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Iglesia y Estado en la Rusia contemporánea: el gran martirio


Sergio Fernández Riquelme | 14/04/2020

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De repente algo cambió en Rusia en 2013 y en pleno prime time televisivo. Un hecho tan normal en otras latitudes y en otros tiempos se convirtió en gran noticia. En Abel documental El segundo bautismo de Rusia, centrado en la persecución religiosa en época soviética, Vladimir Putin rompió un tabú al reconocer que había sido bautizado a escondidas y educado en la fe por su madre en secreto durante el periodo comunista. «Esa ceremonia me conmovió a mí personalmente, y a nuestra familia», declaraba Putin, la cual tuvo lugar en 1952 en la catedral de la Santa Transfiguración de San Petersburgo (entonces Leningrado, la ciudad natal del presidente).

Esta confesión salió a la luz en las mismas fechas de la celebración de los 1025 años de conversión del viejo pueblo del Rus al cristianismo (25 de junio), celebrada por todo lo grande en la misma Kiev. En Ucrania, sede de la vieja patria original, se proclamaba la esencia y la pretensión del nacionalismo conservador y religioso pan-ruso. El mismo presidente ucraniano Yanukóvich (antes de la revolución del Maidán) consideraba la fecha del aniversario de dicha cristianización como «la fiesta de la unión de los pueblos de Ucrania y Rusia», naciones hermanas desde la legendaria transformación a la fe cristiana de San Vladimir de Kiev.

Tras setenta años de matanzas y persecuciones bajo el régimen soviético, la confesión mayoritaria y tradicional, la Iglesia ortodoxa rusa (IOR), renacía de sus cenizas, sin exigir represalias a los antiguos líderes comunistas, y recuperando parte de su existencia y de su natural colaboración con el poder en defensa de sus intereses y valores. La Iglesia y el Estado, especialmente desde la llegada de Putin al poder y pese a la separación constitucional, desarrollaban en el siglo XXI una colaboración estrecha (y en ocasiones polémica) en el ámbito social, cultural y moral (junto con las otras religiones consideradas oficiales, como el islam sunní y judaismo) en defensa del plurinacional mundo ruso.

La gran matanza

Desde 1917, la IOR sufrió una de las mayores persecuciones de la historia. Tras el golpe de Estado de los bolcheviques contra el gobierno prodemocrático de Aleksandr Kerénski, se desató uno de los mayores martirios nunca conocidos. Acusada de estar al servicio de la extinta monarquía Románov y de ser la causa directa del «opio del pueblo» (según la terminología marxista), el nuevo régimen comunista comenzó desde sus primeros días la liquidación de la misma. Primero inició las ejecuciones masivas y públicas de líderes y fieles (ortodoxos y católicos), eliminando la tradicional unión sagrada entre Estado e Iglesia. En segundo lugar, se suprimió el Santo Sínodo nacional, recuperando en su lugar un muy limitado Patriarcado de Moscú bajo su control. Por último, se obligó lealtad del nuevo Patriarca al sistema soviético, convirtiendo en sistemático el proceso de supresión, física e ideológica de toda religión en el país.

Entre 1917 y 1937 fueron detenidos más de 136.000 clérigos, de los cuales alrededor de 110.000 fueron asesinados (más del 85% de los existentes antes del golpe, siguiendo los datos de Jonathan Luxmoore) y aproximadamente 200.000 fueron los deportados. Además, la mayoría de las Iglesias, catedrales y conventos fueron destruidos (como la Catedral de Cristo Salvador o la Catedral de Nuestra Señora de Kazán), y los templos que sobrevivieron se convirtieron, directamente, en museos (como la Catedral de San Basilio y las catedrales del Kremlin de Moscú). Asimismo, millones de rusos fueron fusilados o mandados al Gulag por defender su fe y cientos de miles fueron internados en manicomios y centros de reeducación. Toda educación religiosa y todo culto público (con fusilamientos y purgas) y privado (con un sistema de vigilancia y delación) fueron prohibidos.

Pese a cierta relajación bajo la Segunda Guerra Mundial (por interés estratégico de Stalin de movilización patriótica), la situación de persecución y represión persistió hasta el final (especialmente durante el mandato de Krushev). Como trágico balance, a partir de las cifras oficiales publicada por el gobierno ruso en 1995, desde la Comisión Estatal de Rusia se puede cifrar, entre 1917 y 1985, esta gran persecución: 45.000 templos ortodoxos fueron destruidos y más de 200.000 sacerdotes, monjes y monjas cristianos (también católicos y greco-ortodoxos, así como musulmanes) fueron asesinados en la Unión Soviética.

Iglesia y Estado en la Rusia contemporánea

1. El gran martirio
2. El renacer ortodoxo
3. La misión trascendental

Sergio Fernández Riquelme: El renacer de Rusia. Letras Inquietas (Abril de 2020).