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La gran hipocresía del fin de la «guerra interminable»


Lorenzo Vita | 09/09/2021

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Las guerras interminables no han terminado. Una de ellas ha terminado, la de Afganistán, pero es difícil creer que la «guerra» que Estados Unidos ha librado, libra y quiere librar haya terminado realmente. No contra el terrorismo, ni contra otros enemigos estratégicos que Washington ha identificado desde hace tiempo como objetivos.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se ha apresurado en las últimas horas a recordar un concepto: la voluntad de poner fin a estos conflictos cuyo fin no se entiende y, sobre todo, los medios para acabar con ellos. Afganistán se había convertido en el símbolo de esto: una guerra que había durado veinte años, con objetivos completamente diferentes, y que había logrado la paradoja de que Washington entregara el poder a la misma gente que había expulsado de Kabul y contra la que había luchado. Un ejemplo plástico de la heterogeneidad de objetivos que dejó más claro que el agua en qué se ha convertido en la práctica el largo conflicto afgano desde la perspectiva estadounidense.

Esta percepción, sin embargo, corre el riesgo de ir de la mano de la idea de que Estados Unidos terminó una guerra que acabó por la ausencia de objetivos o enemigos. Una forma de pensar arriesgada, por la sencilla razón de que el propio presidente de los Estados Unidos ha intentado hacer entender a su país que la guerra contra el terrorismo se librará simplemente de otras formas, y que hay otros rivales estratégicos a los que su América acudirá. En resumen, la guerra está lejos de haber terminado. Simplemente ha terminado una forma de esta gran guerra: en el mejor de los casos, su batalla más larga o, en un sentido más amplio, su frente más sangriento y costoso.

Por ello, los expertos empiezan a preguntarse si es realmente necesario dar por terminada una guerra que en realidad nunca terminó. DefenseOne, uno de los sitios web estratégicos más conocidos de Estados Unidos, ha llegado a acusar a la política estadounidense en su conjunto de decir mentiras a los votantes. Lo hizo en un mordaz editorial de su redactor jefe, Kevin Baron. Foreign Affairs, la autorizada revista estadounidense, publicó un artículo con el ilustrativo título de «La doctrina del bien».

En esencia, el concepto expresado es que hay que aceptar la convivencia con el terrorismo, entender que siempre habrá una forma de terrorismo de matriz islamista capaz de golpear en el mundo y que lo único que se puede hacer es limitarlo haciéndolo inofensivo para la seguridad de Estados Unidos. El general Mark McKilley, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, también se hizo eco de este tema. En su rueda de prensa, al hablar de Afganistán, admitió que «en los últimos 20 años no ha habido ningún ataque serio contra nuestro país, y ahora nos corresponde asegurarnos de que continuamos con nuestros esfuerzos de inteligencia, nuestros esfuerzos antiterroristas, nuestros esfuerzos militares para proteger al pueblo estadounidense durante los próximos 20 años, y nosotros en el ejército estadounidense estamos comprometidos a hacerlo». Frases que, combinadas con la imagen de los talibanes entrando triunfantes en Kabul, dejan bien claro que no se ha completado ninguna misión, ni se ha ganado la guerra contra el islamismo. Tanto más cuanto que algunos creen que es ya un mal endémico con el que Occidente, incapaz de vencerlo, sólo puede aprender a vivir.

Una convivencia que, sin embargo, deja al descubierto cierta hipocresía que subyace en las frases con las que Biden y la política estadounidense han decidido describir la retirada de Afganistán. Mientras continúan las incursiones en el Cuerno de África, los portaaviones estadounidenses se adentran en el Mar de Arabia para atacar, en operaciones «por encima del horizonte», los bastiones del autoproclamado Estado Islámico, y mientras los interrogantes siguen con Irak y Siria y las siglas del terror no han desaparecido, lo que Washington quiere es simplemente detener la hemorragia de dinero de los contribuyentes y de vidas humanas en un enfrentamiento con sus propias unidades sobre el terreno. Pero la guerra «sin fin» sigue siendo la misma.

Fuente: Euro-Synergies