Quiero hacerme eco de unas palabras de Nahuel Michalski, quien nos dice que es el sufrimiento, y no el amor, la verdadera experiencia universal. Quiero profundizar en esta idea. Creo firmemente que lleva razon, a pesar de que ambos entendemos el mundo de manera distinta. Michalski desde una dialéctica marxista, yo desde una dialéctica nacionalsindicalista.
Es más o menos evidente que no todos los seres humanos tienen la capacidad de amar, al igual que tampoco tienen la capacidad objetiva de apreciar el bien, la belleza o la justicia. En el mundo de la posmodernidad que nos ha tocado vivir, bajo el prisma del yugo liberal impuesto por el capitalismo global a traves de las democracias, estas cualidades son subjetivas. Discrepo en que el bien, la belleza o la justicia sean cuestiones subjetivas sino todo lo contrario. Son, de hecho, objetivas. La idea del bien debería ser un imperativo categórico. No existe un bien relativo sino uno absoluto, al igual que no existe una justicia relativa sino absoluta.
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Pero volvamos al tema que nos atañe. El sufrimiento y el amor. Todos hemos sufrido a lo largo de nuestra vida el sufrimiento: es algo universal, sea cuales sean los motivos. Todos hemos pasado por esa experiencia de vida más de una vez, y seguramente, tengamos que volver a vivirla. El ser humano es pues un ser-para-sufrir. Viene al mundo a tener esa experiencia de vida. Creo, al igual que Nahuel Michalski, que es el sufrimiento el que nos predispone a amar o, en otras palabras, es el aprendizaje que tenemos a traves del sufrimiento lo que nos predispone a a amar.
Sufrimiento y amor se entretejen en la posibilidad de lo fáctico, del presente y del futuro, de tal manera que el mayor sufrimiento que pueda sufrir el hombre sea por amor. Cosa curiosa esta: que un sentimiento de proximidad termine en un sentimiento de rechazo y alejamiento. Si has amado, has sufrido en algun momento. Pero si has sufrido, no tienes por qué haber amado. Nadie nos enseña a sufrir. Seguramente, el ser humano no está preparado para ello y es en su deambular por el mundo cuando percibe que ha sido arrojado a un mundo cruel y despiadado, sin lugar para la debilidad. La naturaleza es salvaje: es aún la naturaleza propia del hombre para con sus semejantes.
El ser humano es malo por naturaleza y la sociedad lo termina por corromper de manera absoluta. Esta es una visión pesimisita y negativa de la naturaleza humana. No podemos obviar este hecho mientras se está cometiendo un genocidio a gran escala en Palestina perpetrado por el Estado terrorista de Israel o cómo millones de vidas han sido sesgadas por el afán democratizador de Estados Unidos y de los intereses anglófilos a lo largo y ancho del planeta.
Gracias a nuestra maldad natural es con la que el ser humano aprende a sufrir a través del daño provocado por sus semejantes. ¿Es este sentimiento universal uno de los motores del mundo, tanto como voluntad individual del ser como de la voluntad general de las sociedades? Como voluntad individual del ser, el sufrimiento nos permite avanzar de manera individual hacia una mayor perfeccion. Es decir, si sufro con algun hecho, trataré de no volver a realizarlo para no volver a sufrir. La expresion popular «aprendes a base de palos» no puede ser mas cierta. En cuando a la voluntad general de las sociedades, este sufrimiento ha provocado en más de una ocasion múltiples guerras para liberarse de el. El sufrimiento nos mueve tanto a nivel colectivo como individual. Provoca devenires en los cimientos de la historia. Los grandes cambios historicos no han sido por grandes cambios molares sino a través de pequeñas aproximaciones mediante este devenir.
Pero es, quizás, en estas sociedades posmodernas que han sido atravesadas por la relatividad y la subjetividad donde el anestesiamento de las gentes es más constatable en el día a día: la gente sufre pero no se aprecia movimiento alguno para contrarrestarlo. La alienación del ser en democracia es la mayor conquista por parte de un sistema que se nutre de su dolor. El ser humano como mercancía, como objeto intercambiable, ha aprendido a sufrir en silencio. Esperemos que vengan tiempos mejores, donde el sufrimiento debido a unas condiciones materiales miserables, la pérdida de la moral o de las estructuras éticas desaparezca frente a un devenir revolucionario, donde el amor a la patria, a nuestros semejantes y a nuestra identidad, sirva para crear una empresa colectiva que vuelva a situar a España en el lugar que le corresponde.
Santiago Prestel es de profesión servidor público y de vocación filosófica. Esta inquietud le ha llevado a estudiar en profundidad los movimientos nacional–revolucionarios y nacional–sindicalistas en España. Desde muy joven ha estado ligado a organizaciones de carácter social y nacional de Madrid. Todo ello con el único afán de tratar de mejorar las condiciones de vida de los españoles a través de la justicia social.