Avatar 2045: necedad y perversión y despropósito (político antropológico, moral) de principio a fin. El alma (o el espíritu o el insobornable yo) no se halla en el cerebro. La conciencia no es un epifenómeno, deviene al contrario irrenunciable dato de la naturaleza humana.
El cuerpo no es prótesis ni carcasa ni armazón, más bien representa la «forma» espiritual, subjetiva, de mostrarnos ante el mundo. Una encarnación pues que no deviene mero sustrato biológico, casualmente histórico, sino la irre-vocable manera de ser en un mundo, eso sí, cada vez más detestable.
La naturaleza humana deviene compleja, abstracta, inmaterial, espiritual y, siento decírselo a los sociópatas del Valle de la Muerte (o del Silicio) y títeres varios, fieramente aterrados ante la mínima posibilidad de que existiese una suerte de juicio divino: en principio el hombre se guía por su capacidad de raciocinio, deliberación y discernimiento. Aunque, a veces, memento de nuevo actual plandemia, no lo parezca.
Avatar, 2045, apretada y apurada síntesis. Materialismo reduccionista, patológico cientificismo, mesiánico historicismo, enloquecido adanismo narcisista: amputadas cosmovisiones, pues, cuando no abiertamente criminales: siglo XX, palmarios y abundantísimos ejemplos.
Coda (personal) sobre la inmortalidad
¿Miedo a la muerte? Corolario: una manera más de ser esclavo y dejarse esclavizar por cualquier poder, preferente político y religioso. ¿Inmortalidad? No, gracias. Cito al genio porteño. «Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal»…
…Solo pensar siquiera remotamente en un orgasmo (y en otros gloriosos y corpóreos e intelectuales placeres), en forma de holograma, me produce sudores fríos. Una extraña sensación de haber perdido algo inencontrable. Una subitánea negrura, un invernizo deslumbre, una prefiguración de la nada. En fin.
Nota: Este artículo es el prólogo del citado libro