Si este no es el comienzo de una guerra civil, ¿qué necesitan las autoridades que suceda para que finalmente acepten pronunciar dicha palabra?
Durante mucho tiempo he tenido el privilegio de conocer a Jean-Marie Le Pen. Seguimos siendo amigos y nos vemos de vez en cuando. Durante estos largos años, compartí, como muchos de sus amigos, las dificultades de su carrera en la arena política francesa. Hemos sido testigos de su picoteo por parte de las almas bien intencionadas de la casta política desde fábricas de pensamiento, los gritos de las vírgenes asustadas por los musculosos discursos del Menhir, los periodistas siempre inclinados buscar ruido en él más que tratar de entender su mensaje, de estos directores de canales de televisión a las órdenes de políticos más ansiosos por defender sus prebendas que por venir a confrontarlo en las pantallas. Pero también compartimos su lucidez frente al auge del Islam radical y su matriz, la inmigración.
Se le han atribuido todos los males de Francia, y apenas si no se le ha llamado devorador de niños o vampiro chupando la sangre de inmigrantes…
A pesar de todos los golpes de los que fue víctima, el hombre no varió un ápice en sus discursos, criticando la debilidad o los compromisos de los demás oponiéndolos con una lucidez infalible sobre los grandes problemas. sociedad y civilización que tenemos que afrontar. Gradualmente marginado por su hija y su edad, continuó destilando su punto de vista sobre los principales asuntos de actualidad.
Recuerdo que, hace unos treinta años, me dijo que, cuando caminaba por ciertos suburbios, hacían el gesto de dispararle apuntándole con un arma imaginaria. Y agregó: «Verán, un día, estos mismos individuos tendrán kalashnikovs y nos dispararán de verdad».
Bueno, compañeros lectores, ese día parece haber llegado. No solo nos están disparando sino que ahora están decapitando al más puro estilo mahometano. Esta es la máxima provocación que podemos hacerle a una república socavada por declaraciones sin futuro, simplemente porque nuestros funcionarios no quieren llamar la atención sobre las cosas con el pretexto de que no lo desafiamos. cortar las garras…
Si algún proceso de declaración de guerra en debida forma se hiciera hoy al islamismo radical, sería necesario en la forma de legitimar las previsiones de Jean-Marie Le Pen, que había visto justo antes que todos los demás. También sería una forma de hacerle justicia por todas las calumnias y falsas declaraciones de las que fue víctima…
Fuente: Boulevard Voltaire
Periodista y escritor de las Islas Mauricio.