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El análisis más sesgado de todos sobre las elecciones europeas


Andrea Zhok | 16/06/2024

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Entre los diversos análisis sesgados del voto europeo hay uno, muy extendido, que vincula el (relativo) avance de los partidos de derechas o nacionalistas en el panorama político al ambiente belicista, según la lógica que asocia a la derecha con el ánimo belicista.

Se trata de un análisis que, además de expresar una preocupante ceguera ante la realidad, es particularmente perjudicial. De hecho, proporciona una coartada más a muchas personas de derechas, que siguen leyendo la política con categorías binarias de hace cien años (izquierda-derecha, progreso-reacción, pacifismo-belicismo, etc.). Ahora bien, si algo está claro es que las fuerzas políticas que más alimentaron el belicismo en el panorama europeo fueron las fuerzas del centro (los «moderados por la nuclearización», como Von der Leyen) y los llamados progresistas, fuerzas de izquierda o de centro izquierda (desde el SPD de Scholz, hasta el Renacimiento de Macron y los Verdes de Annalena Baerbock).

Las fuerzas de derecha premiadas por las elecciones están casi todas (la única excepción importante es nuestra Giorgia Meloni) contra la guerra, contra el envío de armas a Ucrania, contra las sanciones a Rusia (no por rusofilia, sino porque son conscientes de que nos perjudican a nosotros más que a Rusia).

Incluso cuando la derecha en el gobierno no es recompensada, como en Hungría, se la cuestiona por cuestiones de corrupción interna, no por su línea política. Sucede que en Hungría los dos partidos principales son el Fidesz con un 46%, seguido de Tisza, liderado por un desertor del Fidesz con un 31%, con una agenda de política exterior indistinguible de la de Orban. La amenaza de guerra y la contención de la autolesión económica de Europa son los puntos en los que la derecha ganó, allí donde tuvo lugar el triunfo.

El hecho de que la izquierda no haya sido capaz de dar un golpe en estas cuestiones durante algún tiempo es un dato sobre el que vale la pena reflexionar.

En los herederos históricos de los partidos socialistas y populares (así como en los Verdes) prevalece hoy un atlantismo obtuso, una visión maniquea y muy ideológica de la historia y de la política, y sobre todo una visión desconcertantemente abstracta del mundo, visión que ha perdido todo contacto con el sentido común incluso antes que con los bienes comunes. Es esa abstracción europea la que coloca las sillas en el Titanic (con batallas heroicas por los derechos LGBTQ, coches eléctricos y certificaciones térmicas) mientras nos prepara para la guerra con una sonrisa en los labios (el CO2 es muy malo, pero en cuanto a las radiaciones ionizantes y «uranio empobrecido”, estas nunca se acabarán).

Sin embargo, las fuerzas de derecha que salen victoriosas, como Alternativa para Alemania o, con una agenda mucho más suavizada, la Agrupación Nacional (antes Frente Nacional) de Le Pen, no representan respuestas realistas a la actual desorientación del electorado.

Son algo más que un simple voto de protesta, pero algo menos que un voto a favor de una alternativa. A pesar de algunas señales interesantes, como el buen éxito del Bündnis de Sahra Wagenknecht en Alemania, todavía no hay señales de una alternativa programáticamente sólida.