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Sólo la guerra determina lo que existe y lo que no


Aleksandr Duguin | 16/08/2024

No se juzga a los vencedores. Pero todos los demás son juzgados. Las únicas excepciones son los vencedores. Para que nuestra verdad prevalezca, tanto en el sentido más amplio (civilizacional, filosófico, religioso) como en el más pequeño (los hechos más simples: bombardeos, bajas, invasiones, ataques a instalaciones nucleares), es necesario ganar, al menos.

La guerra afecta a la ontología. Emite juicios sobre el ser: sobre lo que es y lo que no es. Tal es la metafísica de la guerra: puede borrar el ser o dotarlo de ser. Como decía Heráclito, convierte a uno en señor y a otro en esclavo. El vencedor es el amo, lo es. El vencido no, o es esclavo, y ser esclavo es peor que no ser.

Por eso no tiene sentido indignarse por el comportamiento de la Alemania o el Japón modernos, que son esclavos de Occidente por haber perdido la Segunda Guerra Mundial, y que simplemente no existen.

Tras el final de la Guerra Fría, Rusia se encontró en una posición de esclavitud, gracias a Gorbachov, Yeltsin y los reformistas liberales. Y gracias a todos los que apoyaron al bastardo y se unieron obedientemente a la cola del McDonald’s.

Hay una fórmula en el derecho eclesiástico que consiste en «imputar lo que no ocurrió». No se trata de un juicio sobre el fondo, sino sobre la existencia. Puede haber existido en cierto sentido, pero los padres ordenan que ese ser sea abolido, equiparado a la nada. Los padres, que reinan sobre el presente, que han triunfado en él, juzgan libre y soberanamente el pasado, de manera señorial, distinguiendo entre lo que ha sido y lo que, en esencia, no ha sido.

Evidentemente, no lo hacen sólo los padres conciliares, sino cualquier ideología, cualquier poder. Y Orwell no expresa aquí ninguna paradoja «totalitaria»: quien controla el presente crea su pasado. Es lo que todo el mundo hace y ha hecho siempre. Si se quiere impugnar tal o cual veredicto sobre el pasado y no el pasado, basta con tomar el poder, lo que significa ganar.

Putin, como un Espartaco geopolítico, se ha alzado, sacando a Rusia del olvido. Pero Rusia sólo será Rusia cuando gane. Ser y victoria son sinónimos. Rusia es lo que será.

De esta guerra depende, por supuesto, el destino de Ucrania. Y no sólo de si será (espero que no), sino de si alguna vez fue. El génesis no se prueba en el pasado, se decide en el presente mediante el acto de crear el futuro.

Nota: Cortesía de Euro-Synergies