El filósofo madrileño Santiago Prestel es autor del libro Contra la democracia: Un manifiesto contra el peor sistema de todos. Publicado por la editorial Letras Inquietas, se trata de un ensayo polémico, irreverente y políticamente incorrecto que ataca a la línea de flotación del sistema político que se presenta como «el menos malo de todos».
Ignacio Eguiluz: ¿Por qué un libro contra la democracia?
Santiago Prestel: Creo que ante todo por necesidad. Es decir, se ven críticas a todo tipo de sistemas y a ambos lados del espectro político pero nos olvidamos que el comunismo o el fascismo ya no existen. Se critícan sistemas que hace décadas que desaparecieron y, sin embargo, no se ven críticas al sistema político actual. Parece que se nos olvida que vivimos en democracias burguesas liberales y que, por lo tanto, es el sistema que debemos criticar. Me parece un poco absurdo que los propios demócratas admitan que las democracias tienen fallos pero nadie se atreve a poner en evidencial esos problemas estructurales. El capitalismo ha instaurado la dictadura de las mayorías y criticar eso es una obligacion moral, «un imperativo categórico», parafraseando a Kant.
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) April 23, 2024
Sánchez se autodefine como un demócrata, al igual que Alberto Núñez Feijóo, Santiago Abascal, Carles Puigdemont o Arnaldo Otegui, Nicolás Maduro, Hugo Chávez, Van der Leyen, Vladímir Putin, Zelenski… ¿es posible que todos sean demócratas o que ninguno lo sea?
Si nos atenemos a una definicion estricta de lo que es la democracia, todos los son en tanto en cuanto sus gobiernos surgen de meter papeles en una caja. Además todos ellos no dejan de tener el mismo amo: que no es otro que el capitalismo financiero. La democracia no es sino uno de los brazos armados del capital para tener anestesiada a la población para que siga produciendo mercancias que satisfagan la demanda y que la rueda no deje de girar. Todos esos personajes nombrados en la pregunta no dejan de ser meros títeres de lo que se aproxima y nos va a ser impuesto mediante la democracia: un gobierno mundial que controle a las naciones y las termine disolviendo. Pero como sera una mayoría quien elija ese nuevo gobierno mundial, el asunto será legalmente validado y no pasará absolutamente nada. La mentira de la democracia sirve para que se acepte cualquier cosa que surja de ella y sea algo sacrosanto. Un ejemplo de este nuevo gobierno mundial es la Unión Europea y como legisla de manera tiránica la vida de los ciudadanos europeos.
El que todo el mundo se considere como demócrata: ¿no convierte a la democracia en una suerte de pensamiento único que, en teoría, afirma combatir?
Remarco lo de «en teoría». Creo sinceramente que nunca ha sido ese el fin de la democracia sino el de instaurar un pensamiento único en la ciudadanía. Hoy en día, el ciudadano del mundo globalizado no tiene ningún tipo de control sobre las decisiones que se toman y que le afectan. La importancia del ciudadano se ha reducido a votar cada cuatro años. En la actualidad, disentir de la democracia está penado ya que pueden acusarte por delito de odio o de injurias hacia el Estado. De esta manera, el pensamiento democrático no aspira a abrir el debate sobre que sistema puede ser mejor o peor sino todo lo contrario. Solo pretente cerrar el debate y que todo el mundo acepte la democracia como el único sistema validado. El ejemplo de esto lo tenemos en el mantra, repetido hasta la saciedad, «los problemas de la democracia se solucionan con más democracia».
¿Por qué los demócratas definen su sistema como «el menos malo de todos»? Algo malo, aunque lo sea en una cantidad pequeña, no deja de serlo…
La democracia es un sistema inmoral pues supone la imposición de una forma de pensamiento sobre cualquier otra. No se puede dar por válida una forma de gobierno que somete a una gran parte de la ciudadanía que no piensa como la que ha obtenido más votos. Toda democracia es por lo tanto coercitiva y toda coerción es imposición heterónoma de fuerza. Ante esto, si nos encontramos ante un sistema inmoral, que ese sistema sea «el menos malo de todos» carece de importancia. A los gobernantes demócratas solo le importa dominar a una parte de la población. En ningún momento pretenden mejorar la vida de la ciudananía. Si no se aspirar a beneficiar a las personas da igual que el sistema sea el mejor de todos o el peor.
Fukuyama afirmó tras la caída del comunismo que la democracia liberal había triunfado y que había llegado el fin de la historia. ¿Es posible el fin de la democracia?
Nuestras sociedades se encuentran en un punto de retorno. A lo mejor se me acusa de catastrófico pero nos encontramos en el momento de la historia en el que más se cuestiona el capitalismo. Pienso que el fin de la democracia es necesario pero desconozco hasta qué punto es posible. O cae la democracia o cae Occidente con lo que ello conlleva, es decir, desaparece nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra idiosincrasia, nuestro legado y nuestras naciones. Es ahora o nunca: nuesta supervivencia nos va en ello.
Tu libro Contra la democracia: Un manifiesto contra el peor sistema de todos se ha convertido en uno de los más vendidos de Amazon en la categoría de política. ¿A qué atribuyes su éxito?
Como filósofo del lenguaje, creo que al escribir en un lenguaje cercano, en el que el lector pueda reconocerse, ayuda mucho a que sea faácil de leer y, sobre todo, de entender. Además, la gente está cansada de libros excesivamente teóricos. A mí, como lector me gusta que vayan directos al meollo de la cuestión. Me gusta que la gente diga que pongo por escrito lo que ellos piensan. Al fin y al cabo, escribo para ellos.
Sin duda, este libro habrá levantado ampollas entre los sectores llamémosles «bienpensantes». ¿Es este tu principal objetivo?
No solo espero que haya levantado ampollas. También deseo que haya ofendido a todos los demócratas que lo hayan leido. Es muy discutible que los problemas se solucionen metiendo un papel en una caja cada cuatro años. Nada se ha solucionado en la historia mediante ejercicios de papiroflexia sino mediante revoluciones contra el poder establecido. Somos, pues, hijos de esa revolución pendiente, no hijos del régimen del 78 y de esta constitución que ha sido tan perniciosa para España.
Una de las premisas de la democracia es la ausencia de censura. Sin embargo, la cultura de la cancelación (un eufemismo para denominar precisamente a la censura) está en su momento más álgido. ¿No es irónico que promuevan la censura aquellos que afirman ser sus mayores enemigos? ¿Has sufrido algún tipo de censura o de presión a la hora de escribir o publicar este libro?
Es bastante curioso que la única censura que he sufrido haya sido la mía. He tenido que templarme bastante a la hora de escribir y esto responde a la primera pregunta. Es decir, la democracia ha impuesto el pensamiento único, donde disentir del sistema o de las versiones oficiales, te envía directamente ante un tribunal penal que ejerce de tribunal de la moral.
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) April 29, 2024
Has anunciado que, tras Frente al liberalismo y Contra la democracia, cerrarás la trilogía con un nuevo ensayo. ¿Nos puedes adelantar de qué tratará este próximo libro?
Hasta ahora he hecho lo más fácil: criticar dos sistemas que tienen totalmente tiranizada a la población. El sistema liberal trata a los seres humanos como mercancía y los despojan de cualquier valor. La democracia, por su parte, aliena a la ciudadanía e impider a las personas ser un sujeto político, es decir, le arrebata la posibilidad de tomar decisiones que le afectan a su vida diaria. Por ello, quiero que este tercer libro sirva para comenzar a crear un nuevo sistema, una alternativa a las democracias liberales que están destruyendo las naciones. Ha llegado el momento de construir un modelo nuevo sustentado en dos pilares fundamentales: lo social y lo nacional.
Ignacio Eguiluz es articulista.