La siguiente entrevista a Daniel Cologne es un testimonio de una época, una generación y una determinada recepción de Julius Evola.
Aunque Evola sólo tuvo un público marginal durante el periodo de entreguerras, ejerció una influencia, no sin cierto equívoco, en una parte de la juventud italiana primero y europea después, necesitada de orientación, de la derecha radical de los años 50 hasta bien entrada la década de los 70 del siglo pasado, en la que se centra este libro.
En este sentido, el caso de Franco Giorgio Freda puede considerarse emblemático de una cierta lectura «tradicional» marcada sobre todo por un romanticismo pesimista y que aspira a un activismo desenfrenado, fundamentalmente anticapitalista, comparable al izquierdismo revolucionario (de ahí el apelativo oximorónico de «evolucionista de izquierdas» que a veces se le da a Freda) o al misticismo desesperado de los nihilistas rusos: no hay solución dentro del sistema, la única solución que queda es su destrucción.
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) October 20, 2021
La verdad es que el campo de la política está abandonado… por la angustia del sentido político. Con todas las distracciones que ello puede conllevar: el riesgo de perderse en el esteticismo literario o en el aventurerismo sin seguimiento. Encontramos el mismo complejo del sujeto (del poder) necesitado de reconocimiento que afectaba a la nobleza libertina del siglo XVII, que consideraba el poder como un mal necesario, imaginándose así alejada de él. No basta con criticar los mitos burgueses decimonónicos del progresismo o del modernismo para salir de la alienación ideológica.
Porque, como ha recordado acertadamente Julien Freund, la alienación ideológica pone en tela de juicio el poder de decisión de nuestras sociedades. Si el imperio romano pudo demostrar su historicidad, fue porque hizo del derecho un principio de organización social (y económica) plasmado en sus instituciones y prácticas. Y si sigue siendo pertinente hoy, es para construir un Gran Espacio Europeo, como señaló el jurista Carl Schmitt.
Si para nosotros, los europeos, Evola sigue siendo una estrella solitaria en una época agitada, no es tanto porque evocaría en nuestra era post-militar una caballerosidad virtual similar a la de los juegos de guerra en las consolas, o porque ofrecería un consuelo metafísico a los individualistas que buscan un suplemento de alma o incluso un adyuvante a los bizantinismos de una civilización cansada, sino porque nos invita a una ética de la resistencia al servicio del futuro europeo. La realeza interior, la que lucha, sólo puede sumergirse o prolongarse en el hecho de asumir finalmente el momento maquiavélico…
Nota: Este artículo un extracto del citado libro
Robert Steuckers, nacido el 8 de enero de 1956 en Uccle, es un ensayista políglota y activista político belga. Dirigió una oficina de traducción en Bruselas de 1985 a 2005, muy activa principalmente en los campos del derecho, la arquitectura y las relaciones públicas (como lobby de presión en la Comisión Europea).Cercano a la Nueva Derecha, fue el teórico de la Revolución conservadora dentro de este movimiento. Abandonó el Groupement de recherche et d’études pour la civilisation européenne (GRECE) en 1993 para crear Synergies européennes, desde donde defiende las tesis de un nacionalismo anticapitalista paneuropeo.