Han pasado ya varios días del asalto sufrido en Lampedusa por parte mas de 8.000 delincuentes. Y sí, son delincuentes, en el sentido de que han cometido un delito: entrar de manera ilegal en un país que no es el suyo. Porque hay inmigración legal e inmigración ilegal. La inmigración ilegal es un delito. Por desgracia, la inmigración legal no lo es. Pero ambas formas de inmigración son absolutamente nefastas para el correcto desarrollo de nuestras sociedad, pero hoy no vengo hablar sobre eso.
Me gustaría recordar unas palabras de la propia presidenta italiana, Giorgia Meloni, en las cuales decía que, tras hablar con los empresarios, había llegado a la conclusión de que su país necesitaba mas de 500.000 inmigrantes para el correcto funcionamiento de la economía. Es innegable que sus deseos han sido satisfechos en parte. Ya tiene alrededor de 10.000 de esos 500.000. Pero lo importante es ver como el sistema capitalista, a través del liberalismo, es una maquina perfectamente engrasada para seguir promoviendo capital financiero mediante la explotación humana.
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En una sobremesa del pasado jueves con varios amigos, se lanzó la pregunta sobre qué es lo que había fallado para que alrededor de 10.000 personas se lanzaran al mar y llegaran a Italia. Mi contestación, peor o mejor argumentada, fue que no había fallado nada. El liberalismo, cuando no tiene crisis, es capaz de fabricarlas. En el contexto actual, los seres humanos son utilizados para la producción de mercancías tratando de abaratar los costes de producción. Por lo tanto, el capitalismo esta armando lo que se conoce como «ejercito industrial de reserva» con esos inmigrantes que llegan a Europa. De esta manera, la burguesía capitalista, en esta caso la italiana, consigue mano de obra barata, que, a su vez, depaupera las condiciones laborables de los trabajadores nacionales.
Para aquellos que tienen los medios de producción y las grandes élites capitalistas financieras siempre será mas rentable contratar a cuatro senegalés por 400 euros que a un europeo por 1.600. La inmigración, tanto la legal como la ilegal, es solo mano de obra barata para el beneficio de las élites. No me cabe ninguna duda de que esos inmigrantes terminarán siendo legalizados. Algunos serán explotados por el capitalismo en trabajos de mala muerte y otros se convertirán en delincuentes habituales en las ciudades a donde vayan a parar.
Pero esta idea de traer inmigrantes de manera legal es característica de los partidos de derechas europeos. En España, Vox, en su programa político, llevaba la idea de legalizar a millones de sudamericanos vendiéndolo de tal forma que pareciera que son asimilables a nuestra cultura occidental. Ese argumento desde luego es más que discutible, sobre todo si nos fijamos en aquellos jóvenes sudamericanos que, organizados en bandas, provocan peleas y terminan en no pocas ocasiones a machetazos con el resultado de algún muerto. Pero lo que subyace es la misma idea que hemos expuesto en líneas anteriores. A fin de cuentas, Vox no es más que otro partido burgués que esconde bajo su falsa noción de patriotismo el seguir manteniendo sus privilegios de clase. Por lo tanto, tanto Vox como sus votantes son culpables de lo que en su día pueda llegar a pasar. Y, sí, sus votantes también, por legitimar una propuesta que no solo conduce a una sustitución poblacional sino también a empeorar las condiciones laborales de los trabajadores nacionales en el ámbito de nuestra nación.
Es precisamente por ello que entre lose inmigrantes que llegan a Europa diariamente apenas haya mujeres y niños que huyen de la guerra como quieren hacer creernos por los medios de comunicación convencionales. Al contrario, en su mayoría son hombres adultos en edad de trabajar o, incluso, de combatir contra nosotros llegado el caso. Por todo ello, no es solo necesaria una política migratoria basada en la prohibición de la inmigración, tanto la legal como la ilegal, sino que resulta urgente una política de remigración que sea efectiva y sirva para devolver a los inmigrantes a sus países de origen. Porque la prioridad nacional no es algo negociable sino una obligación de las naciones para con sus trabajadores. En Europa los europeos primero y en España los españoles primero. Es por ello que, en la tesitura que se está dando, nos encontremos en la diatriba de solamente tener dos opciones: socialismo, nación y soberanía nacional o liquidación abstracta y barbarie.
Santiago Prestel es de profesión servidor público y de vocación filosófica. Esta inquietud le ha llevado a estudiar en profundidad los movimientos nacional–revolucionarios y nacional–sindicalistas en España. Desde muy joven ha estado ligado a organizaciones de carácter social y nacional de Madrid. Todo ello con el único afán de tratar de mejorar las condiciones de vida de los españoles a través de la justicia social.