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Nos acercamos al fin de Europa y los pueblos no reaccionan


Carlos X. Blanco | 06/03/2024

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Los Estados Unidos poseen, seguramente, unas 800 bases militares repartidas por todo el mundo. No hay otro Estado que haya desplegado sus redes de agresión de esta manera. Es evidente que no son, en su mayoría, bases para le defensa de su territorio, sino redes para la «defensa de sus intereses».

Por contraste, hasta 2017, la República Popular China no poseía ninguna base militar en el extranjero. En esta fecha, inauguró la de Yibuti. El deterioro de la diplomacia, que es la marca distintiva de la política de halcón yanqui, obligará a los chinos a aumentar su despliegue exterior, pero aún así, hasta llegar a las 800 bases de los yanquis, calificar al país asiático como «amenaza» parece una pesada broma.

Los rusos quizá posean más de una docena de bases, aunque la gran mayoría se sitúan en países vecinos de la órbita rusa, fronterizos con la propia Federación Rusa en su extensión actual, antiguas repúblicas integradas en la extinta Unión Soviética. En este caso, cabe hablar de bases «defensivas» en el sentido pleno de la palabra. Es cierto que con el reciente ascenso de poder de la Federación Rusa, brillantemente liderado por Putin, se ha dado un discreto movimiento de proyección exterior. La proyección africana de los rusos está siendo muy importante, y concertada con la acción tecnológica, financiera, de China, se prevé un desalojo de «Occidente» en el continente negro.

El imperio basura de los franceses, franquicia del norteamericano, está disolviéndose. Los pueblos africanos al sur del Sahara ya tienen más sitios dónde mirar para pedir créditos al desarrollo y establecer estrategias de cooperación. Los antiguos colonizadores galos huyen al modo de los roedores ante las revueltas militares del Sur. Otra proyección rusa es Oriente medio: ya no se entiende un nuevo orden regional sin la voz varonil de Siria e Irán, en armonía con Rusia y unidos frente al cuervo de la tempestad que es Estados Unidos. Por su parte, el Caribe y algún país iberoamericano son espacios amigables y con posibilidades de futuro para los militares rusos si los pueblos de allí se levantan contra las maquinaciones de la CIA, como ocurrió ya en Cuba y Venezuela.

Ochocientas bases yanquis frente a unas docenas, como mucho, de las otras dos potencias con capacidad de hacerle frente al imperio de las barras y las estrellas; las «amenazas» rusa y china, junto con todos los “ejes del mal” que el Pentágono se saca de la manga (Irán, Corea del Norte, Siria…) curiosamente, no consisten en salir de su propio territorio y estrangular a países soberanos, como sí hace el Tío Sam. Es una broma muy pesada que el verdugo se haga la víctima y hable de amenazas. Mala broma cuando gran parte de la humanidad es la verdadera víctima.

En mis últimos artículos llevo advirtiendo seriamente acerca de la inminencia de una Tercera Guerra Mundial. Las declaraciones irresponsables de “nuestros” líderes, como Macron o von der Leyen, por no hablar de los nuevos gallos de corral (Polonia, países bálticos), listos para lucir sus plumas en actitud desafiante ante el Oso Ruso o el Dragón Chino, deberían preocuparnos realmente. Juegan con fuego. Hay algunas hipótesis alternativas:

1) No hablan en serio. Son conocedores de su enanismo militar, especialmente su enanismo nuclear. ¿De verdad Francia o toda la OTAN desplegada en Europa aguantarían en combate unas 48 horas contra el Oso Ruso? La clave puede residir en otra parte. Los pequeños napoleones como Macron bien pueden ser unos empleados, apenas unos relaciones públicas del partido belicista, quiero decir, del Partido Demócrata norteamericano y de su complejo industrial militar. Fanfarronean para animarnos a la guerra, sirviendo a los anglos, y pinchan en el ojo de los rusos, a la manera polaca de 1939, para luego enfrentarse a un ejército de verdad, como la Wehrmacht alemana, con caballería y lanceros.

2) Hablan en serio. Quieren la guerra. Desean preparar a la opinión pública para ello. Desean recortar en gastos sociales y terminar de empobrecer a las clases medias, a los agricultores y a todos los autónomos, ajustar bien el cinturón del «viejo europeo blanco y enfadado» hasta que muera de hambre, de drogas o de hormonas para cambiar de sexo. Desean modificar las mentes de la envejecida e indolente población nativa y europea, en donde ya casi no hay servicio militar obligatorio, y enviar al frente a zombis con vistas a «defender la democracia». Los belicistas de Europa, pues, como recaderos bien mandados de Washington, confían hasta el límite en las capacidades de ingeniería social occidental, verdadera arma del Pentágono desde 1945, si no antes. Ya puede contar Putin con misiles hipersónicos, que aquí hay capacidad orwelliana para hacernos tragar con todo, y esa es «nuestra arma». Lo vimos con la pandemia.

3) Es todo mentira. En realidad, el Occidente colectivo sabe que Ucrania está perdida. Es un país condenado a la no existencia. La parte rusa al cien por cien, volverá con su madre, y la parte «nacionalista» será un «desierto estratégico», al modo como fue la estepa castellana ante los moros en los primeros tiempos de la Reconquista. La tierra de nadie que amortiguará los ocasionales disparos desde ambos lados. Mientras tanto, la economía de la Ucrania post-Zelensky volverá a especializarse en el alquiler de vientres y la venta de niños, todo un sector fundamental para las «nuevas familias» LGTBI de Occidente. Se mantendrá un discurso belicista para rearmarse, para buscar nuevas fisuras en las murallas más occidentales del Kremlin, y para colonizar más y más el propio suelo de la ya cien veces humillada Europa, pero renunciando a Ucrania.

La valentía de la OTAN, de las fuerzas armadas de Estados Unidos, del Occidente colectivo en su integridad, ya no puede creerse salvo que uno consuma todas las drogas suministradas por Washington. Viene de atrás. En la manigua cubana, en 1898, un puñado de soldados españoles mal nutridos y enfermos, a veces mal mandados, podían poner a raya a miles de marines, valientes linchadores de negros, quienes se orinaban y llamaban a gritos a mamá con las primeras detonaciones españolas. Y así fue en Vietnam y Afganistán. Ahora, las mitificadas fuerzas armadas israelís saben ametrallar y bombardear a civiles palestinos encajonados y hambrientos, saben matar niños y rematar a heridos. Saben robarles las bicicletas a los chiquillos y reírse de las ruinas de sus casas y de las muñecas de plástico decapitadas. Pero estos «caballeros» serán incapaces de acabar con Hamás. Todas las consecuencias de 1945, incluyendo el invento de 1948, así como la «religión holocáustica» (en palabras de Costanzo Preve), se están desplegando. El mundo ha cambiado. El espíritu hegeliano sigue su marcha adelante, y esta basura y miseria serán necesarias para que la razón triunfe.

Como dice Pedro Baños, uno de los pocos patriotas que nos quedan en activo, el peligro es temible en cualquiera de los casos. Sean faroles de los pequeños napoleones, de las brujas y harpías que mandan en Bruselas, sean campañas de agitprop, el hecho es que toleramos que una gentuza nos lleve al abismo. Saben que no existe un bloque nacional-popular sólido en cada uno de los países de esta humillada Europa. Saben que pueden prescindir de la propia Europa: «Fuck the European Union», en palabras de Victoria Nuland. Con esto, ya está todo dicho. En el gran tablero mundial, no nos aguarda otra cosa que hacer de todo el continente una gran Ucrania: un solar inmenso apto para recibir bombazos, adecuado para capturar esclavos y enviarlos al matadero, perfecto para probar armas (incluidas las armas químicas y biológicas). Mientras tanto, hay gente que le tiene miedo a los ejércitos de NAFOS, es decir, a unos pobres becarios robotizados que esperan acabar su tesis-basura en Historia Contemporánea o Ciencia Política por medio de propinas surtidas desde los expendedores ideológicos de la OTAN, bajo formato de ONG o «Centro de Estudios”. Miedo a los bloqueadores de cuentas y a los inventores de falsas cuentas. Miedo a los payasos del Régimen del 78…

No hay que tenerle miedo a los pequeños napoleones, a los Pedritos Sánchez locales, a los NAFOS difamadores, a los grandilocuentes defensores de la «democracia liberal». El pueblo se debe organizar contra la guerra. Esta guerra es una ratonera estratégica de las élites financieras del capitalismo. Dichas élites no son humanas: se están planteando una alternativa inhumana: o capitalismo o vida humana, y absurdamente han elegido capitalismo. Turbocapitalismo, salvajismo financiero, imperialismo militarizado. Contra esto: hay que hacerle guerra a la guerra.

España posee unos verdaderos enemigos que están al sur, no en el este. Pero España es una colonia más del Imperio yanqui, el cual, recuérdese, mantiene más de la mitad de las bases militares (más de 450 de un total de 800) en suelo europeo. De estas 450, aproximadamente la mitad están solamente en un país: Alemania. La antaño «locomotora» de Europa, su cabeza industrial, sigue siendo un país ocupado. Ya no hay nazis en Alemania, pero esta sigue ocupada. Como cantaba mi paisano, gijonés como yo, Jorge Martínez (Ilegales): «Europa ha muerto». El margen de maniobra de un continente así, ocupado militarmente, y en donde ya no existen hombres como Franco, De Gaulle, Tito, etc. , es nulo. Sólo nos quedan los pueblos. Si los pueblos no reaccionan, estos líderes recaderos nos llevarán a la destrucción. Toda Europa será Ucrania, y esto representará el fin. El fin del fin.