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Guerra energética: las lecciones del fracaso estratégico europeo


Frédéric Lassez | 18/08/2022

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La primera regla: nunca subestimes a tu oponente. Sin embargo, los europeos deberían haber sido cautelosos y meditados sobre la historia reciente.

En los últimos años, desde Libia hasta Siria, los occidentales se han visto envueltos en múltiples conflictos con, cada vez, un resultado contrario a sus objetivos y generando graves crisis en el continente europeo. Entonces Rusia aprovechó la oportunidad para avanzar sus peones desde África hasta el Medio Oriente.

Entre los últimos ejemplos, Malí, donde los paramilitares del grupo Wagner tomaron el relevo de los franceses como ya lo habían hecho en República Centroafricana. A diferencia de la realpolitik rusa, las cruzadas morales en Occidente suelen terminar mal. Por lo tanto, los europeos deberían haber sido más humildes en su acercamiento a Rusia y no subestimarla.

Segunda regla: no se apresure y comience por evaluar adecuadamente la situación. Cuando los estadounidenses, en marzo pasado, decretaron un embargo sobre los hidrocarburos, estaban convencidos, al golpear en el corazón de la economía rusa, que muy pronto serían testigos de su colapso y provocarían así la ira de la población contra el régimen de Vladímir Putin.

A diferencia de Estados Unidos, Europa es muy frágil debido a su fuerte dependencia del petróleo y el gas rusos. Un embargo europeo presentaba entonces un peligro muy grande, salvo pensar (lo que resultará ser un gran error de apreciación) que la economía rusa se iba a hundir muy rápidamente.

Vladímir Putin, por su parte, supo identificar rápidamente el potencial de la situación para poder aprovecharla. Los hidrocarburos constituyen la zona de vulnerabilidad de los europeos, luego, como buen judoka, utilizó la fuerza de sus oponentes para volverla contra ellos. Hoy, la situación se ha invertido por completo: ¡son los occidentales quienes acusan a Rusia de usar el arma del gas y los chantajean! Al no tener una alternativa a corto plazo, los europeos caen en una trampa que ellos mismos le tendieron a Vladímir Putin.

Debido a una mala evaluación de las fortalezas y debilidades involucradas, los occidentales sin darse cuenta han reforzado el potencial de su adversario y debilitado el suyo propio. Inversión completa, aquí de nuevo: son las economías occidentales las que están golpeadas en el corazón. Y son sus poblaciones, cuyos cambios de humor se temen, lo que en última instancia podría conducir a reversiones políticas.

Por lo tanto, ya no es Putin sino los líderes europeos quienes pueden preguntarse si, ante la crisis que se avecina, lograrán mantenerse en el poder en los próximos meses. Una muy buena aplicación del consejo del estratega chino Sun Tzu: «Me aseguro de que el enemigo tome mis fortalezas por debilidades, mis debilidades por fortalezas, mientras que transformo sus fortalezas en debilidades y descubro sus fallas».

Mientras Rusia se aprovecha de subidas vertiginosas del precio del gas, el factor energético se convierte ahora, para Vladímir Putin, en la mejor palanca para sembrar el caos en el campo contrario. Explota así el potencial de la situación tratando de debilitar la moral de los europeos, de desbaratar sus planes y sobre todo de hacer estallar su cohesión que sabe frágil debido a una exposición extremadamente variable al riesgo energético de un país a otro. Alemania es uno de los principales eslabones débiles del sistema. Parece entonces muy lejana la promesa hecha al comienzo del conflicto de una Europa que renacería más decidida, más unida y más poderosa. Más bien, se vislumbra en el horizonte un riesgo de implosión política, económica y social.

Una perspectiva que permitiría a Vladímir Putin alcanzar el objetivo estratégico de «ganar sin confrontar» dejando que su adversario pierda cada vez más su potencial para que la victoria resulte de la propia situación y no de un enfrentamiento directo demasiado peligroso.

Esto presupone una cualidad estratégica importante: saber adaptarse continuamente a la evolución del contexto. Vuélvanse como el agua porque, como señala Sun Tzu, «así como el agua no tiene una forma estable, no hay condiciones permanentes en la guerra».

Por el contrario, los europeos parecen congelados en su plan inicial, incapaces de adaptarse al cambio de configuración que se les presenta. Un modelo de ineficiencia estratégica por el que pagaremos un alto precio.

Sergio Fernández Riquelme: La guerra de Ucrania: La guerra de Ucrania: De la Revolución del Maidán a la Operación Especial. Letras Inquietas (Agosto de 2022)

Fuente: Boulevard Voltaire