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¿Nos jugamos la existencia de España en las elecciones madrileñas?


Ernesto Ladrón de Guevara | 05/04/2021

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Hay un paralelismo enorme entre la importancia de Madrid en la Guerra Civil y de Madrid como baluarte español en las elecciones de esa comunidad. Se podría adjudicar el eslogan «no pasarán» ahora mismo en esa comunidad, por idénticas razones, aunque la analogía no sea muy afortunada ya que esto no es una guerra cruenta, aunque sí política en el imaginario del nuevo Frente Popular en el que las izquierdas quieren implantar una dictadura con un pluralismo político y social reducido a cenizas para afianzarse en la actual distopía de ruptura y descomposición de un Estado democrático y constitucional en proceso de liquidación.

Es más que obvio que la izquierda, por méritos propios, se juega su desaparición en el futuro, como ya ocurrió en Italia, propiciándolo por un afán de control social y unas prácticas más mafiosas que otra cosa, haciendo del poder una meta en sí misma y no un instrumento para mejorar la vida de las gentes, malgastando la hacienda en proselitismo o beneficio de sectas y grupos de control ideológico y social. Liquidando las bases de la riqueza. En definitiva, corrupción, porque este concepto es polisémico, y una de las acepciones está ligada a la propia existencia de lo que, quizás por deformación del lenguaje, llamamos izquierda.

La actual izquierda no tiene en su punto de mira la estabilidad del sistema, ni el desarrollo económico y social, ni la preservación del marco constitucional. Han desarbolado la constitución, bien es cierto que con la inestimable ayuda de una derecha desconcertada que no encuentra su leitmotiv y su entronque en una cosmovisión basada en la tradición como punto de partida para el progreso.

La izquierda siempre busca el control ideológico, la formación de una masa de aborregados que sigan sus consignas, para lo que necesita de una modificación cognitiva para el sometimiento del pueblo con vertido en masa. La izquierda es por sí misma un oxímoron pues mientras predica la defensa de los más débiles favorece a los fuertes, anquilosa la creatividad social y el libre pensamiento, edifica sobre ruinas su imperio donde las diferencias entre las gentes se agudizan. En toda la historia del movimiento socio-comunista vemos el mismo paradigma de destrucción, de cultura de la muerte y de tiranía despótica, donde las personas dejan de serlo para dar paso a individuos clónicos desposeídos de su dignidad y sometidos a dictados de deshumanización.

Y en esto, los movimientos nacionalistas secesionistas tienen un parecido en su comportamiento que asombra. Donde izquierda y secesionismo se aúnan hay destrucción y ruina, e infelicidad, pues las personas conquistan estadios de superación personal en la medida de que ejerzan su libre albedrío sin albardas ideológicas que limitan sus movimientos e impiden la búsqueda de su propio destino como partes de la sociedad dotadas de dignidad.

¿Qué importancia tiene Madrid en estas elecciones para que España sea libre y no quede troceada, despojada de su unidad, liquidada como estructura que protege a sus legítimos dueños que somos los españoles?

Tiene una importancia fundamental. De lo que resulte en estas elecciones dependerá el futuro del conjunto de la nación. Si la izquierda podemita se une a un partido socialista que ha dejado de ser uno de los pilares para el sostenimiento del Estado constitucional para ser una herramienta de control y dominio en una ingeniería social que nos lleva a un Estado totalitario, se hará realidad lo que en el fondo encerraban las palabras de Sánchez. Con ocasión y efecto de esta plandemia afirmó que habría «una Nueva Normalidad», al tiempo que varios de sus ministros utilizaban el sintagma Nuevo Orden o Nuevo Orden Mundial, exhibiendo el pin de la Agenda 2030 en la solapa, sin recato; para que nos vayamos habituando a la imagen. Es decir, en definitiva, la destrucción de los restos de una soberanía nacional que hace tiempo dejó de estar para, progresivamente, dejar de ser.

Ayuso, quizás pese a no quererlo, se ha convertido en Agustina de Aragón en una guerra solapada por la independencia nacional, haciendo de Madrid el enclave de un nuevo Móstoles. El voto a Ayuso, que no al PP que es otro instrumento ineficaz e inefectivo, es capital en este momento, como también lo es el voto a Vox, pues es una cuestión de Estado que ambos partidos colaboren en la gobernabilidad de Madrid para, más pronto que tarde, hacerlo en comandita en el conjunto de España.

Madrid es un escalón para ello y están obligados a entenderse, y quien sabe si a refundar una opción de derechas con la parte noble de un Partido Popular que desdehace va a la deriva, sin norte ni programa. O Vox asume esa responsabilidad reconfigurando una derecha democrática y social de verdad, que ponga orden restituyendo el marco de libertades y la reconstrucción de nuestras tradiciones y legado histórico, religioso y cultural, o no habrá futuro para España. Y para ello tienen que lograr la mayoría absoluta en Madrid. Ya sabemos que ese tercer partido que nació para luchar contra la hegemonía nacionalista en Cataluña y pervertido por las treinta monedas de Judas, o sea Ciudadanos, ya no es de fiar y su máxima pretensión en este momento es recibir el favor del Partido Socialista. Pero Roma no paga a traidores.

Varios autores: Pandemia contra España. Letras Inquietas (Septiembre de 2020)