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La legitimidad de una rebelión contra los enemigos de España


Ernesto Ladrón de Guevara | 11/10/2020

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Cuentan en La Tribuna del País Vasco que doce mil médicos, epidemiólogos y personal sanitario de todo el mundo piden acabar con los confinamientos, que están teniendo «efectos devastadores» en la salud pública, y consideran que la única manera de abordar esta situación de forma menos mala es la de la inmunidad de rebaño.

El pulso del gobierno social-comunista bolivariano de España con la Comunidad de Madrid es inasumible e inaceptable pues, nuevamente, los ciudadanos son los paganos y las víctimas de la situación con un caos normativo y un cúmulo de contradicciones e inseguridad jurídica muy propia de Venezuela. No es de recibo ni admisible que los ciudadanos seamos rehenes de estos factores que condicionan la política.

Una moción de censura que Sánchez quiere soslayar como sea, aun cuando con toda probabilidad Vox no va a encontrar apoyos suficientes para hacerla triunfar, merced a la cobardía crónica del Partido Popular y el tancredismo oportunista de Ciudadanos. Este último, desprovisto de otra ideología que ocupar un cachito de poder como sea, es decir, un «hijo bastardo» del Partido Popular, de la más clásica escuela del «soy pero no estoy». Si hay que recluir a los ciudadanos madrileños para dejar en estado de levitación a las instituciones del Estado y entre otras al Congreso de los Diputados, se clausura Madrid aunque el país se vaya definitivamente al garete sin remisión.

Las ansias de la izquierda de hacerse con el poder en Madrid como sea, pues Madrid es elemento nuclear de la vida política, económica y financiera de España. Quien controla Madrid, finalmente controla monolíticamente la nación y sus instituciones, aunque estas estén fragmentadas y el Estado en situación de agonía estructural.

Lavarse las manos, erigiéndose como salvación de los españoles ante la falacia de que Madrid es el elemento capilar de la pandemia y que el Partido Popular es incapaz de resolver la situación. En un momento, paradójicamente, en el que la curva estaba empezando a declinar.

Si hay algo deplorable es el tacticismo político con las cosas de comer o de sobrevivir. Mientras, los ciudadanos están pasando las de Caín, sobrecogidos y aterrorizados con las campañas sistemáticas para inducir un miedo sobredimensionado en la población, que no comparece ni con la realidad existente ni con las contradicciones de las instituciones del Estado, cuyos actos son puestos con sordina por unos medios de comunicación convertidos en mercenarios de la desinformación. No es coherente que mientras se alarma a la población con nubarrones negros que van a descargar azufre letal sobre la salud colectiva se obligue, por ejemplo, a las familias que por razones de salud no quieren llevar a sus hijos a las aulas sin unos mínimos de garantías. Es solamente un ejemplo de un sinfín de contradicciones, de incoherencias y de vaivenes en los criterios de imposición a los ciudadanos. Cuestiones estas que exigirían la demanda de cese de un gobierno que si aplicamos un análisis con un cierto rigor podría ser calificado como presunto criminal, aunque los mecanismos de control del poder judicial y de la Fiscalía impidan el procesamiento de los principales responsables.

La diferencia entre un buen gobierno y otro con visos de criminalidad es que el primero tiene en cuenta el bien común, y su vocación es de servicio a la sociedad a la que se debe, mientras que el segundo somete a la población a un estrés injustificado y subordina el interés general a sus pretensiones de control y dominio absoluto para perpetuarse en el poder. No lo digo yo. Se trasluce por lo que insistentemente el vicepresidente bolivariano suele preciarse de insistir. No es casual que salgan a relucir de su boca frases de esa naturaleza dirigiéndose al Partido Popular: «Ustedes no van a presidir el Consejo de Ministros». Lo que desvela el cariz del sentido que este personaje y su gente tienen de la democracia y del pluralismo político. Dios nos libre de él y de su acción destructora.

A la Comunidad de Madrid se le cedió, como a otras comunidades. la gestión de la pandemia porque Sánchez y su gobierno habían salido muy tocados de un Estado de Alarma que nos mantuvo secuestrados a los ciudadanos durante casi un trimestre, en un Estado de Excepción camuflado de Alarma, para que nos sintiéramos posesión y súbditos de Sánchez en una proyección de su visión feudal de lo que es el espacio público. Unos insensatos que se ocultaban tras una supuesta comisión de expertos que no existió en realidad. Hemos de recordar que en una democracia que se precie el poder político dimana de los ciudadanos y que son estos los poseedores de los derechos y las libertades, y de su voluntad expresada libremente en las urnas. Y que, mientras no se demuestre lo contrario, los ciudadanos apoyan a las principales instituciones del Estado, como es al Jefe del Estado, y la fuente del ejercicio del poder que es una constitución desmembrada, adulterada y deslavazada.

No es pertinente que por razones de rivalidad política o por tacticismo en las estrategias partidistas se cambien sobre la marcha las reglas de juego y se manipule el orden natural de las cosas y la dinámica emprendida por el propio Gobierno, en función de las apetencias de preservarse al frente del poder, en lo que el propio Sánchez define en su libro, probablemente no escrito por él, con el sintagma, «política de resistencia». Lo que en lenguaje paladino significa la política diseñada mediante el apuñalamiento por la espalda de todo aquél que se oponga a sus tácticas desleales y cainitas.

Hasta hace poco España era un país respetable y respetado y ahora es el hazmerreir internacional

A la crisis alarmante económica, con un programa económico basado en la fórmula de ampliar el gasto hasta la aberración, mientras la deuda, el desempleo, el desbaratamiento del consumo como palanca de crecimiento de una economía basada en los servicios, aumentando el déficit y llevándonos a la insolvencia absoluta de Estado, se añade, ahora, un nuevo confinamiento en Madrid destruyendo su economía, si es posible lesionar más a los pequeños y medianos empresarios y a los autónomos. Realmente Maduro no podría soñar el lograr en España lo que ha financiado desde las bambalinas de un diseño llamado Foro Sao Paulo en un periodo tan corto de tiempo. Todo sucede mientras que la atención ciudadana está en ese bicho que teme más que al propio gobierno, que es la verdadera pandemia que nos va a llevar a la desesperación. Y no seré yo quien niegue la existencia del coronavirus o de un arma biológica que nos tiene como en un laboratorio de experimentación.

Y, ahora, estos que se fueron de vacaciones, y que para quitarse el marrón delegaron en las comunidades, actuando de censores de aquellas que no pertenecen a la secta, atacan a los ciudadanos madrileños porque su gobierno, el de Madrid, no es de la secta bolivariana. ¿Por qué no aplican la misma regla a Navarra, por ejemplo, que también tiene una situación sumamente delicada desde el ángulo del aumento de los contagios? A esta comunidad ni la citan, a pesar de ser la segunda en el crecimiento de los detectados como positivos. Pues muy sencillo, porque el Gobierno de esa comunidad es de la familia política. Es tan obvio que no ofrece discusión. Y a la familia no se le toca. Como en la película de El Padrino.

¿Cómo nos pueden decir que es para que los madrileños no salgan a otras comunidades en el puente del Pilar? Si son ellos los que estimulan esta fuga. Una oleada de gentes que huyen del Gobierno para no ser recluidos nuevamente. Ellos estimulan la diáspora a zonas libres del politiqueo asqueroso que nos asfixia.

¿Es legítimo rebelarse contra esto?

Según Locke, el pueblo es pacífico por naturaleza pero puede convertirse en un estado de guerra porque en ocasiones los hombres desobedecen las leyes naturales, poniendo en riesgo su vida y la de los demás. En este caso, los vulnerados tienen el derecho a defenderse y, además, es obligación socorrer a quien sufre un daño. En estos casos Locke recomienda la resistencia activa a un gobierno que ha perdido la legitimidad. Y recordemos que la legitimidad puede ser de origen y de ejercicio. Y cuando el ejercicio del poder se convierte en despótico, arbitrario y desviado respecto al interés general, pierde su legitimidad.

Y esu que, como escribió Locke: «Cuando al pueblo se le hace sufrir y se encuentra expuesto a los abusos del poder arbitrario, la rebelión tendrá lugar, por mucho que se les diga que sus gobernantes son hijos de Júpiter, sagrados o divinos, descendidos de los cielos o autorizados por ellos, o cualquier otra cosa. Un pueblo que es maltratado y cuyos derechos no son respetados, estará siempre listo para, en cualquier ocasión, sacudirse de encima la carga que pesa sobre él. Deseará y buscará esa oportunidad que no suele tardar mucho en presentarse».

Varios autores: Pandemia contra España. Letras Inquietas (Septiembre de 2020)