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Reportajes

Vuelve la carrera espacial a la Luna: ¿una nueva Guerra Fría?


Jean de Lacoste | 07/08/2023

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La aparición de nuevas potencias espaciales, programas ambiciosos, numerosos lanzamientos y, sobre todo, un renovado interés por la Luna: el 28 de julio de este año, L’Opinion mencionaba los síntomas que presagiaban una «nueva guerra espacial».

No nos equivoquemos, ya no estamos en los inicios de la era espacial, cuando los proyectos tenían principalmente una dimensión militar. Los cohetes, herederos de los misiles balísticos, formaban parte de la carrera armamentística. El contexto de la Guerra Fría situaba la alta atmósfera en el terreno de la conquista, donde Estados Unidos y la Unión Soviética eran los únicos contendientes. En una carrera por el prestigio y la demostración de fuerza, alcanzar la estrella nocturna era un logro supremo. Sin embargo, tras el éxito arrollador del programa Apolo, el objetivo de llegar a la Luna perdió rápidamente interés. Los rivales entraron en razón y reconocieron la vanidad de su competición, ruinosa para ambos. El 17 de julio de 1975, a 200 kilómetros sobre el suelo, el apretón de manos entre Thomas Stafford y Alexei Leonov señaló el final de la contienda y puso el sello a la era de la cooperación. Aquellos primeros días, fascinantes pero un poco locos, parecen afortunadamente haber terminado, y sin embargo…

De nuevo en carrera

Está claro que el deseo de lanzar vuelos tripulados a nuestro satélite natural vuelve a estar de moda. ¿Esto augura necesariamente una reanudación de la competición en el espacio? El retorno de la ambición estadounidense podría ser una pista. Desde los años 70, la NASA ha perdido su liderazgo, y hay otros que están en proceso de disputarle el trofeo. De ahí el deseo declarado en 2017 por el presidente Trump de «recuperar el orgullo estadounidense en el espacio» y volver a la Luna en 2024, haciendo así realidad el lema Make America Great Again. Aunque el programa Artemis, lanzado en 2020 e inicialmente previsto para 2024, ya ha sido aplazado varias veces, no por ello ha dejado de recibir impulso.

Esto no sería nada si no fuera por los celos. China se perfila como un formidable contrincante. El 12 de julio desveló su propio plan para una misión tripulada a la Luna. Un plan que debería tomarse en serio a la vista de sus recientes éxitos. El 3 de enero de 2019 aterrizó con éxito una sonda en la cara oculta de nuestro satélite. Nadie más lo ha hecho nunca. La rapidez de sus progresos y su retórica, que subraya que no se contentará con dejar banderas y huellas en la superficie lunar, muestran con qué ardor responde al desafío.

En palabras de L’Opinion, la rivalidad chino-estadounidense, en un contexto de pulso económico, «ha adquirido una dimensión espacial». Tanto más cuanto que sus diferencias han llevado a romper el habitual espíritu de cooperación. Desde la enmienda Wolf en 2011, los astronautas chinos no han tenido acceso a la Estación Espacial Internacional. China también tiene su propia estación espacial, la CSS (Estación Espacial China).

Nuevos actores, nuevos retos

La renovada competición por la Luna, 50 años después del enfrentamiento soviético-estadounidense, vuelve a situar formalmente al espacio en el escenario de la confrontación. El tiempo del mundo estrellado, consagrado en el tratado de 1967 como «prerrogativa de toda la humanidad», parece haber terminado. Pero hay una serie de factores que están ampliando definitivamente la brecha entre la Guerra Fría y esta década: la democratización de las tecnologías espaciales (India, Rusia, Europa y Japón también están en la carrera, por no hablar de empresas privadas como Space X y Blue Origins), la dimensión económica de los proyectos (el descubrimiento de grandes recursos es la principal motivación de los programas lunares) y la naturaleza específica de la disputa sino-estadounidense. Esto último no impide que otras potencias colaboren con una u otra. Es el caso de Europa.

Es probable que el ser humano vuelva a tocar la Luna de aquí a 2030. ¿Cómo resultará esta carrera? Si resulta que el éxito de unos provoca la desgracia, incluso la cólera, de otros, entonces quizá podamos hablar más seriamente de una nueva Guerra de las Galaxias.

Nota: Cortesía de Boulevard Voltaire