Todavía hoy no sabemos cuántos de los muertos por esta llamada pandemia fallecieron por el supuesto coronavirus del que todavía no tenemos un análisis completo. Varios investigadores de importantes universidades norteamericanas (desde Yale a Stanford) han mostrado datos que cuestionan lo que se nos está diciendo respecto al coronavirus. Los datos suministrados por diferentes gobiernos y la Organización Mundial de la Salud están plagados de lagunas y muestran una clara inconsistencia científica. Seguimos sin saber cuántas personas han sido infectadas realmente hasta hoy por el virus, y no sólo por este tipo de coronavirus, sino por otros virus previos. Ante la falta de rigor científico y la desinformación no se puede seguir manteniendo a las personas encerradas en sus casas, prohibiendo la libre circulación y generando una crisis económica de graves implicaciones a nivel mundial.
El número de fallecidos por este virus no se conoce científicamente y, en cualquier caso, aun aceptando que todos los fallecidos lo fueren por este virus, el número sigue siendo menor a otras enfermedades y causas, incluido el virus de la gripe. La inmensa mayoría de los fallecidos son personas de edad adulta, con condiciones ya pre-existentes y no necesariamente fallecidos por el coronavirus. Otros virus matan anualmente a grandes números de personas. Basta mirar los muertos por gripe a nivel mundial cada año, los muertos por cáncer, por infarto y aun por accidentes automovilíticos. Todos esos números son mucho mayores que los muertos que supuestamente se deben a este coronavirus. El asunto del contagio ha pasado por diferentes fases y opiniones que resultan impropias de portavoces gubernamentales supuestamente científicos.
Lejos de querer vender vagas teorías de conspiración, la realidad es que asistimos a una propaganda mediática e ideológica que se encamina a hacernos creer que este coronavirus va a cambiar el mundo cuando ese no debería ser el caso. Cuando esta falsa pandemia termine veremos una propaganda oficial a nivel mundial para cambiar nuestras vidas. La «pandemia» se describirá como un importante punto de inflexión en la historia de la humanidad, obviando por completo los datos y la ciencia y como si no hubiera habido decenas de plagas mucho peores a lo largo de la historia de la humanidad. Hay unos intereses tecnócratas escondidos que supondrán un incremento del papel del Gran gobierno, el Estado niñera, frente al valor del ciudadano, el individuo y su libertad.
Nada volverá a ser como antes
Esta pandemia servirá para intentar convencernos de que nuestra sociedad ya no será la de antes. De hecho, ese mensaje ya lo estamos escuchando y leyendo. Muchos gobiernos cobardes y otros medios de comunicación serviles al poder se aunarán para hacernos creer desde distintas ideologías e intereses que no podemos volver a ser como antes. Se utilizará el marketing y la propaganda para impulsarnos a que todos ayudemos para construir ese utópico mundo mejor, más solidario, más colectivo y menos individualista, donde podamos evitar estas pandemias o anticiparlas. Se tocarán los corazones y la bondad de las personas para convencerlas de la necesidad urgente de formar una civilización donde la igualdad y la justicia social, la redistribución económica para todos sean la máxima prioridad. Subliminalmente, viviremos la vuelta a la utopía marxista nunca lograda donde la palabra libertad brilla por su ausencia. Esa propaganda usará también ideas como que la pandemia es un signo de los nuevos tiempos para indicar que la humanidad es mala y que debemos cambiar. En esa idea de superar esto todos juntos, igual que lo hicimos encerrándonos en casa y ayudando a superar esto unidos, radicará la posibilidad de que un nuevo orden mundial y los cobardes gobiernos cercenen nuestra libertad.
Detrás de ese primer impulso habrá otro dirigido a un nivel más alto a lo que toca a la reorganización social. La idea será que debemos organizar la civilización mundial de un modo más efectivo. Ese será el paso de un mundo de naciones a otro espacio con un nuevo orden mundial (el Nuevo Orden Mundial del que habíamos ya oído hablar bajo capa conspiradora). Nos dirán que nuestros viejos regímenes e ideas de naciones separadas con ricos y pobres eran el problema que generó situaciones como la de esta pandemia. Nos querrán convencer de que la falta de organización y liderazgo generó que surgiera un coronavirus como este que nos ha ayudado a entender que tenemos que cambiar. La idea será convencernos de que ya no podemos ser grupos o naciones separadas, que necesitamos mejores estructuras en cada fase de la vida, que necesitamos líderes con más coordinación y conexión, y todo bajo una clase social de tecnócratas expertos, más educados y cultos, científicos y técnicos que velen por nosotros.
El común reclamo del «nunca más»
El otro punto de la propaganda se dirigirá a recordarle a las personas lo malo de la cuarentena, del encierro, de las muertes… Esas personas que tras semanas en casa disfruten ya de un paseo por la playa, por un parque o en el bar de la esquina tomando un vino con sus amigos y familia, aceptarán que efectivamente necesitamos cambiar y que esto ya no puede volver a pasar nunca más. El alivio tras el estrés sufrido llevará a un común reclamo del «nunca más». Nacerá un no querer volver a esos días oscuros del encierro bajo ninguna circunstancia, y casi sin darse cuenta la mayoría de las personas hará y aceptará todo lo que sea necesario para que nuestros líderes y expertos eviten esto como sea y a toda costa.
Cuando esto ocurra, que ese es el objetivo, un nuevo orden mundial con una tecnocracia autoritaria (desde el Banco Mundial a la Organización Mundial de la Salud) al mejor estilo antiliberal se promulgará ante nuestros ojos sin que apenas nos demos cuenta. Se alegará que la crisis financiera global obliga a tomar medidas extremas. El abrochar el cinturón disimulará venideros estados de alarma, control de la ciudadanía y de todo cuanto poseemos. Cuando esto ocurra, será ya demasiado tarde y no quedará siquiera un recuerdo ni para el individuo ni para la libertad. Entonces nos enteraremos que la pandemia fue una farsa, que las personas morían por muchas causas distintas, que la gripe era más peligrosa que el coronavirus, que nuestros hijos perdieron meses de colegio para nada y de que muchos no pudieron despedir a sus muertos en sus últimas horas. Para entonces, el objetivo estará ya logrado. La pandemia no era por el virus sino para usurpar nuestra libertad.