Mientras Francia cultiva su nueva imagen del Absurdistán europeo inventando el confinamiento exterior, un nuevo avatar del complicado pensamiento del «al mismo tiempo» de nuestro brillante Macron, el nuevo presidente estadounidense compensa un estado físico vacilante con palabras sorprendentemente firmes contra su homólogo ruso, Vladímir Putin, que sería, según él, un «asesino» sin nada que perder a la espera de su castigo.
Con Biden, es claro el retorno del pensamiento del difunto Zbigniew Brzeziński a la Casa Blanca, excepto que el mundo ha cambiado desde que el ardiente propagandista del imperialismo estadounidense, un miembro destacado de la Comisión Trilateral, escribió La verdadera elección en 2004. Debemos releer este trabajo y algunas de sus fórmulas: «El poder de Estados Unidos (…) es hoy el garante final de la estabilidad mundial»– «La aceptación del liderazgo estadounidense por parte del resto del mundo es la condición sine qua non para escapar del caos», son frases que no dejan lugar a dudas sobre una concepción de la política estadounidense basada en el papel misionero del país capaz de justificar moralmente su derecho a… la hegemonía «abierta», especifica Brzeziński.
Contrariamente a lo que han venido diciendo los principales medios de comunicación durante cuatro años, el hombre peligroso a la cabeza de Estados Unidos no era Trump sino Biden. El primero tuvo una política marcada por la preferencia nacional y la defensa de los intereses de la nación estadounidense. Fue el camino hacia una política realista y multilateral. Biden reavivó la vieja obsesión de ver a Rusia como el principal enemigo.
Desde los intentos de desestabilización en revoluciones más o menos coloridas entre sus vecinos inmediatos, desde denuncias de asesinatos curiosamente torpes hasta sanciones selectivas, es Washington quien está librando la guerra contra Moscú, y no al revés. ¡A menudo despreciando el derecho internacional, los derechos humanos elementales, con un cinismo adornado con discursos moralizantes! ¿Qué pasa con la guerra que lleva diez años en Siria, con la presencia de una base estadounidense en el territorio de este país cerca de la frontera con Jordania, con el apoyo a las fuerzas kurdas que les permite ocupar el este del Éufrates, un territorio no poblado por kurdos en el que roban el petróleo que más necesitarían los sirios por el empobrecimiento del país?
¿Por qué este odio a Rusia? Porque representa dentro de la civilización occidental, la resistencia a la ideología estadounidense, ese globalismo que, con el pretexto de exportar la democracia, pretende sobre todo llevar a cabo una nivelación cultural reduciendo al mundo occidental a un vasto mercado de consumidores estúpidos, sometidos al «tittytainment» dentro de sus tribus aplastadas por la migración. El modelo estadounidense frente al modelo ruso: ¡este es el verdadero debate!
Por un lado, un país de inmigrantes unidos por un modo de vida superficial que cualquier crisis económica puede poner en tela de juicio y cuyas comunidades convivientes corren el riesgo de estar cada vez más enfrentadas. Por otro, un país, ciertamente compuesto, pero apegado a sus tradiciones, su historia, su rica cultura. Si Francia quiere perseverar en su ser, debe elegir el modelo ruso, sobre todo porque no pretende imponer un sistema político.
En varias ocasiones, Francia solo ha practicado una estrategia de reveses. Bajo Francisco I y Luis XIV, se alió con el Gran Turco. Hoy debe tener el valor de renovar esta práctica, fundamental para su independencia y supervivencia. Significa dejar la OTAN y no tener miedo de apoyar a Rusia, desde Crimea hasta Libia pasando por Siria.
Fuente: Boulevard Voltaire