compartir frontera, compartieron la misión de alzarse como valladar de la cristiandad y, asimismo, compartieron el destino de haber sido acosados y casi aniquilados por la anglosfera (remito al lector a mi prólogo a la obra de Walter Schubart Europa y el alma de Oriente publicada por Ediciones Fides)].

El muy otanista gobierno del PSOE, seguido por los no menos otanistas (a la chita callando) del partido Podemos, apoya sin fisuras y sin cambiar una coma, toda la narrativa anglosférica que justifica la ampliación irresponsable de la OTAN hacia el Este. Esta es una ampliación que conlleva la ruptura de los equilibrios y de los acuerdos base, una ampliación agresiva, pues así es como se percibe desde Rusia, como una agresión que implica un proyecto de estrangulamiento de Rusia. La presencia de militares españoles en el Báltico y en otras bases de Europa central y oriental resulta indignante, teniendo en cuenta que Rusia no es una amenaza para España (en realidad, no los es para ningún país de la Unión Europea) y que nuestras amenazas auténticas están en el sur. En el sur no podemos defender nuestra soberanía, la seguridad e integridad de nuestras fronteras. Nuestros cuerpos de seguridad se ven «desarmados», en todos los sentidos de la palabra (incluyendo el sentido legal de la palabra) ante los saltavallas agresivos, que invaden el territorio nacional armados con instrumentos punzantes y ataques concertados. Cualquier día sufriremos una «marcha verde» sobre nuestras ciudades al otro lado del Estrecho, Ceuta y Melilla, sobre las Canarias, o sobre Andalucía misma, y entonces el Estado no podrá hacer nada. Y la OTAN, menos.

Nuestro ejército se verá maniatado por órdenes tibias o claramente traidoras emanadas por parte de un gobierno «de turno», ya sea socialista ya sea de la «derechita», que correrá presto a dar su ayuda a la OTAN anti-rusa, pero que no moverá dedo alguno en defender la integridad y soberanía en nuestras puertas con África y el islam. Esta es la situación que no se quiere reconocer, que no gusta ser debatida: la OTAN, a la que pertenecemos, es un instrumento de la política yanqui, no de la nuestra, y, más en general, es un instrumento de la política de la anglosfera. Y ésta política, en colusión con los intereses franceses, hace del Reino de Marruecos un aliado y socio preferente. Y preferente viene de «preferir»: en estos momentos «se prefiere» a Marruecos como actor y socio en todo el Magreb y más al sur, hasta el Sahel, donde España no pinta nada y lo único que hará es poner los muertos y dejarse avasallar. El «Gran Marruecos», como en su día lo fue Turquía (hasta la llegada al poder de Erdogan) será, y ya está siendo, un actor principal en los intereses de occidente, aunque esto suponga ayudar a la islamización del sur y del levante hispanos. A fin de cuentas, la quinta columna izquierdista y maurófila ya lleva años preparando el terreno y la anglosfera emplea la islamización para sus intereses, lo cual ya es en ellos tradición.

Esta OTAN tan decidida a apoyar a un gobierno muy corrupto, dudosamente democrático y con apoyo de bandas pseudonazis y mercenarias, como es el gobierno de Kiev, es la misma OTAN que ni siquiera está formalmente comprometida a defender la frontera sur de Europa, que es a la vez la frontera sur del Reino de España. A veces se nos quiere presentar la OTAN como «el ejército al servicio de Europa», capaz de defender a esta supuesta unión de Estados, cuando en realidad es un instrumento al servicio de los norteamericanos y británicos (la Anglosfera), estricta y exclusivamente. La situación real es justamente la inversa a la cacareada por la propaganda oficial: la OTAN no es el «ejército de Europa» ni formal ni materialmente hablando, ya que su poder reside y responde básicamente al interés de un Estado no europeo como son los Estados Unidos, y además cuenta con la re-islamizada Turquía de Erdogan. Para colmo, como señala claramente Thomann, la OTAN ha atacado a Europa, concretamente a Yugoslavia (más concretamente, a Serbia en 1999), lo cual es mal presagio y, en el actual conflicto ucraniano, ha logrado «otanizar» a la propia Unión Europea.

Durante décadas se nos había hecho tragar el cuento de que la OTAN (organización militar) y la Unión Europea (unión económica con pretensiones políticas y culturales) eran dos cosas distintas. Los españoles no partidarios de adscribirnos al Tratado nunca nos lo habíamos creído del todo, habida cuenta de las condiciones en que Felipe González nos metió en este tinglado, tras una campaña vergonzosa previa al referéndum, que incluyó un cambio radical de posición por parte del PSOE y un recurso al miedo: «o la OTAN o el aislamiento», se nos dijo, del mismo modo que se condicionó la entrada del país en las dos instituciones: «si queremos entrar en una, hay que hacerlo en la otra». Era todo mentira. Formalmente, un Estado soberano puede elegir entrar en una o en la otra, en ambas o en ninguna… Pero estaba claro que tras el vil asesinato de Carrero Blanco, España ya no era soberana, y Felipe no hizo sino desarrollar la agenda imperialista yanqui, prevista para nuestra patria mucho tiempo atrás, en los conciliábulos que en el extranjero se hicieron al ir volviéndose anciano el Caudillo.

Así pues, somos Estado miembro de una Unión Europea que ya no esa mera «unión de mercaderes». Hace años denunciábamos esa condición de la entonces llamada Comunidad Económica Europea: una mera unión de capitalistas para trapichear entre sí con menos trabas… Pero ojalá nos hubiéramos quedado en eso. Ahora la Unión Europea no es otra cosa que la rama civil de la OTAN, y ésta, a su vez, es la sucursal de los Estados Unidos para hacer que las pequeñas naciones y los pequeños ejércitos europeos respondan a los intereses del imperio. Un imperio el yanqui que sigue apostando fuerte por una unipolaridad. Pero la unipolaridad en modo alguno, va a ser consentida por las tres cuartas partes de la humanidad: Rusia y China son las grandes masas de poder telurocrático que pugnan por no ser estranguladas ya más. Le han dicho ¡basta! a la talasocracia occidental. Para ello, Rusia y China abren vías euroasiáticas y boreales, y plantean alianzas con otros antiguos imperios renacidos (Irán, India) o con los continentes saqueados por Occidente (Hispanoamérica, África).

Se dice, como una suerte de «ley» de la geopolítica, que quien controle la gran masa eurasiática, la «tierra corazón” (heartland), controla el mundo. Occidente ya no puede hacerlo. Ese Occidente colectivo al que se refieren los rusos, se ha convertido en una amenaza para la propia humanidad. Los pueblos que no son sumisos a la unipolaridad angloesférica tienen todo el derecho a buscar su propio desarrollo, de acuerdo con sus propios parámetros culturales de partida. El american way of life ha conocido su límite máximo de expansión. La agenda transhumanista, «arcoíris», hedonista y sindiós, no puede llegar al mundo eslavo, chino, negro, árabe, persa. Ha llegado, y mucho, al mundo hispano: basta echar un vistazo al modo en que visten, hablan y bailan muchos de los emigrantes que desde América nos llegan aquí. Son un calco de los moldes suburbiales y marginales extraídos de la sociedad yanqui, que también los europeos están imitando. Moldes que la industria del entertainment ha impuesto de forma nefasta. Los propios españoles «peninsulares» están dejando de hablar español, sustituyendo nuestra bella lengua (y las demás lenguas regionales de España) por un spanglish «latino» de lo más deleznable. Más nos valdría regresar a la boina vetusta, a la montera o al pañuelo anudado, y prender fuego a la gorra de beisbol, sobre todo puesta del revés. Toda esta estética propia de un pueblo abatido, colonizado, aculturizado, como lo fueron los mozárabes bajo el islam, como fueron los indios de las praderas bajo el yanqui, nos habla de la ausencia de un verdadero polo de poder: el de la Hispanidad, polo sólo posible y muy retrasado en comparación con el Eurasiático (ruso-chino), el árabe, el persa, el otomano e incluso el marroquí.

Pero no pintamos nada, ahora mismo, y todo dependerá de que la Francia con potencial nuclear propio se dé cuenta del error «occidentalista», o la Alemania potente con la industria, pero castrada en cuanto a ejército, vuelva a reencontrarse con el problema de su propia supervivencia. El texto de Thomann, además, posee un valor prospectivo. Señala líneas de cara al día después: ¿qué será de Europa tras un (deseable) cese de las hostilidades? Lean. Compren. En los libros existe esperanza y luz.

Pierre-Emmanuel Thomann: ¿Una nueva Guerra Fría?: La era del postconflicto de Ucrania. Letras Inquietas (Octubre de 2022)