He mencionado varias veces la rusofobia en mi libro sobre Dostoievski o en mis textos publicados en los medios de comunicación rusos.
Esta rusofobia es europea, no esperó a los estadounidenses y está firmemente arraigada. Puede decirse que se expresó por primera vez en la conquista de Rusia por Napoleón, que Tolstoi describe así en Guerra y paz: es Europa y no Francia (40% de los soldados) la que se lanza a la garganta de Rusia. Chateaubriand estaba totalmente aislado quince años más tarde cuando pedía a la diplomacia francesa que se acercara a Rusia y evitara a las turbias Austria e Inglaterra que desencadenarían los conflictos que acabarían con nuestra civilización (nuestra civilización estaba muerta en tiempos de Zweig o Valéry, es su cadáver el que apesta en estos momentos).
La guerra de Crimea extendida entre 1853 y 1856 (un millón de víctimas, por hambre, frío, enfermedades, etc.) permitió a casi toda Europa desahogarse. Francia (como siempre bonapartista, militarista, autoritaria y humanitaria), Inglaterra, que sacrificó a todos los cristianos (hábito obsesivo) de Oriente para proteger su adorable Imperio otomano (que luego sacrificó con Lawrence y los sionistas), pero también la Cerdeña del muy oportunista Cavour, la muy desagradecida Austria (salvada por Nicolás en 1848, pero que movilizó a cien mil hombres) y media docena de otras naciones que directa e indirectamente hicieron la guerra a Rusia para defender al Imperio Otomano. Occidente rompió el contrato cristiano y Catalina la Grande ya se quejaba de ello.
Aquí lo que me interesa es recordar que todos los gobiernos de este continente zombi aprueban sistemáticamente lo que hacen los americanos. Los americanos tienen el derecho de vida y muerte en todo este planeta y todos en Europa están contentos. Alrededor de 1850 era Europa occidental (la pareja franco-británica) la que tenía este derecho (y se negaba a compartirlo con Alemania) y la que, antes que los Estados Unidos, se consideraba el mesías de las naciones de esta pobre tierra (para saquearla o destruirla o modernizarla).
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Un historiador ruso de esta ya triste época se dio cuenta de ello y escribió al zar Nicolás; traduzco de la Wikipedia inglesa: «Mijaíl Pogodin, profesor de Historia en la Universidad de Moscú, había entregado a Nicolás un resumen de la política rusa hacia los eslavos durante la guerra. La respuesta de Nicolás estaba llena de agravios contra Occidente. Nicolás compartía la opinión de Pogodin de que no se comprendía el papel de Rusia como protectora de los cristianos ortodoxos del Imperio Otomano y de que Occidente trataba injustamente a Rusia. Nicolás aprobó especialmente el siguiente pasaje: Francia arrebata Argelia a Turquía, y casi todos los años Inglaterra se anexiona otro principado indio: nada de esto perturba el equilibrio de poder; pero cuando Rusia ocupa Moldavia y Valaquia, aunque sólo sea temporalmente, perturba el equilibrio de poder. Francia ocupa Roma y permanece allí varios años en tiempos de paz: esto no es nada; pero Rusia sólo piensa en ocupar Constantinopla, y la paz de Europa se ve amenazada. Los ingleses declaran la guerra a los chinos, que al parecer les han ofendido: nadie tiene derecho a intervenir; pero Rusia está obligada a pedir permiso a Europa si riñe con su vecino. Inglaterra amenaza a Grecia con apoyar las falsas pretensiones de un miserable judío y quema su flota: es una acción lícita; pero Rusia exige un tratado para proteger a millones de cristianos, y se supone que esto refuerza su posición en Oriente a expensas del equilibrio de poder. No se puede esperar de Occidente más que odio ciego y maldad». Comentario al margen de Nicolás I: «De eso se trata».
Fuente: Euro Synergies
Nicolas Bonnal es ensayista y escritor.