Robert Steuckers es un testigo y actor de primer orden en lo que hace al surgimiento de ese fenómeno europeo, bastante raro, entre intelectual y activista, llamado Nueva Derecha. Digo raro por lo escaso, lo infrecuente que siempre ha sido que un grupo de personas, en principio desconectadas de las esferas de poder y decididamente remando en contra de la corriente, hayan influido tanto en Europa sin haber cosechado (directa e institucionalmente) ningún éxito.
📚 Por fin disponible en español La Nueva Derecha: Por una crítica positiva, uno de los ensayos más polémicos de Robert Steuckers @RobertSteuckers
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) September 6, 2022
No me parece así, desde luego, el caso de la izquierda, ya sea la vieja izquierda o la nueva izquierda. Esta posee hegemonía cultural y académica, ha tenido éxito, es «capilar», está infiltrada en los resortes más íntimos de la Gran Mente globalista y neoliberal llamada «Occidente». Pero la muerte de éxito de la izquierda está más que anunciada. Se trató de que los países colonizados por los Estados Unidos (la Unión Europea toda, amén de la «Anglosajonía» presente en los cinco continentes) acataran la economía capitalista en su versión depredadora y financierizada (el turbocapitalismo) a cambio de contentar culturalmente a la nada desdeñable clase media universitaria, cuyas mentes ya estaba formateadas por ideología progresista-izquierdista.
Fue así, que a partir de la Guerra Fría muchos de los mejores textos marxistas fueron escritos por británicos y yanquis, la Teoría Crítica se refugiara cómodamente en los campus estadounidenses, y sus derivados feministas, aberrosexualistas, transhumanistas, etc. se produjeran en inglés, y fueran tan exportables como el rap o la Coca-Cola. Mientras la economía fue desdeñada, por aquello del «reduccionismo» y del «determinismo», la lucha cultural fue la especialidad de la nueva izquierda, y la ganó, dejando a su vez el capitalismo intacto.
La derecha, en cambio, cuando quiso ser «nueva», tenía un panorama harto más complicado. No podía identificarse demasiado, allá por los años 60 y 70, con las camisas pardas y los saludos romanos. Este bando nostálgico era el bando perdedor, y la pérdida era «para siempre». Se habló de otra «nueva derecha», pero ahora de corte ultraliberal: «sociedades abiertas» significaban, a la postre, mercados abiertos… para aquellos países que no tienen más remedio que abrírselos al imperialismo económico. Estados Unidos es una potencia especialista en abrir a cañonazos, asesinatos selectivos o golpes de Estado, los mercados. Sociedad abierta… y de rodillas. La nación subordinada, una de dos, o abre los mercados o ve abierta su carne y su cabeza.
Aparte, existían las derechas «patrióticas», el gaullismo, el maurrasianismo, etc. Pero no eran ya muy nuevas. Hablar de Nueva Derecha cuando nació el GRECE, no fue sino un invento periodístico. Gran parte de la trayectoria de sus dirigentes fue, en realidad, transversal. En la evolución intelectual de Alain de Benoist o de Robert Steuckers se encuentran más elementos honradamente anticapitalistas, que en muchos textos supuestamente «rojos» de socialistas y comunistas europeos, provistos de carnet, banderita roja y con sus puños siempre en alto. En las publicaciones de esa Nueva Derecha han ido apareciendo, ya en las fases más evolucionadas, intelectuales con gran solvencia marxista como Preve, Collin y Fusaro, a quienes no se les puede clasificar en absoluto de «derecha», ni vieja ni nueva. En la historia de la Nueva Derecha hay, pues, una dificultad terminológica. Steuckers, miembro fundador y también disidente, nos explica en este libro el pecado original del movimiento intelectual tan raro como difícil de clasificar.
El texto que sale a la luz en Letras Inquietas es una dura, durísima evaluación del papel desempeñado por uno de los máximos exponentes de ese movimiento intelectual, Alain de Benoist, líder y grupo intelectual que pretendía sustituir la hegemonía cultural del la izquierda sin caer en los extremos neoliberales, conservadores o fascistas de la vieja derecha. El objeto de tan severa evaluación, Alain de Benoist, cometió errores organizativos, fallos graves de liderazgo. Steuckers atribuye a determinadas manías y cualidades personales del intelectual francés la raíz del fracaso del movimiento. En gran medida, en todo movimiento (ya sea político, ya metapolítico) hace falta un recio liderazgo: elección de enemigos, selección de temas, detección de lagunas, reclutamiento de cuadros… Nuestro autor echa en cara a su antiguo camarada no haber asumido un efectivo liderazgo que traspasara la labor intelectual al terreno de la praxis. Praxis, acción política efectiva sobre las organizaciones y sobre el pueblo, al menos en el contexto francés donde el GRECE nació y, de allí, a todos los países vecinos donde había sucursales (Italia, Alemania, Países Bajos…).
Debo confesar que la parte destructiva del libro me interesa menos que la constructiva. Aquí, más allá de lo que De Benoist hizo o dejó de hacer, quiero rescatar las propuestas steuckerianas. Por ejemplo: estudiar a Carl Schmitt, mucho más en serio y mucho más profundamente. El círculo parisino de la Nueva Derecha no lo hizo. Steuckers esboza unas páginas suculentas sobre la Escuela Histórica del Derecho, la que parte de Von Savigny y llega hasta Schmitt. Esta corriente intelectual sería decisiva para una futura Europa «imperial». Esa federación habría de contar con una suerte de cancillería suprema de juristas que trataran de coordinar las tradiciones nacionales del derecho europeo para confeccionar, a partir de ellas, marcos comunes. Tradiciones nacionales sepultadas y reprimidas por el derecho positivo de los Estados nación, hijos del absolutismo y del centralismo jacobino más atroz. Es una línea de trabajo abandonada por la Nueva Derecha un tanto desnortada.
Siguiendo esta parte constructiva del libro de Steuckers, el lector puede encontrar elementos críticos contra el fanatismo jurídico de nuestros días. La Unión Europea, y los estados matones que en ella imponen sus normas, a menudo aberrantes y contrarias a la tradición y al hábito mental de los pueblos europeos reales, ejerce ese fanatismo de corte positivista, y otorga excesivo poder a una secta de juristas cosmopolitas y utopistas, cortando los cordones umbilicales que unen a los pueblos con su pasado, su tierra, sus costumbres y su verdadero ethos democrático. No son las invectivas a De Benoist lo que más me atrae del libro, sino las sugerencias de investigación que el amigo Steuckers ofrece. Nos sugiere la recuperación de una auténtica democracia, la de los pueblos auténticos (cantones, comunidades regionales, municipios, naciones sin estado), las patrias carnales que son, a la sazón, las auténticas entidades protagonistas de un futuro proceso federativo o imperial. Lean a Steuckers. De él, siempre se aprende.
Robert Steuckers: La Nueva Derecha: Por una crítica positiva. Letras Inquietas (Septiembre de 2022)
Carlos X. Blanco nació en Gijón (1966). Doctor y profesor de Filosofía. Autor de varios ensayos y novelas, así como de recopilaciones y traducciones de David Engels, Ludwig Klages, Diego Fusaro, Costanzo Preve, entre otros. Es autor de numerosos libros. También colabora de manera habitual con diferentes medios de comunicación digitales.